Kafe Antzokia, Bilbao
Hay conciertos en los que lo único que cambia son las bandas
que tocan. El resto, el paisanaje, es el mismo. No son pocas las ocasiones en
las que uno se topa en determinados recintos a tipos que ya ha visto con
anterioridad. Una sensación de alivio nos recorre de inmediato al saber que no
seremos víctimas de nuevo de esas infectas y tiránicas cotorras a las que la
música en realidad les importa un huevo. Habrá, por el contrario, gente
respetable de esa que canta las canciones y está a lo que hay que estar, algo
complicado de encontrar hoy en día con tanta distracción de por medio. Una
cuestión de prioridades más que nada.
Y el objetivo principal de las almas que se congregaron
aquella jornada en el Kafe Antzokia estaba delimitado de sobra. O esa
conclusión se podía extraer después de ver cómo el personal se pasó rato largo
colapsando las escaleras que dan acceso al escenario hasta el punto de que Kaos
Urbano tuvieron que pedir varias veces a la peña que bajara un poco. Aquello
era como una presa a punto de estallar en cualquier momento. Cosas del
entusiasmo desmedido.
Como hemos dicho, lo de esa noche era otra de esas citas
antológicas para apuntar en el calendario con meses de antelación. Tres grupos
muy diferentes pero con el denominador común del mensaje subversivo. Algo que
falta nos hace en tiempos tan salvajes para la libertad de expresión en los que
hay que tener un cuidado extremo para que nadie se ofenda. ¿Qué fue de la
provocación punk de antaño?
Menos mal que esto último lo encarnan como nadie Undécimo Mandamiento, con un vocalista
como Koldo (ex M.C.D.) cargado de toneladas de actitud y capaz de conseguir que
los fieles coman de su mano en escasos minutos. Para ello, no dudó en
arrastrarse como Iggy Pop o bajar al meollo para cantar con los fans en “Arden
las calles”, uno de los momentazos de su actuación, sin duda. Para seguir de
cerca su último lanzamiento ‘Balas por la paz’, con temazos tan directos a la
yugular como “Ahora Sé” o “Los desahuciados”. Macarrismo por doquier.
Koldo, vocalista de Undécimo Mandamiento, enfervorizando al personal. |
Poco se puede escribir a estas alturas de Radiocrimen que no se haya dicho ya
tropecientas mil veces, pero volveremos a insistir en que por su actitud y sus
valores engloban todo lo que el punk del siglo XXI debería ser, si viniera un
extraterrestre a la tierra preguntando por ese fenómeno, bastaría con mostrarle
himnos del calibre de “Terror”, “Cadenas rotas” o “Amar mata” para que captara
de inmediato de qué va el rollo. A eso ayudaría bastante contemplar cómo Txarly
Usher se encarama por los bafles una vez más o utiliza cualquier objeto que
pille por banda, no en vano siempre se ha revelado como un todoterreno capaz de
adaptarse a cualquier situación, el espectáculo estaba garantizado.
Recordaron
al Bilbao de antaño en la pieza homónima, al atracador de bancos “El Solitario”
y elevaron los ánimos hasta la estratosfera a base de “Alcohol Barato”. Y la
versión de La Broma de SSatán “Ahógate en el W.C.” volvió a atronar con la
intensidad de siempre antes de que Txarly recalcara que en México las chicas
han dejado de hacer manifestaciones pacíficas, en alusión a las protestas
multitudinarias contra la violencia policial en un país en el que cada cuatro
minutos una mujer sufre una violación. Y al final se cumplió la tradición de
que saliera el colega “Chinche” para ayudar al vocalista con “En las cloacas” antes
de que se lo llevara a burros por toda la sala. “Podemos vivir mejor que ellos, porque ellos no piensan como nosotros”,
dijo Txarly a modo de epitafio de otro recital antológico en su trayectoria.
Nunca fallan.
Radiocrimen, punks del siglo XXI. |
Valorar el entusiasmo es algo muy complicado y subjetivo,
por mucho que algunos tontos se empeñen en que las crónicas de conciertos sean
asépticas, es decir, sin marca personal ni opinión alguna, una utopía total si entendemos
el arte como un diálogo entre emisor y receptor. Pero ciertas cosas no se
pueden esconder, por ejemplo, el nivel de entrega de los fans de Kaos Urbano, que se pasaron casi todo
el concierto en las escaleras a punto de asaltar el escenario. Un suceso nada
común y que no consigue cualquiera, la última vez que vimos algo similar creo
que fue hace unos añitos con Ilegales en ese mismo sitio.
Semejante fogosidad estaba justificada, pues aquello fue un
bolazo de principio a fin, dicho esto desde el punto de vista más objetivo
posible, ya que el grupo tampoco es que nos emocione demasiado. Hay que saber
reconocer los hechos, aunque te mole más el rollo de otras bandas, y uno no
puede cerrar los ojos ante el lanzamiento de cerveza y preceptivos pogos que se
desataron desde la primera canción. Eso es lo que llaman ir a comer a mesa
puesta.
Kaos Urbano, orgullo de barrio. |
El carácter hímnico de piezas como “Entregados” generan una
camaradería entre el personal imposible de parar, al igual que “Divide y
vencerás” con otro de esos estribillos para gritar a pleno pulmón. Y si encima
el vocalista azuza al personal diciendo “A
ver cómo ruge Bilbao” se puede montar ya un pifostio de envergadura. Las entradas
agotadas prueban el descomunal tirón de los madrileños por estos lares.
Caían como losas cánticos nostálgicos de hermandad del calibre
de “Por volverte a ver” y hubo que contener los ánimos de la multitud en “Cuidado”
de Eskorbuto, que dedicaron a los que
les “caían mal” de su barrio.
Imposible evitar que algún espontáneo pisara las tablas, los micros se
convirtieron en el objeto codiciado del momento.
Y también se acordaron de “los majetes de Vox” en “Bronka y Rebelión” antes de “Los mató el
Estado”, otro tema para berrear a pulmón cada vez que los partidos políticos de
siempre censuren que se celebren “ongi
etorris” mientras permiten agravios contra otras víctimas y homenajes al
terrorismo franquista de Estado. Como era de esperar, “Ella no tiene dueño” se
transformó en un acto de reivindicación feminista y por eso mandaron subir a
todas las chicas para protestar “contra
el maltrato de casposos fascistas”. A ver si se enteran, sobre todo esa
justicia rancia que pide más años por poner unas urnas que por una violación.
No faltó su himno futbolero antifascista “Como Cantona”, que
narra la mítica patada voladora que se comió un hincha irrespetuoso del Crystal
Palace en 1995. Y “Ángel Caído” terminó de reforzar todavía más el sentimiento
de colectividad de los presentes, una derivación de aquella idea que escondía
el célebre verso de John Donne que decía que “ningún hombre es una isla entera por sí mismo”. El epílogo
adecuado.
En vista de tanto entusiasmo, no tardaron en regresar con “Nuestros
mejores momentos”, que desencadenaron pogos con ímpetu antes de un épico “Los
hijos de la calle” a toda mecha. Y se retiraron con el estandarte de la
dignidad en lo más alto con “Larga vida al oi!”, previamente a que sonara por
altavoces el clásico antifascista “Bella Ciao”. Para que no queden dudas.
Con la libertad de expresión bajo mínimos históricos y la
censura ideológica imponiéndose sin problemas en varios ayuntamientos, está
claro que son necesarias más que nunca reuniones de ángeles caídos como la que
vivimos esa noche para el recuerdo. Y por muchas más. Y cuando ya no nos dejen,
las seguiremos haciendo igual.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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