martes, 25 de marzo de 2025

VERDE PRATO + SAGUXAR: LA ESCUELA DE BELLAS ARTES

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Lo habitual suele ser hablar de una escena cuando se asocia un conjunto de grupos a un estilo determinado, véase el caso del punk del 77 o del mismísimo rock radical vasco. Pero en otras ocasiones el nexo común no está en ciertos parámetros musicales, sino en un lugar concreto, que parece ejercer de imán a la hora de despertar la creatividad. Como todas las etiquetas, siempre hay que cogerlas con pinzas, pues habrá algunos que probablemente ni siquiera se identifiquen con ningún colectivo y prefieran ir por su cuenta.

 


En torno a la Facultad de Bellas Artes de la UPV ha surgido todo un conglomerado de bandas como Belako, Ezezez y muchas otras a las que costaría asociar a un género en concreto, pese a que la palabra post punk sirva hoy en día de cajón de sastre para meter a los que no suelen encajar en ningún sitio. De ese entorno procede la tolosarra Ana Arsuaga, a la que seguimos desde cuando hacía “euskal wave” con sus compañeras de Serpiente y ya entonces destacaba. Posteriormente, siguió ampliando miras con Mazmorra hasta consolidar un proyecto como Verde Prato, que ya cuenta con un importante poder de convocatoria por estos lares.

El bilbaíno Kafe Antzokia presentaba una nutrida concurrencia para tratarse de un jueves, aunque un servidor está convencido de que son los nuevos sábados, por lo que no debería extrañar que las salas de conciertos acostumbren a estar hasta la bandera esos días. Al contrario de otras citas de ambiente asfixiante, en esta ocasión la cosa no llegó a un punto extremo, pero fue reseñable comprobar el tirón que esta artista multidisciplinar ya posee en la capital vizcaína, como hemos dicho.

Saguxar
 

La propuesta experimental de Saguxar encajaba cual guante en la tónica de la noche al ofrecernos una especie de limbo entre electrónica, shoegaze y algo de post rock. Su recital fue in crescendo en lo que respecta a atmósferas, con partes que incluso evocaban a cantautoras fantasmagóricas como Nico en ‘The Marble Index’ o a los siempre efectivos The Cure, por lo que la tremenda ovación que recibió al final fue de sobra merecida. Pensábamos al inicio que lo suyo se nos escaparía de las manos, pero nos convenció de verdad. Apunten el nombre.

A pesar de que la trayectoria de Ana Arsuaga siempre nos resultó interesante, no negamos que Verde Prato quizás no sea para todos los públicos, si por ejemplo te tira el rock y la electricidad desbocada. Hay que meterse en materia para pillar el punto. Pero al igual que nos sucedió en el pasado con otras propuestas suyas, verla interpretar a un nivel alucinante sirvió para que dejáramos en el cajón prejuicios y apreciáramos lo grande que podía llegar a ser en directo.

Verde Prato

La grandilocuente puesta en escena con una especie de biombos ya nos anticipaba que se trataría de un espectáculo cuidado y la propia Ana nos lo confirmó cuando apareció ataviada con un curioso vestido del que le colgaban diversos objetos como llaves, metales o collares. Hubo incluso una ovación generalizada cuando se despojó de la capa que le cubría para revelar una espectacular silueta.

Acostumbrados a los conciertos con banda al completo, al principio costó un poco meterse en faena, pero la cita fue ganando interés a medida que Ana clavaba tonos etéreos a lo Kate Bush y demostraba que a nivel vocal podría compararse a Maika Makovski, por lo menos en cuanto a versatilidad, y diría que también en cuestión de ambición creativa.

 

No tengo claro si muchos de los asistentes conocerían la trayectoria previa de esta artista, pero es muy probable que ya la hubieran visto anteriormente, pues  comulgaban tanto con su propuesta que hasta copiaban los movimientos de manos que realizaba. No imaginábamos que su predicamento había alcanzado esa categoría.

La voz se erigió en protagonista que eclipsaba todo lo demás, con agudos imposibles y un dominio de registros que revelaban que ya es una artistaza total. Quizás dentro de unos años podría ser como Tulsa o Maika Makovski, pues por talento lo merecería tanto como ellas. Incluso su manera de mirar al infinito parece de diosa de la antigüedad, a una distancia inabarcable de los meros mortales que quedan casi paralizados por su presencia.


 

La cita era para dar cancha a su último trabajo, ‘Bizitza Eztia’, por lo que  brillaron piezas del calibre de “Solita” o “Ez Dut Behar”, ambas con interpretaciones sublimes por parte de Ana, pero también tiene muy buen gusto a la hora de elegir versiones. Su particular revisión de “Zu Atrapatu Arte” de Kortatu no sonó aquella noche, pero se movió en parámetros similares rescatando un tema de Negu Gorriak, o eso nos pareció por lo menos.

Otra sorpresa aconteció cuando interpretó el celebérrimo “Opinión de mierda” de Los Punsetes, que era la canción con la que colaboró Verde Prato en el disco aniversario de los madrileños. Hizo bailable una pieza con letra hater de veras, lo que era un tanto raro, pero la peña cantó de muy buena gana el estribillo y los silbidos se multiplicaron al final. La chica que teníamos al lado lo resumió en pocas palabras: “¡Qué puta ama!”.

 

“Bizitza Eztia”, que daba título a su trabajo más reciente, siguió engrandeciendo la velada, al tiempo que pensábamos que debería hacer un dueto con Anni B Sweet o Maika Makovski pero ya, a Tulsa la tachó de la lista con “Ni Ez Naiz Penelope” hace un par de años. Como si se tratara de una suerte de aparición fantasmal, cerró el bolo bajando las escaleras y perdiéndose entre el público como las grandes divas del séptimo arte. No habría extrañado si se hubiera montado en un avión de hélices en plan ‘Casablanca’.

Nos encantan esos momentos en los que las cosas no son lo que parecen, pero en el buen sentido, porque no todas las sorpresas tienen que ser desagradables. Lo que se antojaba una noche con una propuesta peculiar acabó transformándose en una de las mejores veces que hemos visto a Verde Prato. Pura escuela de Bellas Artes cien por cien.

jueves, 13 de febrero de 2025

TOC + TATXERS: UNA CATA DE MODERNIDAD

 

 Kafe Antzokia, Bilbao

 

La labor de un periodista musical debería consistir también en prestar atención a esos fenómenos que surgen cada cierto tiempo y suponen un auténtico revulsivo en la escena de un género, agotando entradas por doquier, y muchas veces practicando un estilo que podría considerarse en las antípodas de lo comercial. La historia está plagada de casos de esos que se convierten de la noche a la mañana en el grupo del momento por diversos factores y uno no acaba entendiendo cómo exactamente se ha llegado a esa situación de manera tan sorprendente.

TOC

Esto último lo hemos visto en el ámbito nacional con Alcalá Norte y en el entorno euskaldun bastante están despuntando tanto los mungitarras TOC como los navarros Tatxers, dos bandas contemporáneas de trayectoria más o menos paralela a las que habrá que prestar atención en los próximos años. No demasiados grupos pueden presumir de llenar el bilbaíno Kafe Antzokia una jornada entre semana.

Si nos paramos a pensar sobre ese particular, lo cierto es que no existen demasiados combos cuya asistencia esté garantizada fuera de los fines de semana, pero suponemos que habrá que incluir esa posibilidad dentro del cambio de tendencia que se observa cualquier jueves con aglomeraciones dignas de los sábados de antaño. Al final va a ser verdad eso que se decía en otros tiempos de que eran los nuevos viernes. 

Tatxers

Ya con solo saber que el bautismo de Tatxers proviene de la fijación que tenían por los grupos ingleses, nos predispone muy positivamente hacia su propuesta que lo mismo resuena a Buzzcocks o The Clash que a los peninsulares Biznaga. Diríamos incluso que a veces parecían una versión euskaldun de estos últimos, pero tampoco se olvidan del legado de The Jesus & Mary Chain, The Jam o The Smiths, incluso han aplicado a su estilo la etiqueta de jangle pop, en especial por esas guitarras deudoras de las de Johnny Marr.

Que ahora estén en progresión ascendente está justificado por completo, pues las desmedidas ganas que le echan sobre las tablas no se encuentran con facilidad. Y prestemos del mismo modo atención a composiciones del calibre de “Oasi Bat”, de su último disco ‘Ezpatei Disdira’, que ya se corea como un auténtico clásico, seguro que ha encontrado un hueco inamovible en el repertorio de directo.

Tatxers
 

Se les notó además muy rodados sobre las tablas, tendrán a las espaldas una cantidad considerable de conciertos y con el talento inapelable como el boca a boca más efectivo del mundo, no extrañaría que fueran subiendo escalones en términos de asistencia. Sin duda, es una de esas bandas que hay que ver en la actualidad si uno quiere enterarse de lo que se está cociendo en el terreno del post punk y superar la restrictiva etiqueta de música en euskera. Digamos en este caso canciones del ancho mundo desde una óptica juvenil. 

TOC

A TOC les vimos por primera vez en un BIME y nos sorprendió toparnos con un Kafe Antzokia abarrotado hasta los topes de esa juventud que muchos creen que ya no va a conciertos. En esta ocasión volvieron a repetir la gesta para presentar su reciente ‘Jaioak Hiltea Zor’ y tal vez para confirmar que su poder de convocatoria actual no se debe a una mera casualidad sino a su capacidad para conectar con las nuevas generaciones. Si uno echaba un vistazo al recinto, los veinteañeros eran abrumadora mayoría, alguien con cuarenta para arriba era considerado como una especie de anomalía del sistema. Por si esto podría ser motivo para desechar un bolo, confesar que los melómanos no entendemos de edades ni de otros detalles tan accesorios como el estar o no acompañado.

Tras una introducción con bertsolari que nos sobró por completo (lo siento, somos poco poéticos en ese sentido), no tardaron en dar cancha a lo último editado con temas tan robustos como “Hilkutxa Zuria” o “Zuon Txanpona”, que enfervorizaron de lo lindo a la concurrencia. La verdad es que no hubo que buscar demasiado la reacción del personal, pues la motivación venía casi de serie.

TOC con Jone a la voz.

Por los ánimos desatados cualquiera podría imaginar que se trataba de un combo internacional, pero nada más lejos de la realidad, la vecina Mungia se ha convertido en una suerte de cantera alternativa de la que ya han salido formaciones imprescindibles como Belako, cuya influencia se siente en diversas bandas locales, o estos TOC, destinados a convertirse en su relevo natural, pese a que su propuesta en realidad tampoco sea similar, a excepción de unos pocos puntos comunes.

En “Azken Berbak”, por ejemplo, contaron con la colaboración de Josu Ximun de Belako al teclado y la de una chica llamada Jone, si no me equivoco, con una gran voz y actitud en escena. “Preso Baten Hitzak”, todavía con Josu a las teclas, se transformó en uno de los puntos álgidos de la velada, donde hasta intercalaron un fragmento del “Killing Me Softly With His Song” de The Fugees y llevaron en volandas a una chica.

Josu Ximun de Belako, al teclado con TOC

Pues sí que montaron un fiestón bastante digno para tratarse de un jueves. A pesar de que la primera vez que les vimos no nos epataron a nivel musical, sin duda esa noche aumentaron de golpe nuestra consideración hasta incluirles dentro de esos nombres contemporáneos que deberían escucharse en la actualidad. Fue una cata de modernidad para sacudir nostalgia y mirar hacia un futuro prometedor de una generación capaz de romper antiguas barreras y llevar su música hasta lo más alto. Al tiempo.

jueves, 5 de diciembre de 2024

RICARDO LEZÓN (MC ENROE) + THE NEW RAEMON: TRISTEZA ANTES DE LA ALEGRÍA

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

En estos tiempos de vorágine y atención inmediata siempre conviene reservar un hueco para esas propuestas que probablemente no arrastren multitudes, pero cuya mera existencia ya debería alabarse por ser un bálsamo de tranquilidad en una época frenética que no invita para nada a ello. Armarse de paciencia, desconectar de los usos contemporáneos o de las redes sociales y prepararse para una sesión con emociones a flor de piel.

 

Ricardo Lezón, vocalista y guitarrista de los getxotarras Mc Enroe parece que encontró la horma de su zapato junto al cantautor catalán The New Raemon, pues ambos han alcanzado tal grado de simbiosis que lo increíble es que no se hayan descubierto antes. El pistoletazo de salida de aquella coalición de talentos lo marcó su disco conjunto de 2016 ‘Lluvia y truenos’, al que siguió la preceptiva gira de presentación que cubrimos a su paso por Bilbao.

Casi una década después ambos se reencontraron en un bosque, entendido como ese espacio metafórico de diversas ramas y árboles donde el espíritu creativo de los dos escritores puede fluir sin ningún tipo de cortapisas. De ahí salió otra obra maestra del calibre de ‘Nuevos bosques’, que también tuvo su reflejo en directo en el bilbaíno Kafe Antzokia, un día de esos en los que parece que hay que parar el mundo por el dichoso fútbol. Para los que nos importa un comino esto último, la decisión estaba clara, pero nos agradó comprobar cómo no fuimos los únicos que pensamos así, pues por ahí vimos a unos cuantos conocidos entre el centenar y pico de asistentes que se arremolinó en el recinto.

 

Ricardo Lezón y The New Raemon admitieron en un inicio los nervios, algo comprensible, pues se batían el cobre únicamente con la ayuda de Leia Rodríguez, hija del cantautor catalán, al bajo, y aportando coros que desde luego no pasaron desapercibidos para la mayoría del respetable. La joven intérprete se ganó también la simpatía de la concurrencia, que hasta le pidieron que cantara ella una canción, una petición que fue recibida por la propia interesada con cara de sorpresa absoluta.

Como era de esperar, dieron bastante cancha a su última obra conjunta, con piezas que verdaderamente ponían la piel de gallina, caso de “Era amor” o “Amor mío”, que casualidad abren y cierran su disco más reciente. Ramón se tuvo que disculpar por estar acostumbrado a tocar las canciones “a su rollo”, sin tener en cuenta el apoyo nada desdeñable que les brindaba esa noche la bajista y corista Leia.

 

Una vez hechos los ajustes necesarios, la cita fluyó a un nivel encomiable, con la voz de Ricardo Lezón retumbando en joyas como “Camino verde” y su compañero luciéndose más en “La bondad”. Pese a que el estilo de ambos cantautores al margen de esta aventura, en realidad no tenga mucho que ver, es evidente que han encontrado en esta simbiosis creativa un máximo común denominador que no chirría en absoluto.

Confesaron no saber de qué hablar entre canción y canción, por lo que hasta aludieron al partido de esa noche, pero ahí lo verdaderamente elocuente era la música. Casi un manifiesto podría considerarse “Sombra (Helicon)”, que mencionaba cosas como “las películas en su idioma”, entre otras opciones recomendables de crecimiento personal. Si uno echa un vistazo a sus letras, podría intuir que ambos cumplen el estereotipo de autor atormentado, pero nada más lejos de la realidad, la imitación de Ramón de Tom Waits fue un claro ejemplo del cachondeo que ambos se traen entre manos.

 

Lanzaron del mismo modo alguna pulla a los artistas que no tocan en directo asegurando que los propios fallos se habían convertido en algo entrañable. Totalmente de acuerdo que en tiempos en los que todavía hay bandas que utilizan elementos pregrabados en sus shows, las pifias casi podrían entenderse como rasgos inequívocos del alma de los músicos. La inteligencia artificial seguro que no hace de esas cosas.

En “Triste como un muro” sobresalió la voz de Ramón, así como esa estrofa que decía: “Si me ves triste, es porque llegará la alegría”. La peña por lo general respetó el ambiente íntimo de la velada, supongo que todas las cotorras se quedarían desfogando sus instintos fascistas con el fútbol, el silencio a veces era sepulcral y otros inesperados sonidos, como el del ruido de botellas, se transformaban en inesperados aderezos a las composiciones.

 

Recuperaron material de su anterior trabajo con “La carta” y tanto Ricardo como Ramón se preguntaron: “¿La cantamos los dos?”. Alguien del público se apresuró a responder: “¡Que la cante ella!”, en alusión a Leia, que declinó la propuesta añadiendo que no se sabía la letra.

“Malasombra” fue una de las cimas de la velada, siempre nos agradó ese tono sombrío a caballo entre Nick Cave y el Nacho Vegas decadente, que además se engrandeció con los coros de Leia. “Por fin los ciervos” legó otra interpretación descomunal, con Ricardo subiendo y bajando la voz en función de la intensidad. Más piel de gallina.

 

La homónima “Lluvia y truenos” les quedó muy bien a tres voces y no faltó del mismo modo la inevitable “Gracia”, que Ramón empezó a cantar mientras afinaba la guitarra. Aseguraron además que ellos no eran de los que hacían bises, una actitud que resumieron con la frase: “Cuando se acabó, se terminó”.

El broche llegó con una canción de cada artista, “Electricidad” de Mc Enroe y “Caen los árboles” de The New Raemon, todo muy igualitario, sin egos de ningún tipo, aunque hay que mencionar que el segundo ya era fan del primero antes de conocerse en persona, como nos relataron a lo largo del concierto.

En suma, fue una maravilla para espíritus elevados que ojalá vuelva a tener continuidad en el futuro, ya pasen diez o quince años, aunque confiamos en que no haya que esperar tanto para catar la tercera entrega de una de las coaliciones de autores más robustas del país. La tristeza llegó antes de la alegría. Talento a paladas.

jueves, 4 de julio de 2024

LOS PEPES vs. MUCK AND THE MIRES: EL BEAT PUNK Y LA MULTINACIONAL DE LOS TRES ACORDES

 

Sala Record, Bilbao

 

Siempre conviene oxigenar mente y espíritu acudiendo a un concierto en sala en plena temporada de festivales. Olvidarse por unos momentos de la orgía capitalista de marcas y asistentes a los que se la suda la música y encontrarse con un público quizás no tan numeroso como el de los eventos multitudinarios, pero sí con bastantes más ganas de disfrutar de música en directo sin cortapisas ni postureos de ningún tipo.

Los Pepes
 

Buena dupla se había montado en la bilbaína sala Record con Los Pepes, la banda internacional de punk formada en 2012, no los históricos valencianos del mismo nombre, ni tampoco los paramilitares que mataron al narco Pablo Escobar. Les acompañaba otro grupazo tan enérgico como los bostonianos Muck and the Mires, cuyo sonido bebía a paladas de Ramones y The Beatles, por lo que no había razón sensata para faltar a tan magno evento.

Por desgracia, la época estival resulta muy dura para programar bolos en salas, incluso aunque el plantel estelar fuera atractivo para cualquier fan del punk o del rock n’ roll en general. A pesar de la complicada coyuntura, muchos de los habituales del panorama concertil se animaron a acudir y a buen seguro la mayoría agradecería al final haber formado parte de aquella inapelable descarga que tuvo lugar en el recinto.

Muck and the Mires
 

En primer lugar, Muck and the Mires calentaron el ya caldeado ambiente con su sonido Merseybeat de actitud punk. Tras un caótico inicio con un desagradable pitido y algún problema con las voces, no tardaron en encontrar su sitio, tanto a nivel musical como en el escenario, y lo demás fue como un tiro. Pocas veces nos habíamos topado con un grupo heredero de los Fab Four tocando su rollo a semejante velocidad, pero eso no era nada comparado con lo que nos esperaría posteriormente.

“Break It All” o “Caught in a Lie” certificaron la profunda huella que dejaron en ellos los primeros Lennon y McCartney, pero también se acercaron al power pop de The Rubinoos con “Too Soon To Fall In Love” o “Good Enough” y rindieron homenaje a sus paisanos garajeros The Barbarians con “Hey Little Bird”, el primer single que sacaron las leyendas de Boston originales en 1964.

Intentaron recrear el ambiente de fin de semana, por lo que nada mejor que recurrir a “Saturday Let Me Down Again” y “I’m Your Man”, dos bombazos capaces de atrapar en las distancias cortas hasta al más reticente. Por falta de tiempo, nos quedamos con ganas de saber qué era exactamente lo que estaba apuntado como “Ramones” en el setlist, pero se trataría de algo inmenso relacionado con los de Queens fijo. Nunca el beat sonó tan punk.

Los Pepes
 

Y Los Pepes no desaprovecharon la ola en la que nos montaron a todos los teloneros para demostrarnos que ellos todavía podían tocar más rápido. Dicho y hecho. Como si se apretara un interruptor, un aguacero punk cayó sobre los asistentes en cuanto pisaron el escenario, con picos álgidos del calibre de “I Want You Back”, cuyo potencial se incrementaba además por el volumen altísimo. Mira que estamos acostumbrados a aguantar tormentas sónicas, pero lo de esa noche igual hasta era demasiado. El mejor antídoto natural contra cotorras.

Hay grupos que les escuchas en disco y tampoco es que digan gran cosa, pero es luego en los conciertos en vivo donde se crecen y dan todo lo que pueden dar de sí. Tal es el caso de Los Pepes, que cobran verdadera dimensión sobre los escenarios, pegando saltos como Ramones y con una inaudita rapidez que casi les coloca en una imaginaria carrera contra el tiempo. 

Los Pepes
 

Valga a modo de muestra de la profunda concentración del personal en el show, decir que en un momento dado se incitó a dar palmas, pero la propuesta no fructificó en absoluto, no se admitían pachangas para verbeneros. El único respiro que se permitió esta multinacional del punk en las tablas fue alargar una pieza, porque en algún instante había que descansar, digo yo. A ver quién aguantaba tanta caña a ese endiablado ritmo.

Uno de los guitarras confesó que “Blur The Lines” era su preferida, si no nos equivocamos, y lo cierto es que ese era precisamente uno de los temas más destacados de su último disco hasta la fecha, ‘The Happiness Program’. Amagaron con tocar una balada porque notaron cansada a la peña, pero hubo unos cuantos pogos a lo largo del show. Complicado se tornaba permanecer impasible ante tal derroche de electricidad desbocada.

Los Pepes
 

“Never Get It Right” era otro glorioso ejemplo de ortodoxia punk, a los aficionados al género casi se les podrían humedecer los ojos con cada comienzo de canción. Las camisetas de The Saints o Les Lullies que portaban los diferentes miembros nos aseguraron que sus referencias eran las adecuadas y a la vez que en ese momento no se podría estar en un lugar mejor.

El trallazo “Action” nos terminó de colocar en una nube de la que nunca apetecía bajarse. Dicen de ellos que son los Motörhead del power pop, por su voluntad de oficiar a piñón fijo podría ser, aunque en realidad sus coordenadas parecen más ubicadas en la primera oleada del 77. Bueno, un ramalazo a The Only Ones, The Boys o los grupos de chicas de los sesenta ya tienen.

Y pensar que estuvimos a punto de perdernos esta inapelable descarga por pura vagancia, menos mal que lo que escuchamos en estudio ejerció de suficiente gancho. Así que ya lo saben, la próxima vez que el beat punk o esa multinacional de los tres acordes llamada Los Pepes recale por su ciudad, acudan a la cita sin dudarlo. Soltar tanta adrenalina debería ser obligatorio por prescripción médica.