jueves, 29 de septiembre de 2016

DAVID MARKS & THE A-PHONICS: UN BEACH BOY PERDIDO



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay gente que sabe rentabilizar al máximo su tiempo. Puede que tampoco sean de los que hacen mil y un cosas en un instante, pero disponen de la suficiente capacidad para que los minutos empleados no caigan en saco roto y gracias a ese esfuerzo puedan vivir cómodamente una larga temporada. Estirarse bien en un momento concreto y no volver a moverse casi en lo que resta de vida.

Algo similar le ha sucedido a David Marks con The Beach Boys, pues formó parte de la mítica banda durante su primera época, un año escaso que le cundió bastante hasta el punto de grabar sus referencias indispensables ‘Surfin’ Safari’, ‘Surfin’ USA’ y ‘Surfer Girl’ y luego décadas después participar en la gira de cincuenta aniversario del grupo. Desde luego amortizó a tope la compañía de Brian Wilson y los demás.


Todos los días uno no tiene la oportunidad de ver a uno de estos supervivientes de la playa, por lo que no esperábamos ni remotamente que una leyenda de semejante calibre apenas congregara a unas 60 personas. Quizás influyera el hecho de que su periplo peninsular incluyera bastantes fechas, entre ellas las tres capitales vascas y hasta las fiestas populares de Reinosa. Venía acompañado además del dicharachero Fernando Pardo (Corizonas, Sex Museum), cabeza visible de The A-Phonics, encargados de dar la réplica surfera al maestro Marks.

No puede decirse por tanto que hubiera un ambientazo tremendo para recibir a David Marks, que apostó fuerte desde el inicio con un “Surfin’ Safari” en el que se reveló un más que aceptable estado vocal. Los coros tampoco desentonaban demasiado, tal vez el aspecto más complicado de cumplir en las distancias cortas a la hora de abordar el catálogo de los chicos playeros.

David Marks con su escudero Fernando Pardo.
 Pero no se trató de un fusilamiento inmisericorde a himnos encumbrados, sino  que se rescataron asimismo piezas de The Marksmen, combo de surf rock instrumental creado tras su tumultuosa marcha de The Beach Boys en la que hubo hasta puñetazos. Por ahí sonaron “Kustom Car Show” o ese “Food Fair” que el propio Marks confesó haber escrito con “14 o 15 años”, aparte de otras versiones que Wilson y compañía solían hacer en la época, caso del “Louie, Louie” de The Kingsmen.

Los punteos a las guitarras crecían por momentos, legando momentos impecables en las instrumentales surferas tipo “Stoked” o en ese “409” del debut de los Beach Boys, en la que Fernando Pardo exhibió posturitas de estrella del rock. “Little Deuce Coupe”, otro de los clásicos primerizos, no resultó tan coral y viró más hacia el rock n’ roll tradicional antes de que Marks y sus “afónicos” se perdieran en otra de sus instrumentales surferas, quizás abusaran un tanto de este recurso que al principio otorgaba cierto aire entre himnos y al final se tornó cansino por su excesiva repetición.

Los A-Phonics, acompañantes de altura.
 “Me encanta el sonido de los Beach Boys”, confesó Marks en un momento dado. No hacía falta jurarlo, porque anda que no ha rentabilizado su breve estancia entre ellos, tuvo suerte de que en esa época pillara ese ritmo endiablado de tres o cuatro discos por año. A ver quién se atrevería a algo semejante hoy en día.

“Echa fuego David Marks”, así espoleaba un contenido Pardo a su compi momentáneo de filas, consciente de que no era la ocasión para largos monólogos, sino que lo suyo era ceder todo el protagonismo a la leyenda de la velada, sin injerencias de ningún tipo.

El sonido guitarrero daba gloria escucharlo, pese a que a veces pecaran de excesivo clasicismo, caso de su versión del “Summertime Blues” de Cochran, otro de esos homenajes que solían tributar en sus inicios. Y en “Let’s Dance” o “Do You Wanna Dance?” uno percibió también cierta falta de garra, era imposible no acordarse de la manera frenética en que interpretaban ambos temas los Ramones, con eso en mente, casi parecían tocadas a cámara lenta.  


Habían caído unas cuantas piedras angulares de la historia del rock, pero el personal tampoco andaba muy entusiasmado, algo que cambió de repente con el inevitable “Barbara Ann”, que Fernando bautizó como “Bárbara Rey”, y otra de las ineludibles, “Surfin’ USA”, que no desentonó en absoluto, aunque no llegó a la categoría de memorable.

Ante semejante subidón, la peña pidió más bises, pero no estaban por la labor, ya habían cumplido, pese a que el set list colocado en el suelo indicara lo contrario. Esto es una de las leyes inmutables de los bolos, cuando el respetable solicita otro tema, hay que atender las peticiones, es el equivalente a cortar una oreja en el mundo taurino. Y no atender tal muestra de afecto es quedar muy mal.

Salvando este pequeño inconveniente, lo cierto es que moló contemplar a escasos metros a este Beach Boy perdido en la inmensidad del surf instrumental, aunque unas cuantas piezas de este tipo ya se podría haber ahorrado. Por lo menos pillamos un leve bronceado.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
                                                           

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