viernes, 11 de diciembre de 2015

SISTER COOKIE: UNA DIVA BAÑADA EN WHISKY



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay música que casi no se entendería sin el humo de cigarrillos. Ni tampoco sin el tintinear de copas. Nada de vulgares reuniones de borrachos, aquí hablamos de gente con clase, caballeros y damas expertos en mantener la compostura e ignorar los efectos adversos del alcohol. Y de fondo, bajo una luz tenue, suena una melodía que tal vez embriague tanto como los fuertes licores espirituosos que sirven en el local. Un garito de los de antes en los que te recibía la niebla de la nicotina con una densidad tal que a veces hasta picaban los ojos del veterano fumador.

En un ambiente similar se crió la explosiva cantante y pianista de rhythm & blues Sister Cookie, que ya siendo una adolescente comenzó a patearse los  tugurios de la escena retro londinense hasta recalar en sitios de indudable prestigio del estilo del Lady Luck Club, donde se convirtió en toda una estrella gracias a sus versátiles actuaciones que combinaban soul, rock n’ roll primigenio, ska, góspel o el inevitable rhythm & blues. Una mezcolanza que se erigía en su principal valor ante tanto encorsetamiento de género.


Tras acompañar a bandas como Mambo Jambo, Ray Collins Hot Club o Soulful Orchestra, esta dama de origen nigeriano venía en solitario a la península en una gira que la anunciaba como a una auténtica diva en lo suyo. Bueno, tal vez exageraran un poco, porque tampoco contaba con demasiado material propio para pegar una escucha previa, la mayoría de sus canciones se componía por versiones ajenas, pasadas por el tamiz de su portentosa voz, eso sí.

Nada hacía presagiar que un pleno puente el Kafe Antzoki registrara una más que considerable afluencia de peña pudiente y elegante, con la media de edad elevada por las nubes. Debido a la cantidad de gente que ocupaba las escaleras destinadas a fotógrafos, la propia artista incluso tuvo que pedir permiso para poder subir al escenario, algo inaudito y que reflejaba la absoluta expectación creada en torno a su figura.


Precedida por una solvente banda que ejecutó una intro instrumental, la diva de ébano Sister Cookie salió whisky en mano e hizo gala de un desparpajo total sin que se supiera a ciencia cierta si era provocado por la bebida o tal vez estuviera en su naturaleza parlanchina. El primer pico llegó con “Unchain My Heart” de Ray Charles, que popularizara posteriormente Joe Cocker, más cercana a la original que a la del león de voz aguardentosa, pero que supo manejar con la dignidad necesaria, una de esas piezas para perderse en un mar de humo.

“Trouble” de Elvis Presley fue otra de las tonadillas mejor recibidas por ese público maduro que tampoco exigía demasiado el año bisiesto que les tocaba salir. Y en “He Is The Boy” cambió por completo de rollo con un ska en el que sobresalió ese saxofonista que se antojó una de las estrellas de la velada, haciéndose notar y reivindicando su espacio frente a un resto de compañeros a los que no se podía achacar falta de pericia.


El “Funnel of Love” de Wanda Jackson no anduvo desprovisto de clase y en el “I Put A Spell On You” de Screamin’ Jay Hawkins el vaso de whisky que llevaba en la mano cobró relevancia y se transformó en algo más que un simple objeto. Un complemento indispensable en la canción que otorgaba credibilidad a una de las composiciones más sensuales de todos los tiempos.

Decían algunos que la diva no estaba en su mejor momento vocal, aunque un servidor desde la vanguardia no escuchó demasiadas irregularidades al respecto, más bien lo contrario, brilló con luz propia y demostró que posee el talento suficiente para dedicarse en cuerpo y alma a esa trayectoria en solitario, que acaba de inaugurar, como quien dice. No se puede estar viviendo por los siglos de los siglos del cancionero ajeno, por muy bien que esté interpretado.

A veces se la notaba empero un poco sofocada, tal vez por ello desapareció de improvisto de escena y dejó el muerto a sus acompañantes, que tuvieron cada uno su minuto de gloria. El contrabajista aporreaba las cuerdas mientras silbaba, el guitarrista se arrancó con unos punteos deudores del surf rock y finalmente el batería, tras darle al asunto durante un rato, se levantó y golpeó sus baquetas en el contrabajo creando un curioso efecto.


El saxo se desató en “Keep Your Hands On The Plow” antes de que la inmensa londinense presentara “How Could I Help But Love You” como una “sensual canción de amor”. Y el líquido elemento a su vera volvió a hacerse notar en “Please Mister Jailer”, un blues de copa y puro que anchaba su paleta estilística.

Quizás abusara un tanto del sonido ska, al llevar a ese terreno el “Summertime” de George Gershwin, aunque el toque añejo lo convertía en algo perfectamente digerible para aquellos que odiamos a muerte ese género. Tuvo la diva incluso un arrebato de amor fraternal al confesar que el whisky le hacía “amarnos más”, ya se sabe que con tres o cuatro copas se empieza a querer a todo el mundo.

Y sin despegarse de su querido amante, entonó “Work Song”, previamente a unos bises que la concurrencia exigió a grito pelado. No retornar de ipso facto hubiera sido de sinvergüenzas, pues apenas llevaban una hora sobre las tablas, pero la morena agradecida aprovechó para presentar a la banda, marcarse unos bailecitos descalza y finiquitar con un “Shakin’ All Over” de Johnny Kid & The Pirates con punteos surf rock tarantinianos donde se lució de lo lindo el guitarrista. 


Eso de terminar antes para prolongar los bises es un truco vetusto de los inicios de la humanidad, pero hay que destacar que por lo menos la señora correspondiera al personal irrumpiendo en escena hasta dos veces más con “Where’s My Money”, diciendo que “su dinero estaba en todos nosotros”, y con el clásico de Ray Charles “What I’d Say”, en la que los fieles contestaron con aullidos tribales.

Un recital respetable, digno, aunque por debajo de las expectativas creadas, y con una diva que parecía bañada en whisky, dada su notable afición y ensalzamiento de esta bebida. Dicen los expertos en la materia que la edad solo indica el tiempo que ha estado en un barril, no lo bueno que es. ¿Podría aplicarse lo mismo a este huracán negro?

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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