viernes, 28 de abril de 2017

THE LIMBOOS: JUERGA ETÍLICA



Kafe Antzokia, Bilbao

Menos mal que poco a poco va imperando la cordura y la Semana Santa ya no es ese páramo cultural de antaño en el que podías lanzar una bomba nuclear y ni dios se quejaba. Los incautos que se quedan ahora pueden disponer de servicio de metro hasta una hora razonable y los planes en la villa abundan por doquier. Vaya comparación con el ambiente fantasmagórico de hace unos años en los que aquello de ver la ciudad como destino turístico sonaba poco menos que a aparición mariana.

Como muestra de ese vanguardista Basque Fest que se montó en el “botxo” del 12 al 16 de abril catamos en esta ocasión la actuación de los madrileños The Limboos, que ya habíamos visto hace no mucho en el Satélite T y que volvieron a epatar por su peculiar simbiosis entre ritmos caribeños y rock n’ roll primigenio. Los llaman exóticos, y tal vez sea cierto, pues su música a veces tiene tanto glamour como un capítulo de ‘Vacaciones en el mar’.


Pocas almas empero secundaron la propuesta en un principio, aunque al final se alcanzara una afluencia digna con algunas chicas elegantes. Eran jornadas complicadas, raras incluso, con garitos vacíos durante horas en los que los individuos se miraban como forasteros en un salón del Lejano Oeste o DJs que aparecían en los sitios varias horas más tarde. Si hubieran llovido ranas al igual que en la peli de ‘Magnolia’ probablemente a nadie le hubiera sorprendido. Viva el realismo mágico.

Calentaron el ambiente los rockabillies locales muy en boga Mud Candies, un combo muy competente en las distancias cortas que podría codearse sin problemas con Dead Bronco por su notable habilidad para mezclar country, swing o rock n’ roll primitivo. Se les notó muy rodados, destacó su versión del “Jolene” de Dolly Parton y una cantante con voz impecable a la que le sobraban por completo los comentarios chonis entre canción y canción. Dice un conocido que a no ser que dispongas del ingenio y la agilidad mental de Jorge de Ilegales a veces es mejor quedarse callado en los directos. Y en este caso tendría más razón que un santo. No existe nada más odioso que la falsa modestia. A pesar de este pequeño detalle, prometen mucho, eso sí.

Mud Candies, unos émulos muy decentes de Dead Bronco.
Después de tanto discursito vacío, se agradeció que The Limboos estuvieran comandados por un tipo que de talento anda sobrado y no necesita decir tonterías para hacerse el simpático. Retomaron aquel lema de “el arte por el arte” de los estetas del siglo XIX y ofrecieron de golpe su esencia con “Keep Your Hands Off My Pocket” y “Rockin’”, puro sonido vintage mucho más creíble que el de cualquier banda de hipsters retro.

La forma de interpretar del voceras Roi Fontoira sobresale en “What I’m Saying”, “Lies –Two Wrongs Don’t Make It Right”, con un espectacular solo de saxo, o en ese homenaje a las calles de Nueva Orleans llamado “Calypso Drunk”, que ellos mismos definieron como “una juerga etílica”. Y casi recrean los ambientes del hampa del Chicago de los años 30 en “No Business Next To Mine – Uh Huh” antes de subir la temperatura con el Blue Beat de raíz jamaicana de “I’m A Fool”. Otra manera de viajar sin comerse demasiado la cabeza.


La pieza instrumental “Crazy Rumba” sirvió para que su carismática batería se luciese, un activo fundamental que ayuda a consolidar su rhythm n’ blues exótico. Estaban dando un bolo de órdago, pero el personal tampoco es que se desviviera, por eso el vocalista espoleó a la concurrencia diciendo “¿Tímidos o qué?” y a continuación añadió la solución para romper tanta frialdad: “¡Tomaros copas!”. Desde luego habría que tener sangre de horchata para no apreciar en su justa medida el saxo hipnótico y a punto de explotar de “Been A Whole Lot Of Time”. Otro de esos temas en los que amplían el horizonte respecto a su debut.

“Space Mambo” transformó el recinto en un sambódromo, si a uno le daba por mirar los movimientos de los asistentes, y aprovechando que era el aniversario de la Segunda República el voceras expuso sus principios al asegurar que solo apostaría por un régimen que incluyera a Chuck Berry o Bo Diddley. Un discurso que apuntaló renegando de las redes sociales con un peculiar lema: “Menos Twitter y más Chuck Berry”


No disminuyó en absoluto la clase que destilaban con “Tell Me Pretty Baby”, que evocó a los Beatles hamburgueses, y en “I Need Your Love” el contrabajo aprovechó para explayarse antes de que las seis cuerdas tomaran el relevo mientras el saxo iba tomando forma poco a poco. Su precisión de relojeros posibilita que ningún elemento se salga fuera del tiesto.

A modo de reivindicación de lo último editado, abrieron los bises con “I Don’t Buy It”, con sus pinceladas de góspel que en directo no desmerecieron en absoluto. Su abrumadora competencia les permite incluso recrearse en el contrabajo o en los punteos sin resultar pesados ni por asomo.

No hubo ni rastro de garrafón en su embriagante juerga etílica que les hace diferentes a cualquier otro grupo del panorama nacional. En tiempos en los que se abusa del reciclaje musical y del saqueo sin contemplaciones de movimientos pretéritos, se hacen más necesarios que nunca los brebajes de calidad que dejan regusto agradable en el paladar y otorgan un inefable poso de distinción. Para gourmets absolutos.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA





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