jueves, 2 de febrero de 2017

SEÑORES + VULK: GUERRA DECLARADA AL POP



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay signos que delatan una autenticidad desmedida, pequeños detalles que probablemente pasen inadvertidos para la mayoría, pero que para otros equivalen a una declaración de amor en toda regla, una invitación a conocer a otra persona y confraternizar, por lo menos espiritualmente. Es como aquello que decían de encontrarse con alguien leyendo un libro que te gusta, una casualidad de esas que te hace dudar de si tal vez debería sucumbir la humanidad bajo una lluvia de napalm, quizás unas cuantas almas puras merezcan salvarse.

Observar una bolsa de Rough Trade, mítico sello discográfico especializado en post punk y rock alternativo que se remonta a 1978, es uno de esos sucesos extraordinarios que haría renegar a cualquiera del nihilismo. Todavía queda esperanza si en pleno siglo XXI se reivindica el lugar donde nacieron The Smiths y que tanto significó para el desarrollo de una verdadera cultura independiente al margen de gafapastismos varios.


Ese símbolo de resistencia frente al aborregamiento lo llevaba una chica perteneciente a la escena post punk bilbaína fraguada en recintos underground, un grupillo selecto que acude con fidelidad religiosa a los bolos del rollo. Es fácil distinguirlos por su aire bohemio como de estudiantes de Bellas Artes y su capacidad para meter bulla y conseguir arropar a las bandas con la intensidad de enfervorizados fans.

De ahí precisamente surgieron Vulk, cuyo post punk gélido, germanófilo y hasta con un punto militarista retumbó hace pocos meses en el Ambigú en un recital que solo admitiría el calificativo de épico con peña volando por los aires y tan abarrotado de gente que hasta se utilizaron las mesas de improvisadas atalayas. Tocar esa noche en el Kafe Antzokia suponía un considerable salto cualitativo para los bilbaínos y no iban a desaprovechar esa oportunidad lo más mínimo.

Vulk tomando posiciones frente a la ofensiva.
 Con la primera fila plagada de féminas con pinta de interesantes, estos herederos de Joy Division contaron con la colaboración en un tema de Josu de Belako, demostraron una vez más que dominaban a la perfección el lenguaje escénico y que sus recitales jamás dejarán indiferente. Eso lo saben muy bien en la sala donostiarra Dabadaba, que en su recién inaugurada discográfica publicarán su debut ‘Beat Kamerlanden’, no en vano han calificado sus directos como “un cuchillo afilado”. Y no andan nada desencaminados.

Ya desde el comienzo con “The Decccline” su vocalista incitó al pogo colectivo dándose golpes en el pecho o poniéndose de espaldas como si fueran los The Jesus & Mary Chain de los inicios que hacían esas cosas tan bizarras y se piraban al de diez minutos. Inmensa fue su declaración de principios “Pop Is War” con su voceras tirado por los suelos mientras el personal contemplaba aquello absorto cual vídeo de Nick Cave. Si comparaban a Poch de Derribos Arias con el líder de Joy Division puesto de monguis, este chaval sería un Ian Curtis con un ramalazo psicótico, capaz de explotar en cualquier momento. Cada vez más grandes.

Josu de Belako también se incorporó a filas.
 Lo cierto es que el indie pop de Señores no nos seducía demasiado a priori, y menos que se presentaran al personal con un “¡Hola bellezas!”. Toda una ironía teniendo en cuenta que las chicas de las primeras filas se habían esfumado casi en su totalidad y en su lugar se habían sustituido por barbudos y peña bien que no eran tan agradables de mirar como las anteriores.

Está feo que se hagan esas cosas, pero la verdad es que muchos pusieron pies en polvorosa y dejaron un ambiente bastante desangelado en la sala, a excepción de los cuatro acérrimos que se sabían las canciones. No era tampoco nada descabellado, puesto que mediaba un abismo entre la apabullante actitud post punk precedente y un empalagoso tono reminiscente a Los Planetas que repetía más que un bocata de chorizo. Menos mal que no les dio por emplear ese recurrente deje aflamencado que lo contamina todo.


Admitimos empero que le echaron ganas al asunto y sonaron con mayor vitalidad que en estudio, aunque ciertos detalles descolocaban un poco, como cuando les daba por saludar con un “All Right” o legar frases memorables para la posteridad como “Tengo los pelos como Scorpions”. Tocaba presentar su último largo ‘La Luz’, por lo que lo repasaron a conciencia con “Democracia Enferma”, “Los Modelos” o esa “Margarita” cercana al shoegaze donde afirman que “De sarcasmos no se come”. Pues a ver si se lo aplican.


Como hemos dicho, con los teloneros había el doble o el triple de gente, pero de vez en cuando se desencadenaban pogos recatados, como en “Corporarturo Avaricio” o “Dios Enamorado”, que se corearon con verdadero fervor. Pero el momento más álgido de su repertorio quizás estuvo en ese intervalo instrumental post rock a lo Toundra en el que certificaron que de talento andan sobrados. Una lástima que no reincidan con mayor frecuencia en este campo.

Para los bises se regodearon en el toque llorón a lo Dorian de “Mírame (Los placeres me disfrutan a mí)” porque “en la maqueta molábamos más”, según confesaron, y acabaron con el futuro en lontananza en “Estrella de la Muerte”, que les pilló al final desparramados por los suelos. Suponemos que eso sería parte de su cacareada actitud punk.

Pese a que se nos ocurren tormentos más infrahumanos que soportar una actuación de este calibre, seguimos pensando que esa noche Vulk se comieron con patatas a sus compis a las tablas. El impulso belicista estaba en la vanguardia absoluta, había una guerra declarada al pop, a los tipos sin personalidad, a los combos cortados por un mismo patrón y las barbas no se librarían tampoco de la ofensiva total. Sin armisticio alguno. Blitzkrieg.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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