miércoles, 28 de agosto de 2019

KAOS URBANO + RADIOCRIMEN + UNDÉCIMO MANDAMIENTO: UNA REUNIÓN DE ÁNGELES CAÍDOS


Kafe Antzokia, Bilbao

Hay conciertos en los que lo único que cambia son las bandas que tocan. El resto, el paisanaje, es el mismo. No son pocas las ocasiones en las que uno se topa en determinados recintos a tipos que ya ha visto con anterioridad. Una sensación de alivio nos recorre de inmediato al saber que no seremos víctimas de nuevo de esas infectas y tiránicas cotorras a las que la música en realidad les importa un huevo. Habrá, por el contrario, gente respetable de esa que canta las canciones y está a lo que hay que estar, algo complicado de encontrar hoy en día con tanta distracción de por medio. Una cuestión de prioridades más que nada.

Y el objetivo principal de las almas que se congregaron aquella jornada en el Kafe Antzokia estaba delimitado de sobra. O esa conclusión se podía extraer después de ver cómo el personal se pasó rato largo colapsando las escaleras que dan acceso al escenario hasta el punto de que Kaos Urbano tuvieron que pedir varias veces a la peña que bajara un poco. Aquello era como una presa a punto de estallar en cualquier momento. Cosas del entusiasmo desmedido.


Como hemos dicho, lo de esa noche era otra de esas citas antológicas para apuntar en el calendario con meses de antelación. Tres grupos muy diferentes pero con el denominador común del mensaje subversivo. Algo que falta nos hace en tiempos tan salvajes para la libertad de expresión en los que hay que tener un cuidado extremo para que nadie se ofenda. ¿Qué fue de la provocación punk de antaño?

Menos mal que esto último lo encarnan como nadie Undécimo Mandamiento, con un vocalista como Koldo (ex M.C.D.) cargado de toneladas de actitud y capaz de conseguir que los fieles coman de su mano en escasos minutos. Para ello, no dudó en arrastrarse como Iggy Pop o bajar al meollo para cantar con los fans en “Arden las calles”, uno de los momentazos de su actuación, sin duda. Para seguir de cerca su último lanzamiento ‘Balas por la paz’, con temazos tan directos a la yugular como “Ahora Sé” o “Los desahuciados”. Macarrismo por doquier.

Koldo, vocalista de Undécimo Mandamiento, enfervorizando al personal.
Poco se puede escribir a estas alturas de Radiocrimen que no se haya dicho ya tropecientas mil veces, pero volveremos a insistir en que por su actitud y sus valores engloban todo lo que el punk del siglo XXI debería ser, si viniera un extraterrestre a la tierra preguntando por ese fenómeno, bastaría con mostrarle himnos del calibre de “Terror”, “Cadenas rotas” o “Amar mata” para que captara de inmediato de qué va el rollo. A eso ayudaría bastante contemplar cómo Txarly Usher se encarama por los bafles una vez más o utiliza cualquier objeto que pille por banda, no en vano siempre se ha revelado como un todoterreno capaz de adaptarse a cualquier situación, el espectáculo estaba garantizado.

 Recordaron al Bilbao de antaño en la pieza homónima, al atracador de bancos “El Solitario” y elevaron los ánimos hasta la estratosfera a base de “Alcohol Barato”. Y la versión de La Broma de SSatán “Ahógate en el W.C.” volvió a atronar con la intensidad de siempre antes de que Txarly recalcara que en México las chicas han dejado de hacer manifestaciones pacíficas, en alusión a las protestas multitudinarias contra la violencia policial en un país en el que cada cuatro minutos una mujer sufre una violación. Y al final se cumplió la tradición de que saliera el colega “Chinche” para ayudar al vocalista con “En las cloacas” antes de que se lo llevara a burros por toda la sala. “Podemos vivir mejor que ellos, porque ellos no piensan como nosotros”, dijo Txarly a modo de epitafio de otro recital antológico en su trayectoria. Nunca fallan.

Radiocrimen, punks del siglo XXI.
Valorar el entusiasmo es algo muy complicado y subjetivo, por mucho que algunos tontos se empeñen en que las crónicas de conciertos sean asépticas, es decir, sin marca personal ni opinión alguna, una utopía total si entendemos el arte como un diálogo entre emisor y receptor. Pero ciertas cosas no se pueden esconder, por ejemplo, el nivel de entrega de los fans de Kaos Urbano, que se pasaron casi todo el concierto en las escaleras a punto de asaltar el escenario. Un suceso nada común y que no consigue cualquiera, la última vez que vimos algo similar creo que fue hace unos añitos con Ilegales en ese mismo sitio.

Semejante fogosidad estaba justificada, pues aquello fue un bolazo de principio a fin, dicho esto desde el punto de vista más objetivo posible, ya que el grupo tampoco es que nos emocione demasiado. Hay que saber reconocer los hechos, aunque te mole más el rollo de otras bandas, y uno no puede cerrar los ojos ante el lanzamiento de cerveza y preceptivos pogos que se desataron desde la primera canción. Eso es lo que llaman ir a comer a mesa puesta.

Kaos Urbano, orgullo de barrio.
 El carácter hímnico de piezas como “Entregados” generan una camaradería entre el personal imposible de parar, al igual que “Divide y vencerás” con otro de esos estribillos para gritar a pleno pulmón. Y si encima el vocalista azuza al personal diciendo “A ver cómo ruge Bilbao” se puede montar ya un pifostio de envergadura. Las entradas agotadas prueban el descomunal tirón de los madrileños por estos lares.

Caían como losas cánticos nostálgicos de hermandad del calibre de “Por volverte a ver” y hubo que contener los ánimos de la multitud en “Cuidado” de Eskorbuto, que dedicaron a los que les “caían mal” de su barrio. Imposible evitar que algún espontáneo pisara las tablas, los micros se convirtieron en el objeto codiciado del momento.

Y también se acordaron de “los majetes de Vox” en “Bronka y Rebelión” antes de “Los mató el Estado”, otro tema para berrear a pulmón cada vez que los partidos políticos de siempre censuren que se celebren “ongi etorris” mientras permiten agravios contra otras víctimas y homenajes al terrorismo franquista de Estado. Como era de esperar, “Ella no tiene dueño” se transformó en un acto de reivindicación feminista y por eso mandaron subir a todas las chicas para protestar “contra el maltrato de casposos fascistas”. A ver si se enteran, sobre todo esa justicia rancia que pide más años por poner unas urnas que por una violación.


No faltó su himno futbolero antifascista “Como Cantona”, que narra la mítica patada voladora que se comió un hincha irrespetuoso del Crystal Palace en 1995. Y “Ángel Caído” terminó de reforzar todavía más el sentimiento de colectividad de los presentes, una derivación de aquella idea que escondía el célebre verso de John Donne que decía que “ningún hombre es una isla entera por sí mismo”. El epílogo adecuado.

En vista de tanto entusiasmo, no tardaron en regresar con “Nuestros mejores momentos”, que desencadenaron pogos con ímpetu antes de un épico “Los hijos de la calle” a toda mecha. Y se retiraron con el estandarte de la dignidad en lo más alto con “Larga vida al oi!”, previamente a que sonara por altavoces el clásico antifascista “Bella Ciao”. Para que no queden dudas.

Con la libertad de expresión bajo mínimos históricos y la censura ideológica imponiéndose sin problemas en varios ayuntamientos, está claro que son necesarias más que nunca reuniones de ángeles caídos como la que vivimos esa noche para el recuerdo. Y por muchas más. Y cuando ya no nos dejen, las seguiremos haciendo igual.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
                                




    


No hay comentarios:

Publicar un comentario