jueves, 20 de octubre de 2016

BABY SHAKES: UN FIESTÓN DE TÍAS



Sala Satélite T, Bilbao

En cualquier jolgorio que se precie debería haber féminas de por medio. Advertencia para las susceptibles, no hablamos de andar retozando por ahí, sino de que la exigible igualdad llegue también al campo de la farra. Muerte inmisericorde a los campos de nabos en los que languidecer y quizás cortarse las venas viendo cómo los minutos pasan con una lentitud extrema. Hay cosas que tendrían que prohibirse en aras de la salud mental.

Y es que uno ve a las chicas de Baby Shakes con sus tacones, tan bien vestidas a lo Dum Dum Girls y con ese halo vintage que otorga elegancia casi de forma automática y de inmediato se iría de garitos con ellas. No en vano su música es como un algodón de azúcar, un compendio de melodías pegadizas de inequívoco espíritu pop pero con la tralla de los Ramones, el macarrismo vetusto de New York Dolls y el poso nostálgico de Ronettes y demás grupos femeninos de los sesenta. Un chicle de fresa que se engancha al instante en el paladar.


Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, hace falta un motivo de peso para que una persona decente se levante un domingo al mediodía, aunque con la programación de los Rabba Rabba Hey en el Satélite T no resulta difícil armarse de valor y acudir a esas sesiones matinales que se han revelado como un rotundo éxito de asistencia. Y esta ocasión por supuesto no fue la excepción, con una nutrida afluencia dispuesta a entregarse a ritmos facilones, nada enrevesados, hechos básicamente para pasar un buen rato sin mayores pretensiones.

Podrá sonar a tópico infecto buenrollista, pero Baby Shakes en directo son como un rayo de sol en un día nublado o la sonrisa deslumbrante de una chica atractiva, un motivo más que suficiente para saltar de la cama aunque uno haya llegado a las tantas el día anterior. Su fidelidad al verano queda patente en “Summer Sun”, que sigue la senda de The Beach Boys, Airbag y tantos admiradores confesos de los meses estivales, esa época de relajación para la mayoría de los mortales en la que aflojar el pistón.

Chicas elegantes con cierto aire a las Dum Dum Girls.
Ellas sin embargo no disminuían en absoluto su ímpetu ramoniano, con coros dulzones a lo Pantones y movimientos delicados de muñequitas que en realidad poco se corresponden con la contundente garra de su música. Ni hablar ni afinar ni demás rollos, iban como un tiro enlazando pildorazos destinados para el consumo inmediato, caso de “Teenage Cloud” o “Sugar High”, piezas que uno podría imaginar sin problemas en un baile de graduación americano.

Se atusaban de vez en cuando el pelo como acaloradas y a veces por sus gestos se asemejaban a una especie de dibujo animado de esos de los que no sabes exactamente por qué, pero te hacen gracia. Basta escuchar “I’ll Be Alright” para concluir que no se necesita demasiado para alcanzar un estado de felicidad plena, unos pocos acordes y una melodía para tararear en la ducha, no pasarán a la historia del rock n’ roll, desde luego, pero las ganas de diversión que contagian no te las quita nadie.


El cartel de Rabba Rabba Hey que pululaba por el recinto era un caramelito demasiado suculento para obviarlo, sobre todo en una banda con tanta influencia de los eternos neoyorkinos que gritaban “Hey Ho, Let’s Go”, por lo que no tardaron en colocarlo al lado del batería. Para que quede claro, el que viniera a deleitarse en acordes y giros imposibles se había equivocado de bolo.

Con la velocidad endiablada que llevaban, no era de extrañar que su recital se esfumara con la misma rapidez con la que desaparecían en la infancia las bolsas de golosinas que uno se atrevía a compartir. Ni las raspas sobraban en este cóctel de sabores ya de sobra conocidos, pero a los que no importaba volver cada cierto tiempo, para rememorar cuáles deberían ser los ingredientes fundamentales en cualquier fiestón.


Se hacían selfies con el público por detrás y tras el trepidante rock n’ roll “Stuck On Blue” uno casi podría casarse con ellas. Y qué decir del momento de los bises, que abrieron con el “I Wanna Be Loved” de Johnny Thunders & The Heartbreakers, el príncipe de los malditos, imprescindible para animar un garito repleto de peña entendida en la materia. Y no menos deslumbrantes fueron el “Teenage Kicks” de The Undertones, que a este paso va a convertirse en el tema más versionado últimamente en el Satélite T, y ya en su punto álgido, un “Rockaway Beach” de los ineludibles Ramones con cierto aire meloso.

En ocasiones no hacen falta largas conversaciones para darse cuenta de que una persona realmente merece la pena y de que sería una buena opción reclutarla para la próxima farra. Una hora y poco les valieron a las neoyorquinas para demostrar que son un fiestón de tías capaces de levantar jornadas adversas, mal tiempo y lo que les echen. Podría haber sido verano tranquilamente. O por lo menos estaría en la cabeza.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA






  

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