jueves, 10 de diciembre de 2015

QUAOAR + CLOCKWORK PSYCHO: HIJOS DE SEATTLE Y MASCADORES DE TABACO



Kafe Antzokia / New Pecata Minuta, Bilbao

Quién nos iba a decir hace unos pocos años que la capital vizcaína se convertiría en un punto de referencia ineludible de las giras internacionales hasta el punto de rivalizar con las grandes urbes de Madrid o Barcelona en cuanto a número de salas disponibles. O que incluso barrios antaño residenciales albergarían en su seno una variedad musical a la altura de cualquier festival.

Quizás fuera simple conjunción de los astros, pero eso precisamente sucedió en la bilbaína zona de Santutxu un pleno viernes cuando coincidieron los rockabillies Mud Candies en un garito de marcha local, y a pocos metros, desde Eslovenia se acercaron los psychobillies Clockwork Psycho hasta el New Pecata Minuta, que estrenaba esa noche programación internacional y demostró cumplir en cuanto a sonido las condiciones óptimas para el disfrute de espectáculos de este tipo, exceptuando tal vez la excesiva luz del recinto que resta algo de magia. Y en La Nube, el otro templo circundante de las actuaciones en directo, también había bolo. ¿Algo más?

Clockwork Psycho en el New Pecata Minuta.
 No se congregaron demasiados fieles empero para la primera fecha peninsular de los centroeuropeos Clockwork Psycho, aunque se dejaron caer por allí los habituales del rollo. En formato trío apañado, estos oriundos de Ljubljana insuflaron en un comienzo ecos de Tarantino y no tardaron en preguntar si preferíamos que se movieran más al punk o al “billy”. Justo unos instantes antes un conocido de la escena se quejaba de la deriva punkarra de muchos grupos del género, por lo que la suerte estaba echada. Acertaron de inmediato con la versión country macarra del “Rebel Within” de Hank Williams III, muy llevada a su terreno y que les consolidó como unos dignos mascadores de tabaco.

Se regodearon en esa línea con “Little Monkey”, frenética y con poso fronterizo, del mismo modo que “Today I Met The Maker”, que también serviría de banda sonora para un western aguerrido. Con temas de apenas dos minutos atropellándose unos detrás de otros, era complicado bajarse de la locomotora, a no ser que condescendieran en la clásica fijación del psychobilly por los viejos éxitos ochenteros, caso del manido “Sweet Dreams (Are Made Of This)” de Eurythmics, que sonó bastante más elegante que la de Manson.

Apañados y fronterizos.
 Con el fiestón que había montado nos dio una pena inmensa tener que largarnos para al Antzoki, aunque todavía pudimos catar un “I Don’t Give A Fuck” casi hardcoreta en el que mandaron cantar al personal. Muy aceptables, en definitiva, estos eslovenos, cuyo concurso se pasaba tan deprisa como sus canciones. ¡Que vuelvan un día menos ajetreado!

La otra visita a los Quaoar desempolvando el legado de Pearl Jam y otras leyendas de Seattle mereció asimismo el esfuerzo, una ocasión probablemente irrepetible, marcada además por la muerte del líder de Stone Temple Pilots Scott Weiland la jornada anterior. Lástima que debido a desplazamiento y demás nos perdiéramos una parte importante de su show, pero por fortuna llegamos a tiempo para uno de los picos reseñables con el “Better Man” y “Jeremy” de Eddie Vedder y compañía, ambas muy dignas, clavando incluso los gorgoritos del de Illinois.

Lo cierto es que a los bilbaínos les pegaba bastante la tónica de la velada, en especial por ese leve deje alternativo que siempre ha convivido en su música entre las influencias de Opeth o Jeff Buckley. Estaba claro que un repertorio de esas características suscitaría la aprobación de una considerable muchedumbre, aunque aquello tampoco estaba lleno a reventar, como pronosticábamos tras la olla a presión que se vivió en la presentación de su último disco en el mismo recinto.

Iñigo, vocalista de Quaoar.
 Precisamente, tal vez rememorando aquella ocasión, invitaron al cantante de los teloneros de aquel entonces, Old Days Dawn, y poco después se arrancaron con “Them Bones” de Alice In Chains, otra de poner pelos de punta a los fans de las camisas de cuadros y a los hippies barbudos psicodélicos que pululaban por allí. Aparte de la inmensa labor a la voz de Iñigo, que realzaba cada corte con el buen hacer que le caracteriza a las tablas, hay que destacar la labor de los guitarristas, que sobresalían sobre todo en las composiciones más contundentes y con mayor desarrollo instrumental.

Al desmelene generalizado del “Dam That River” de los chicos de Layne Staley, siguió la nota emotiva con el preceptivo homenaje a Scott Weiland mediante un “Big Empty” al alimón entre Iñigo y el forajido local James Room, muy conseguida además por los tonos graves de este último. Y en esa tónica, entró cual lingotazo el “Would?” de Alice In Chains, algo tan decadente como la vida descontrolada del propio ex Velvet Revolver.
 
Los guitarristas también tuvieron su protagonismo.
“Es un showman”, repetían entre la concurrencia acerca de la imponente tarea que estaba realizando el voceras, y eso quedó constatado de nuevo con el inmortal “Black Hole Sun” de Soundgarden. Casi de otra dimensión fue “Black”, del grupo principal de la velada, reproduciendo al milímetro los gorgoritos finales de Vedder y sentando cátedra en un in crescendo eléctrico de copa y puro. Alucinante.

No se entendería un tributo a la escena noventera sin acordarse de “Alive”, uno de sus himnos mayúsculos en el que el vocalista bajó las escaleras para cantar el estribillo ante un corro de fieles féminas mientras las guitarras recargaban pilas ante un solo estratosférico de los de quitar el hipo. Mucho nivel.

“Ojalá podamos volver a hacer algo parecido”, dijo el frontman dejando claro que para ellos había sido algo totalmente especial. Y a buen seguro al otro lado de la barrera pensarían igual, la pose de Jesucristo de Iñigo tal vez no fuera por completo casual, aquella noche en realidad todos los congregados eran hermanos, hijos de Seattle, de hecho. Olía a espíritu adolescente.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA









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