viernes, 16 de diciembre de 2016

NEUMAN: DEMASIADO BONITO



Kafe Antzokia, Bilbao

¿Qué habría pasado si no hubiéramos estado ahí en ese momento preciso? Es evidente que ciertas decisiones se convierten en verdaderas piedras angulares que conforman nuestro paso por la vida. Hay autores que han basado casi toda su obra en las casualidades y han otorgado al caprichoso azar un halo mágico ajeno a cualquier atisbo terrenal. Basta visionar la película ‘Magnolia’ para comprobar el alcance de esos pequeños detalles que luego se tornan transcendentales. ¡Cuántas veces nos lamentaremos de todo aquello que no nos atrevimos a hacer en su día!

De eso precisamente habla Paco Román, alma máter de Neuman, en su último disco ‘If’, un lanzamiento para nada reciente con el que se ha tirado de gira casi tres años. Una etapa que debería finalizar en algún punto antes de retirarse a la cueva para preparar nuevo material y nada mejor que recuperar aquel bolo bilbaíno que inicialmente estaba previsto para comienzos del 2016. La manera adecuada de cerrar el círculo.


El boca a boca al final es la estrategia de promoción más antigua y efectiva a la vez, por lo que pudo comprobarse en el Kafe Antzokia, con varios asistentes haciendo referencia a la soberbia actuación de los murcianos en el BBK Live del 2015. Un servidor luego volvió a coincidir con ellos hace escasos meses en el Kutxa Kultur Festibala, donde legaron otro bolo intenso de los de poner pelos de punta.

Ante una nutrida proporción de peña elegante, con algunas chicas limpias y con gafas, los getxotarras Yellow Big Machine certificaron por enésima vez la infalibilidad en las distancias cortas de su peculiar cóctel de Sonic Youth, Pixies y el ruido congénito de The Jesus & Mary Chain. Una descarga de las que hacen época con su batería pegando alaridos como un animal, parrafadas a lo Jim Morrison, ritmos hipnóticos e incluso punteos vintage en la escuela de The Raveonettes. La multitud repitió como un mantra el estribillo de “Conquer The World” y acabaron la orgía instrumental con acoples, como era menester. Tremendos, cada vez más grandes.

Yellow Big Machine y su predilección por el ruido.
 Hay que tener cierta predisposición en el cuerpo para aguantar el poso doliente de Neuman y sus coqueteos con el shoegaze o el post rock podrían resultar indigestos para los profanos. Pero una vez que uno entra en materia, aquello se convierte en un mundo de ensueño del que cuesta apearse, con intervalos de luminosidad que ayudan a avanzar en una senda a veces pedregosa y otras tan llana que uno establecería allí un alto en el camino.

Con el carácter intimista de “Lovers” y el moderado optimismo de “Tell You” los murcianos iniciaron una gesta épica de casi dos horas y reincidieron en ese concepto “happy sad” del que hablaban en la película ‘Sing Street’, pues lo mismo se tornaban melancólicos que explotaban en vitalistas sobredosis de almíbar, caso de los temas compuestos junto a su amigo Ken Stringfellow (REM, The Posies) “Hell” y “Bye Fear/ Hi Love”, quizás las dos mejores piezas de su trayectoria que en directo emocionaron hasta lo indecible.


Quizás deberían haber reservado esta baza para más adelante en el repertorio, pero Paco Román siempre se ha caracterizado por su voluntad de arriesgar y gracias a ello legó un comienzo realmente trepidante. La otra cara de la moneda la añadió de inmediato con su “Too Pretty”, depresivo hasta cortarse las venas, que cristalizó en un espectacular in crescendo post rock, tan intenso que incluso algunas parejitas se abrazaron. “Te queremos, cabrón”, gritaban unos puretas emocionados, y no era para menos porque fue una interpretación magistral casi de soltar la lagrimilla. Muy fan de su pose sobria y atormentada.

El tono recogido pervivió con “Kids”, donde Paco tuvo un detalle con el público al acercarse a las escaleras y cantar a capella durante unos breves instantes sin micro ni nada, como si estuviera en un garito. “Se te pone la carne de gallina”, decían por ahí y lo cierto es que ahí también anduvieron finos al alargar el corte con clase, sin resultar cansinos, y embadurnando todo de distorsión shoegaze antes de que los coros infantiles que resuenan en estudio funcionaran a modo de coda.


El líder se mostró lacónico durante la primera mitad del show y no pronunció apenas palabra y cuando se arrancó para hablar de la gira que cierra, lo especial de la ocasión y tal, una señora no dudó en exclamar: “¡Anda, si hablas de puta madre!”. Con el corazón encogido en un puño, se arrancaron con el tema homónimo “If”, que alargaron insuflando profundidad a la versión en estudio, se escuchó por atrás el ruido de un vaso roto y alguien gritó “¡Shhh!”, la peña estaba tan absorta que la más leve perturbación era percibida como una afrenta suma.

Quizás se pasaran de intimistas en el intervalo de “I Have The Will” y “Friends”, aunque volvieran a demostrar al final su maestría absoluta en esas atmósferas post rock de elevarse hasta la estratosfera. Después de tanta desesperación, el aire esperanzador de “Still On Time” se antojaba poco menos que una celebración total y el personal lo vivió con plena emoción.


Los bises siguieron la línea risueña con “Turn It”, cuyos coros se entonaron antes de que comenzara la canción y continuaron durante un tiempo considerable, con los fieles desatados contagiados por esa súbita alegría por vivir. Y “Battle Starship” recuperó la faceta doliente apocalíptica, que alargaron y aceleraron a su merced, con efectos chirriantes, los consabidos acoples y una espesura tal que podría cortarse con cuchillo. Sublime.

Un bolo “demasiado bonito”, como dice uno de sus temas, muy superior a las veces anteriores que habíamos coincidido con ellos  y que demostraba que su música donde verdaderamente brilla con un fulgor desmedido es en las salas, en los recintos cerrados ajenos al bullicio de los grandes festivales. Una maravilla de las que te deja anonadado.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

  









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