lunes, 1 de julio de 2024

UNI BOYS: URGENTES MELODÍAS Y LLUVIA EN LA CABEZA

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Con la temporada estival se suelen vaciar las salas y llenar los festivales, pero siempre quedan reductos todavía en junio en los que disfrutar de eventos repletos de aficionados a la música ajenos a las dinámicas de postureo de las citas multitudinarias. Conciertos a la vieja usanza, con temas que se entrelazan unos con otros que demuestran lo necesarios que siguen siendo los bolos relámpago que van directos al grano y no se pierden en gratuitos onanismos instrumentales.

 

A pesar de su variedad estilística, muy delimitado parece el concepto que proponen los californianos Uni Boys, con un pie muy asentado en el power pop de los setenta y ochenta de bandas tipo The Rubinoos, Redd Kross o el rey del género Paul Collins, ya sea con The Nerves o The Beat. Y por otro lado, no podemos obviar tampoco la influencia new wave de Joe Jackson, The Romantics y combos similares.

Mencionemos además que su cuarto y más reciente álbum está producido por los hermanos Michael y Brian D’Addario de The Lemon Twigs. Y ese no se trata del único nexo que comparten con el dúo estadounidense, pues el guitarrista Reza Martin también se ocupa de las seis cuerdas en ambos conjuntos. No obstante, hay que destacar que tanto este último como su compi Noah Nash son amigos desde tiempos inmemoriales.

Una considerable multitud acudió a la llamada bilbaína en el Kafe Antzokia de estos muchachos que se cascaban una extensa gira de hasta diez fechas en pleno junio. Y por lo que pudimos observar en la capital vizcaína, poseen un buen reducto de fieles a los que no les desanima ni la coyuntura poco propicia para bolos en salas.

Que Uni Boys no inventaban la rueda lo certificamos desde el comienzo con un contagioso “I Want It Too”, temón perfecto para conseguir que aquello despegara de un plumazo. Las deslumbrantes luces no quitaron ni un ápice de pegada a esta banda que lo mismo recordaba a The Buzzcocks que a The Beatles, entre muchos otros.

 

“Downtown” siguió imprimiendo un ritmo frenético a una velada en la que llegaron a sonar una veintena de canciones, que no es poco, encima sin apenas abrir la boca para peroratas inútiles. Los que estaban allí, sabían lo que había, así que supongo que tampoco se daría el caso de llegar con unas expectativas desproporcionadas. Aunque su recital debió de gustar mucho, pues unos cuantos se arremolinaron en el puesto de merchandising al terminar el show.

Como cualquier grupo de respetable power pop de manual, bordaron los coros, algo que se notaba en especial en piezas del estilo de “Long Time No See” o “Hiding In My Home”. De vez en cuando soltaban algún chascarrillo, como cuando uno de los guitarristas dijo que tenía “lluvia en la cabeza”, en alusión al sudor generado por tanto ímpetu, pero lo cierto es que tampoco existieron demasiadas pausas. Era uno de esos conciertos en los que si te ibas a la barra o al baño ya te perdías bastante.

 

Diríamos que lo mejor era cuando pisaban el acelerador sin dejarse melodía por el camino, caso de “Intentions”, pero no sucedía nada si ralentizaban un poco el ritmo con “Don’t Tease Me”. Tal vez muchos de sus temas no fueran de epatar por completo, aunque no debía resultar sencillo mantener el reseñable nivel compositivo que demostraron a lo largo del repertorio, que ya hemos dicho que fue como un tiro. Incluso tuvieron tiempo para presentar cortes nuevos como “I Don’t Wanna Dream”, si es que captamos bien el título.

El comienzo de “Somewhere To Fall” casi podría ser un plagio de The Rubinoos, pero daba igual, mientras que el rollo a lo “I Fought The Law” de “Bible Belt Girl”, otra inédita, incitó a que se desatara un recatado pogo. Y sin duda alcanzaron una de las cimas de la velada con la genial “Let’s Watch A Movie”, con un guiño al “I Want You Around” de Ramones en el que seguramente habrán reparado los aficionados. Nunca se habrá reivindicado suficiente a la inolvidable banda de Forest Hills.

 

Prueba de la tremenda confianza que poseían en su material todavía inédito era que reservaron “Victim of Myself” para el único bis que concedieron y lo cierto es que se trató de otro de los momentos más intensos de la noche. Quizás se había hecho muy corto, pues estuvieron sobre las tablas en torno a una hora, en este estilo de sobra es sabido que no abundan los recitales extensísimos, aunque con un par de temas extra habrían logrado probablemente una impresión más duradera que no acabara deglutida al de poco entre la maraña de festivales.

En suma, toda una sesión de urgentes melodías cargadas de esa lluvia en la cabeza de la que hablaba uno de los integrantes. Precisamente, tal vez a la producción de sus discos de estudio les falte un poco más de agua o frescura, pues en las distancias cortas se mostraron mucho más superiores de lo que pronosticaban sus trabajos al escucharlos en casa. La magia del directo.

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