lunes, 14 de diciembre de 2015

ZODIAC: LOS VAQUEROS DESGASTADOS



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay algunos que prefieren los trajes, otros la ropa que se cae a pedazos. La de veces que habremos escuchado en la infancia y de adolescente aquello de “Vas como un pordiosero”. Daba igual que respondiéramos que en realidad nos gustaba ir así y que era una cuestión de principios, nadie parecía entender una aparente dejadez que no era tal, sino reivindicación de los objetos personales con alma que tras un tiempo considerable pasan a formar parte de tu propia trayectoria vital y resulta complicado desprenderse de ellos.

Una actitud que seguramente comparten los germanos Zodiac con su indisimulada admiración hacia los sonidos de los setenta y esa filosofía de antaño de tirar millas, cuando las bandas se hacían grandes en base a sus directos. Enseñanzas que parecen haber seguido al milímetro los de Münster con una carrera ascendente que cristalizó en una primera gira como cabezas de cartel en Alemania el año pasado, producto de la cual registraron su reciente álbum en vivo ‘The Road Tapes Vol.1’.


Y ahora se embarcaban en esa misma empresa por la península, una propuesta arriesgada para cualquier grupo con aspiraciones a ser profetas más allá de su tierra. Ya habían recorrido con anterioridad la piel del toro, dejando gratas sensaciones entre la concurrencia en aquella gira que compartieron junto a los colosos en su rollo Spiritual Beggars.

Tal vez fuera por esa saturación de conciertos que nos comentaba una colegui, pero lo cierto es que los alemanes no consiguieron arrastrar a multitudes en su estreno por su cuenta en estos lares. Apenas una treintena de personas se animaron a acercarse a un recinto que se les quedó inmenso, habida cuenta de que habían cambiado además el bolo al piso de abajo del Antzoki, renunciando de esta manera a la intimidad que siempre proporciona la planta superior.


Merece destacarse una vez más que es en estos lances donde se forjan los auténticos profesionales, esos capaces de marcarse un recital de órdago ante unos escasos fieles. Zodiac pertenecen sin duda a esa insigne estirpe y así nos lo hicieron saber desde el comienzo con “Drown”, primer corte de su maqueta del 2011 y todo un guiño a sus inicios.

Pese a que en un principio pudieran hacer gala de esa frialdad tan propia de la Europa norteña, no tardaron en desfogarse poco a poco con el hard rock con agallas de “Horrorvision” y captaron de inmediato el interés de los presentes con “A Bit Of Devil”, donde sacaron a relucir unos coros compenetrados y un considerable rodamiento en escena.


Iban tomando confianza con el expectante respetable y el voceras Nick Van Delft trataba de romper el hielo, aunque sea a base de tópicos, como al reivindicar la libertad de pensamiento en el enérgico medio tiempo “Believer”, de aire clásico y con ese regusto en el paladar de los caldos de calidad. Su competencia era incuestionable, eso se advertía en las piezas extensas en las que se liaban la manta a la cabeza y se dejaban llevar por una suerte de improvisaciones calculadas, aunque esto pueda parecer una contradicción en sí misma.

Tuvieron a bien combinar las divagaciones con los disparos certeros, caso de “Moonshine”, un in crescendo no exento de contundencia, o “Swinging On The Run”, en la que hablan del negocio discográfico, “un lugar no muy adecuado para entrar”, según afirmaron. Aquí aprovechó el cantante para explayarse a las seis cuerdas y nos legó un solo mayúsculo, muy reseñable además su habilidad en este aspecto.


Preguntaron si nos gustaba “el blues de la vieja escuela” y ante la abrumadora respuesta se arrancaron con “Blue Jean Blues”, uno de los puntos álgidos de la noche y una auténtica delicatessen para sibaritas, esos que gustan saborear las sobremesas de copa y puro. Una vieja canción de ZZ Top a la que insuflan vida propia y un sentimiento a la altura de la original, alguno incluso soltó un “¡Wow!”. Había que ser de piedra para no sucumbir a los encantos de un blues eléctrico en la escuela del “Since I’ve Been Loving You” de Led Zeppelin. Pura crema.

Cambiaron de tercio con las cabalgadas a lo Thin Lizzy de “Holding On” y “Free” evocó punteos hendrixianos y el aroma vetusto de la cuenca del Misisipi. La poca afluencia no impidió que fueran vitoreados en repetidas ocasiones, en especial cuando homenajearon al maestro Neil Young en la inmensa “Cortez The Killer”, muy fiel a la original y bordando las partes instrumentales, a las que añadieron una potencia inédita. Ante tanto despliegue de clase era complicado permanecer impertérrito, por lo que muchos no pudieron evitar aplaudir de improvisto. Normal, aquello era un manjar muy exquisito.


Habíamos entrado en calor hacía tiempo, e incluso teníamos algún fan en primera fila que se sabía todas las canciones, pero anunciaron que “Coming Home” sería la última, otra inmensidad para degustar en sus más de quince minutos en directo. Volvieron a sobresalir en el tema de los punteos y a consagrarse unos expertos en el asunto, pues no es fácil mantener la atención sin caer en el aburrimiento o en la masturbación inmisericorde de mástiles. Poseían clase, o talento, que cada cual lo llame como quiera.

Parecía que nadie se animaría a pedir bises en un principio, pero al final se escucharon los consabidos gritos de aprobación, por lo que retornaron para una única propina. Un catálogo de tres discos en estudio ya hubiera dado para estirarse un poco más, pero nos quedamos con el espíritu de esos vaqueros desgastados, esos que olían a aceite y gasolina y que podrían hacer a cualquier hombre feliz si los consiguiera recuperar. El valor de las pequeñas cosas.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

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