Sala Groove,
Portugalete
Probablemente no exista en la actualidad ninguna idea tan
denigrada, manipulada y corrompida según intereses espurios que la del
feminismo. Con este término pasa un poco lo mismo que con el concepto de
terrorismo, que allá en tiempos inmemoriales se utilizaba únicamente cuando
pegaban un zambombazo y volaba algo por los aires y hoy en día lo mismo vale
para juzgar obras de teatro que para letras de canciones.
Pero no, el machismo en realidad es otra cosa, no consiste
en decir que una chica es guapa o atreverse a mirar a alguna en los conciertos,
a los límites a los que hemos llegado, flipante. Debería hablarse de cosas como
que en una entrevista de trabajo te pregunten si tienes churumbeles pasados los
30, que te ofrezcan automáticamente una ensalada cuando vas a un restaurante o
que en cualquier ámbito debas demostrar así por la cara el doble que los tíos
para que te tomen mínimamente en serio. Hechos que están a la orden del día a
nada que uno escarbe un poco y no se quede en debates estériles de miembros o
miembras.
Para luchar contra todo eso nació el Rock & Roses Fest,
una iniciativa montada por el fotógrafo y promotor Unai Endemaño, que ya ha
dedicado alguna exposición al papel de las mujeres dentro del rock y el metal.
Y lo cierto es que se había montado una buena timba encabezada por los
canadienses Kobra and The Lotus, los italianos Ravenscry y los vizcaínos Fear
Crowd y Unset, cuatro bandas con el denominador común de contar con una fémina
al micro, pese a que sus estilos en ocasiones estén casi en las antípodas los
unos de los otros.
Ante un respetable reducido, los locales Unset ejecutaron una suerte de metal
sinfónico que tampoco tenía demasiado de particular, a excepción de la voz, con
cierto parecido lejano a la de Simone Simons de Epica. Pero ahí se terminaban
los detalles que llamaban la atención, pues el resto de miembros parecían
convidados de piedra y los temas tampoco es que engancharan, es evidente que en
ese aspecto todavía necesitan darle varias vueltas. Se definieron como “banda joven” y aseguraron que habían
venido “para quedarse”. Les queda un
largo camino por recorrer.
Unset, una banda joven. |
Los también vizcaínos Fear
Crowd, por el contrario, sí que exhibieron unas tablas desmedidas, en especial
su espectacular cantante, una heavy de la vieja escuela más aguerrida que una
lluvia de hachas y que desafió a biempensantes y demás mojigatos agitando la
cabellera como una diosa del metal. Su estilo tradicionalista tampoco es que
nos flipara, pero valoramos de inmediato semejantes agallas y unos tonos que
recordaban a los de Azucena de Santa. Engancharon piezas rotundas del calibre
de “Ángel Guardián” o “No pienso caer” antes de que rindieran homenaje a Dio
con “Rainbow In The Dark” y luego a Iron Maiden con “The Evil That Men do”.
Quizás podrían haber elegido versiones algo más rebuscadas, pero son todo un
grupazo en su rollo. Para quedarse sin cervicales.
Fear Crowd, más aguerridos, imposible. |
Y el panorama siguió en progresión ascendente con los
italianos Ravenscry, capitaneados
por la sensual vocalista Giulia Stefani, a la que algún que otro asistente
incluso llamó “jamona”, uno de esos
términos vintage que no escuchábamos
desde la última glaciación por lo menos. En lo musical fueron la sorpresa de la
noche con su metal alternativo no exento de contundencia y con ciertos toques
oníricos a lo Evanescence. Intentaron congraciarse con el personal hablando en
castellano, pero confesaron que solo se acordaban de “palabras malas” y ante la petición de que optaran por el italiano,
ahí se arrancaron con parrafadas en la lengua de Dante. Su rollo modernete
aportó además la nota discordante en una velada de marcado tono clásico, y lo
cierto es que se agradeció un leve enfoque vanguardista. “Me ha gustado”, repetían muchos al terminar la actuación y la
verdad es que fue de lo mejor de la noche. Para seguirles la pista.
Ravenscry y su metal vanguardista. |
A veces la actitud lo es todo y no es lo mismo irrumpir en
el escenario sin ningún entusiasmo, cual gris funcionario afronta su rutina
laboral, que echar toda la carne en el asador de primeras y dejarse allí hasta
la última gota de sudor. Lo segundo fue lo que hicieron Kobra and The Lotus precisamente, reflejando de un plumazo su
absoluta solvencia con un comienzo apabullante en el que por primera vez a lo
largo de la jornada la muchedumbre se acercó hasta ras de las tablas.
“Light Me Up” puso de relieve la voz impecable de Kobra
Paige, al tiempo que sobresalían asimismo los solos doblados de guitarra de una
precisión asombrosa, de hecho, este sería uno de los aspectos más
sobresalientes de todo el concierto. Y si al principio de la velada tampoco
pudo decirse que hubiera multitudes, llegados a este punto la afluencia era ya
más que digna y con un entusiasmo que tampoco le iba a la zaga.
Kobra and the Lotus, dejándose hasta la última gota de sudor. |
“Let Me Love You” fue otra de las cimas de la noche, con la
peña gritando “hey” antes de cada
acometida. La intro de “Ribe” dio paso a “My Immortal”, que mostró su faceta
más melódica antes de recuperar contundencia en “You Don’t Know”. El entusiasmo
de la congregación mereció asimismo el elogio de los canadienses y por eso
dedicaron “You’re Insane” a los fans enloquecidos, que gozaron con sus coros
épicos y aire grandilocuente.
No faltó el momento de cantar el cumpleaños feliz al
promotor Unai, del que dijo la cantante Kobra que tenía “un buen nombre”. Y como no les apetecía hacer el paripé de salir y
volver al escenario, se arrancaron ya directamente con los bises “Gotham” y
“Soldier”, que dejaron el pabellón por las nubes en una actuación corta, sí,
pero contundente. Nos quedamos con las ganas de escuchar su revisión del “The
Chain” de Fleetwood Mac.
Todo un colofón de lujo a una de esas iniciativas bastante
más útiles que las de los inquisidores contemporáneos que buscan censurar,
prohibir besos, escotes y cualquier cosa que se les ponga a tiro ante el aplauso
borreguil. Las rosas con espinas no necesitan guardarse en una urna, sino
contemplarse en pleno esplendor, sin cortapisas de ningún tipo. Su mera
existencia constituye el mayor acto reivindicativo.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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