lunes, 15 de febrero de 2016

DISCÍPULOS DE DIONISOS: PUNKI GUARRO



Satélite T, Bilbao

Ceder a los bajos instintos a veces supone toda una liberación. Tantos siglos de moralidad cristiana y herencia grecolatina han entronizado el amor romántico como ideal supremo al que puede aspirar cualquier ser humano. Eso ha sido así hasta hace prácticamente cuatro días antes de que feministas y otros grupúsculos radicales se lanzaran a degüello contra ramos de rosas, piropos y otras sutiles formas de dominación patriarcal, incluida la propia lengua castellana, esa que hablan millones de fascistas e invisibiliza a mujeres desde tiempos inmemoriales. Que vuelva Torquemada a poner orden.

Estos adalides de las buenas costumbres seguramente encontrarían muy ofensivas las letras de los donostiarras Discípulos de Dionisos, que según cuenta la leyenda se conocieron en un instituto intercambiando películas pornográficas, discos y otro tipo de sustancias adictivas. Ante una rutinaria realidad, no tardaron en disfrutar del favor del público, que agotó las 300 copias de su primera maqueta en apenas dos semanas, al tiempo que se abrían hueco en el panorama del punk rock estatal como siempre se ha hecho, con incendiarios directos.


Pertenecientes junto a Señor No o Nuevo Catecismo Católico a esa escena giputxi que tomó como base de operaciones los locales de Buenavista, son algo más que una banda, una especie de culto a la irreverencia y a lo políticamente incorrecto, un azote de timoratos, susceptibles e hipócritas. Como bien dicen en la introducción de su disco ‘Los Enigmas de la Conducta Humana’, “grupos como este solo hay uno y cuando desaparezcan ya no habrá ninguno”.

El indiscutible tirón del que gozan entre sus seguidores quedó patente con la ingente multitud que abarrotó el Satélite T, con muchos que tuvieron que permanecer al raso por motivos de aforo. Y eso que se trataba de un día lluvioso, de lo más desapacible, en el que lo que menos apetecía era dar vueltas por ahí. Pero los parroquianos tenían una cita ineludible igual que si fuera una misa de doce, había que renovar votos y abrazar de nuevo la fe en el descaro y la autodestrucción.

Los donostiarras exhibieron actitud a raudales.
 Con un ligero retraso y el recinto a punto de desbordarse, Discípulos de Dionisos juraron de primeras fidelidad a los principios ramonianos de velocidad y melodía mediante “Vidas Cruzadas”, un auténtico trallazo para desbordar los ánimos de la concurrencia y convertir de inmediato al culto, si es que existía por ahí todavía algún neófito.

Un peculiar sentido del deber apareció en “Mi Obligación”, que los aproximó ligeramente al power pop, antes de pisar a fondo el acelerador en “Comer, Beber, Amar” y su himno “Coca Ardiendo”, donde ejecutaron su famoso numerito de tirarse cera de vela en el pecho. Sin apenas desfallecer, iban soltando temazo tras temazo en uno de esos bolos frenéticos a la vieja usanza, sin brasas inútiles, a piñón fijo, con el objetivo prefijado de dejar exhausto a cada uno de los emocionados asistentes, que no dudaron en montar algunos pogos.

Dieron rienda suelta a parafilias particulares con “Látigo Rojo” y no dudaron en desvelar sus profundos pensamientos en “Introduzco Mi Dedo en Tu Interior”. Qué espíritu más adecuado para afrontar el fin de semana de San Valentín, esto sí que era puro romanticismo, sin sutilezas. ¿Acaso no es el amor una desviación enfermiza de la pulsión sexual?

El eterno tema de las apetecibles jovencitas apareció en “Seventeen” y no fue nada necesario llamar a filas con “Soldados del Orgasmo”, cualquiera podría haberse alistado sin problemas en ese irreverente ejército. Echamos de menos su recuerdo a la diva del porno Traci Lords, pero en cambio tuvieron tiempo para otro protagonista de tan insigne género cinematográfico en “La Hora de Ron Jeremy”. Ni un minuto de respiro.

Otra piedra angular fue “Cuarto Oscuro”, que cayó con la misma saña con la que la lluvia casi anegaba el exterior. Seguía el repertorio sin conceder tregua con “Corazón Salvaje” y “Ella Se Alimenta de Esperma”, dos piezas que podría haber escrito tranquilamente el gurú Charles Bukowski. Y “Fin de Semana Eterno” estuvo dedicada al recientemente fallecido Paco Rufus, agitador cultural y figura clave del rock n’ roll nacional que siempre apostó por el talento emergente.

La olla a presión que montaron explosionó en su clásico a cien revoluciones “Vagina Eléctrica”, donde se regodearon en los redobles tribales, único remanso de paz del bolo. Y volvieron para unos bises que se esfumaron tan rápido como el resto del show con la sorprendente versión de Misfits “Skulls” y “Vas a probar mi puño”, otra de sus habituales piezas cariñosas que terminó de engorilar a un respetable variopinto con rockers, joveznos punkis y una nada desdeñable porción de hembras de buen ver que no tenían pinta de escandalizarse en absoluto por la sinceridad letrística dionisíaca.


 ¡Que os den por San Valentín!”, desearon a los asistentes a modo de despedida y uno hubiera rogado para que se tiraran tocando otra hora más por lo menos. Pero es lo que tienen los recitales de este tipo, cortos como un orgasmo, directos y al grano, sin magrear ni calentar innecesariamente.

Lo suyo fue algo más que una sesión de punki guarro, uno de los bolos más auténticos que hemos visto en los últimos meses de rock n’ roll macarra, punteos al tuétano y ese necesario descaro que mantiene a la música con agallas a salvo de advenedizos y otras endebles criaturas que se van moviendo al son del sol que más calienta. Un polvo rápido, pero de sentar cátedra, que vuelvan cuanto antes.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA






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