Satélite T, Bilbao
La escena garajera mexicana es una de las más vitales en la
actualidad. Desde principios del nuevo milenio a esta parte existe toda una
hornada de bandas que recuperan el espíritu de aquel rock n’ roll crudo y
primigenio de mediados de los sesenta que entusiasmara incluso a los propios
punkis hasta el punto de declararse herederos de esos chavales que tal vez no
tuvieran demasiada pericia musical pero que le echaban unas ganas de flipar.
Con idénticos principios se presentan Los Explosivos, unos
veteranos del país azteca que llevan ya más de una década dándole al salvajismo
deudor de los primeros Beatles, aunque sin concesiones a melodías empalagosas
ni a las versiones tan populares en la época. Su hábitat natural es el directo,
de hecho, deben su bautismo a un “güey”,
como dicen ellos, que en pleno concierto les dijo que tocaban “bien explosivo”.
Y les gustó tanto el
apelativo que desde entonces no se despegan de él.
Son además el ejemplo perfecto de que nadie es profeta en su
tierra porque casi pasan más tiempo en Europa que al otro lado del Atlántico,
sus giras son de las de tirar millas a la vieja usanza y se les considera todo
un nombre de culto en el género junto a imprescindibles como Black Lips o Wau Y
Los Arrrghs.
No esperábamos tampoco multitudes en el arranque de esta
gira española que han titulado ‘Back To The Shit’, una vuelta a la cochambre en
román paladino que suponemos está relacionada con el descomunal ímpetu que
exhiben en las distancias cortas. Y a ellos se la trae floja que haya veinte,
cuarenta o miles de personas, la entrega va a ser la misma por su parte, en eso
se nota que son de la vieja escuela, de los que disfrutan sobre las tablas sin
importar que se llene o no un local.
Kasko, también conocido como "El Papa Negro". |
Ejerció de telonero improvisado el propio batería y
vocalista de Los Explosivos Kasko, apodado para la ocasión “El Papa Negro”, que se montó un numerito
en plan bluesman hombre orquesta aporreando, tocando la guitarra y cantando. Su
paranoia particular estuvo bien para pasar el rato y muchos le gritaban “órale”, “no mames” y demás expresiones de la tierra del guacamole, a la
par que añadía cierto toque T-Rex a sus composiciones. Un entretenido entremés.
Después de ver hace un mes escaso a Los Infierno, compatriotas
de Los Explosivos que aseguraron ser
sin rollos “la mejor banda de México”,
uno llega a advertir la falsedad de tamaña bravuconada y el tremendo nivelazo
que destila la escena underground de
aquel país. No se anduvieron con medias tintas y metieron zapatilla desde el
comienzo con “A toda velocidad”, con punteos que levantaban del sitio y
macarrismo en estado puro para escupir a los transeúntes por lo menos.
Tal vez eran un poco cafres en su rollo, pero se lo montaban
de escándalo, no dudaron en dedicar su himno “Aguarrás”· a todos los borrachos,
no en vano su música invitaba a dejarse llevar por los efluvios etílicos por
completo. Y por supuesto eso implica asimismo ciertas cosas, como que de
repente manden alzar copas al personal y se arranquen con una ranchera de su
terruño. El espíritu de una cantina mariachi.
Vienen con las dudas sentimentales en “Creo que esto” y sus
gritos desgarradores, antes de recordar en “Action Woman” al “Baby, Baby” de
The Vibrators. En escena tenían una actitud punki total, algo que se realzó con
“Barracuda”, el homenaje que hacen a Intestino Grueso, uno de los nombres
imprescindibles de las catacumbas del rock azteca de mediados de los noventa. Y
no renunciaron a los momentos jocosos cuando incitaron a comprar discos y llevarse
“un kilo de naranjas o sandías” igual
que si estuvieran en un puesto del mercado.
No tenían problemas para cambiar instrumentos. |
Pero este trío no vendía nada al por mayor, sudaba cada
producto que ofrecían a la concurrencia, las ganas que le ponían al asunto eran
de sábado a la noche y los bises se hicieron obligados. Ahí hilaron fino al
optar por el bombazo “Se apagó”, ideal para animar cualquier guateque vintage, y el mítico “The Crusher” de
The Novas, que ellos en castellano titulan “El más cruel”, y también sirvió en
su día a The Cramps para que Lux Interior desatara todo su histrionismo.
Mandaron levantar a cada uno su “pinche copa” para brindar y decir “Todo es una puta mierda, pero salud”. Tal vez no hubiera
multitudes, aunque el entusiasmo fue suficiente para que decidieran volver por
segunda vez y entonces no faltó otra
pieza histórica: el “Boys” de The Shirelles que la mayoría de los mortales
asocia a Ringo Starr y al primer disco de The Beatles, pese a que su salvaje
versión seguramente escandalizaría a los seguidores del aterciopelado cuarteto
femenino.
Prendieron la mecha sin dificultad. |
Pues fue un planazo muy recomendable para recibir al fin de
semana, aparte de la ocasión única de poder charlar tras el concierto con estos
tres colgados que nos animaban a decir en la crónica sin problema si eran unos “rechingados”. En su mismo Facebook
describen su chaladura musical como “TNT,
Uranio y pedos mexicanos”. Y por supuesto, mucho pinche ruido.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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