Satélite T, Bilbao
Hay grupos tributos que son muy necesarios. No es lo mismo
el saqueo indiscriminado de bandas que siguen en activo y giran con regularidad
que el homenaje rendido desde el respeto cuando ya no existen posibilidades de
contemplar bolos de ese combo en directo o las oportunidades para ello se
tornan muy escasas. Ejercerían algo así como una labor de recuperación de la
memoria histórica, recordar al mundo que una vez rompieron la pana en las
distancias cortas y desgraciadamente aquello no se volverá a repetir.
Eso es lo que sucede con los innumerables tributos a los
Ramones, ocasiones únicas de cantar a pleno pulmón piezas inmortales e impedir
que caiga en el olvido el descomunal legado de los neoyorquinos. Y tenemos tal
proliferación de agradecidos fans dispuestos a coger los instrumentos que han
surgido hasta diversas categorías, como los que se centran solamente en su
seminal obra ‘It’s Alive’, según hacían los ya míticos Gramones vitorianos, o
las británicas Ramonas, que otorgan la perspectiva femenina al espíritu de 1976
con shows fugaces de una hora en los que casi no paran ni para respirar. A la
vieja usanza.
Y lo cierto es que Ramones gustan mucho a las chicas, pocas
hemos conocido a las que no les molen, quizás por eso sus camisetas ya se
venden hasta en las tiendas de moda, en ocasión hasta vimos a un grupo de
féminas ataviadas con prendas rosas de la banda como si fuera una despedida de
soltera. Un hecho que provoca a veces malentendidos como los que describían
Airbag, otros discípulos aventajados de los de Queens, en su tema “Ahí viene la
decepción”.
Con el calentamiento previo proporcionado por la pinchada de
temazos del calibre del “Teenage Kicks” de The Undertones, andábamos ya de
sobra con el pico fino para recibir a Ramonas,
que prendieron de inmediato la mecha con “Rockaway Beach”, “Teenage Lobotomy” y
“Glad To See You Go”, una triada suficiente para quedarse afónico. Y siguieron
levantando el pabellón al máximo con el romanticismo freak “You’re Gonna Kill That Girl” y el nihilismo desaforado de “I
Don’t Care”. Por algo decían que sus canciones eran las que más contenían las
palabras “I Don’t”. Nunca querían
hacer nada.
Podrá parecer que interpretar el repertorio de los Ramones
es de una simpleza asombrosa, pero nada más lejos de la realidad cuando de lo
que se trata es de capturar el mismo espíritu de los neoyorquinos, que se
cascaban bolos sin apenas hablar y atropellando himno tras himno a un ritmo
apabullante. Y eso estas inglesitas lo clavan al milímetro, con una encomiable
capacidad de aguante y una solidez que ya les gustaría a bastantes pandas de
versioneros, respeto pero sin que aquello sea una fotocopia total.
En este tipo de bolos los niños no están vetados, suelen
andar desperdigados por ahí, quizás por eso a la vocalista en “Sheena Is A Punk
Rocker” se le despertó el instinto maternal y quiso llamar la atención
señalando a la hija de una madre punk, que contemplaba en primera fila
impertérrita el espectáculo. Los temazos caían cual bloques de cemento ante los
que era imposible abstraerse, caso de “Havana Affair”, “Commando” o “The KKK
Took My Baby Away”, una de nuestras preferidas que les quedó niquelada, y
encima la bajista tenía un aire así en plan Joan Jett. ¿Qué más se puede pedir?
La histriónica “Surfin’ Bird” supone un revulsivo en casi
cualquier situación para que la peña se descoyunte. No lo hemos mencionado,
pero el ambiente era inmejorable, la parte en la que estábamos nosotros parecía
el sector femenino, pues estaba petado de hembras bailongas a las que no les
hacía falta mucho para contonearse. Una impepinable “Cretin Hop” se tornaba una
excusa más que suficiente, del mismo modo que “Listen To My Heart” o la playera
“California Sun”.
Volvían las ganas de prender fuego al mundo con “I Don’t
Wanna Walk Around With You” y el grito de guerra “Pinhead” era la excusa
perfecta para sacar el cartel de ‘Rabba Rabba Hey’ y reivindicar de esta manera
esas sesiones dominicales que se han convertido en una consolidada realidad en
el botxo, quién lo iba a decir hace unos años…Pero todavía quedaba artillería
pesada con “Today Your Love, Tomorrow The World”, que desató pogos, al igual
que “Judy Is A Punk” o “Suzy Is A Headbanger”.
Y “Let’s Dance” es otra de esas piezas que vale para
desperezar en todo momento, antes de recordar el debut de Joey Ramone y
compañía en “53rd & 3rd”, donde la bajista se encargó de la parte cantada
por Dee Dee. Podrían pasarse horas rebuscando en el catálogo de Ramones, pero
hay piezas que no deberían faltar en ningún tributo como “Now I Wanna Sniff
Some Glue” o “We’re A Happy Family”, con la cantante cediendo el micro ante el
empuje de los fans a espontáneos o grandes de la escena local como Álvaro
Brutus.
Lejos de conformarse con el repertorio ajeno, estas chicas
llevan desde el 2016 componiendo material propio y se espera que saquen su
debut a finales de año. A modo de muestra de lo que valen por sí mismas, se
arrancaron con unas pocas piezas suyas, que a veces se ponían muy tralleras
casi hardcore y recordaban a combos punkis con fémina al frente tipo The
Distillers. Ahí también prometen.
Regresaron a la Gran Manzana con el himno “I Wanna Be
Sedated” o esa locomotora llamada “R.A.M.O.N.E.S.”, que sirve asimismo para
contentar a fans de Motörhead. Los ánimos se terminaron de desatar en la
fundamental “Blitzkrieg Bop”, en la que por el revuelo hubo hasta que
apartarse. La peña chifló de lo lindo y no tardaron en conceder unos bises tan
frenéticos como el resto del concierto con un “Somebody Put Something In My
Drink” en el que mandaron levantar vasos y un “Beat On The Brat” que retumbó
durante un tiempo considerable en la cabeza.
En definitiva, hacen falta todavía más tributos a los
Ramones, es imposible abarcar un legado
tan colosal, puesto que si uno se centra en la primera etapa, se deja
demasiadas cosas en el tintero. Volvemos a insistir en la necesidad de
preservar la memoria histórica musical y nuestro derecho a seguir dejándonos la
garganta y formando parte de esa familia feliz que no exige prueba de sangre
alguna. Un vínculo más inamovible que cualquier pedazo de tierra.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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