Kafe Antzokia, Bilbao
Los nihilistas no creemos en el destino, el horóscopo ni
demás zarandajas. Pero sí que le damos cierta importancia a las casualidades,
esos hechos en apariencia triviales que luego se antojan decisivos. Como por
ejemplo caminar por las calles de Madrid y encontrarte en la puerta de un
garito indie una pintada que rece “Juventud
infinita”. Nunca nos cansaremos de admirar esas espontáneas explosiones de
creatividad de la peña que surgen en retretes y otros lugares de lo más
insospechado.
La frase que hemos mencionado hacía referencia al tercer
disco de los gallegos Novedades Carminha, aquel trabajo que les llevó a
codearse con lo más granado del indie estatal, aunque su garage punk les sitúe automáticamente en coordenadas
opuestas. Sus cachondas e irreverentes letras tampoco tienen mucho que ver con
ese nauseabundo buenrollismo imperante, es más, siguen la mejor tradición de
colgados patrios tipo Siniestro Total que no escatimaban esfuerzos a la hora de
rasgar vestiduras de timoratos. Muchas veces para ser punk ni siquiera hace
falta llevar cresta.
En tales divagaciones andábamos inmersos mientras nos
entregábamos al fiestón sin cuartel que había montado aquella noche en el Kafe
Antzokia. Todo gente “guapa” que podría votar tranquilamente a Ciudadanos y que
por unos instantes dejaban la contención propia de su clase para entregarse a
los instintos más básicos. Chicas bailongas se subían a hombros de sus compis
machos para contonearse mientras otras se enrocaban en algún rincón concreto
hasta tornarse tan molestas como moscas cojoneras.
Que el último largo de Novedades
Carminha ha cumplido su misión de engatusar a los fieles era algo fuera de
toda duda si a uno le daba por contemplar a la muchedumbre congregada. Ese
potencial en el que tanto confían los miembros del grupo se reflejó del mismo
modo en la reacción del personal. Daba igual que anteriormente nos hubieran
cascado una enervante sesión de ritmos caribeños para agotar la paciencia de cualquiera,
en cuanto sonó “Que Dios reparta fuerte” muchos se olvidaron de aquella
monumental brasa y procuraron sucumbir al objetivo de sus creadores que no era
otro que “mover cacha”, según su
propia confesión.
La homónima “Campeones del mundo” contribuyó a elevar la
temperatura con sus punteos reminiscentes del surf rock y en “Quiero verte
bailar” evocaron el legado de Tequila con ese estribillo facilón pero efectivo
ideal para tararear en la ducha. Y en playas paradisiacas y romances de verano
uno piensa también en “Chispas Relax”, una senda en la que reincidieron con
“Cariñito” y que quizás explique sus habituales camisas de apariencia estival.
Seguro que montarían junto a Airbag, Los Nikis o Los Vegetales un comando para
acabar con el invierno.
Surgían gogós de manera espontánea y la vergüenza no parecía
un atributo aplicable a gran parte del respetable, mucho menos con la
cadenciosa “Lento”, que puso a botar a los asistentes como si no hubiera un
mañana. El aire discotequero de los setenta sobresalió en “La mejor de Europa”
y sin alejarse demasiado de ese rollo desataron la vena mod en “Capricho de
Santiago”. “¡Nos quedamos a vivir aquí”,
exclamaron los gallegos ante semejante aceptación y lo cierto es que tenían
motivos para estar contentos por estos lares, todavía se recuerda aquella
actuación épica en el último BBK Live donde hasta versionaron un tema de
Eskorbuto en pleno entorno hostil. Con un par.
Si bien el repertorio estuvo demasiado centrado en su
lanzamiento más reciente, no descuidaron ningún flanco, por lo que no hubo
tiempo de aburrirse lo más mínimo. El himno “Juventud Infinita” desató los
pogos pijos recatados, nada que ver con las explosiones de agresividad punk de
un bolo de The Adicts, por ejemplo, aquí todo era más educado, sin llegar a desparramarse
por completo, con la rebeldía reducida únicamente a sacarse la camisa por fuera
y quizás despeinarse un poco, como Pete Doherty, vaya.
Las hembras siguieron desatadas en “Jódete y baila”, pero el
momentazo inolvidable del concierto fue la colaboración de Deu de WAS para la
apabullante “Demolición” de Los Saicos, un auténtico acto de transgresión que
se disfrutaba todavía más entre sujetos que probablemente nunca habían
escuchado semejante pieza en su vida. Después de aquello ya nada sería igual, una
vez alcanzado el clímax, ¿qué sentido tenía permanecer en el recinto? ¿Nuevas
formas de fustigarse?
Pero la verdad es que estos cachondos ni de lejos se dieron
por vencidos en los bises con el pegadizo “Amor rural”, donde el vocalista
aprovechó para bajar las escaleras a darse el consabido baño de masas y aquello
casi se desborda de puro entusiasmo. Tenían una papeleta complicada para
mantener la atención, pero “Antigua pero moderna” se antojaba una opción muy
respetable, de hecho, parecía que muchos la agradecieron más que a los pioneros
del punk peruano, hasta una “moderna”, valga la redundancia, surfeó entre la
multitud.
“¿Queréis veneno?”,
arengaba a las huestes el cantante y la parroquia se revolvía cual presa a
punto de estallar, antes de que en un movimiento arriesgado decidieran confiar
el final a la espasmódica “Dame Veneno”, con cierto deje The Cramps o Suicide
mientras se paseaban de un lado a otro de las tablas. El éxtasis fue tal que
hasta les hicieron reverencias, no decimos más.
Estar rodeados de pudientes y otras criaturas que es mejor
no nombrar no supuso demasiado inconveniente, puesto que, como se suele decir,
si uno no perece en tales escenarios, sale desde luego fortalecido y con una
capacidad de aguante encomiable. No hay ciclón ni fenómeno meteorológico que
pare su fiesta tropical para gente guapa.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
No hay comentarios:
Publicar un comentario