Kafe Antzokia, Bilbao
Pocas escenas mantienen tanta fidelidad como la del rock n’
roll añejo, con aficionados que recorren cantidades de kilómetros para asistir
a un concierto y citas que se marcan en rojo desde meses atrás. Pese a que
quizás en otros lares exista mayor movimiento, en la zona norte todavía sigue
conservando cierto halo de espectáculo selecto al que siempre acude la misma
gente con independencia del grupo que toque mientras se respeten los parámetros
clásicos del género.
Lo que es una verdad inmutable es que gusta mucho a las tías
y sus recitales están llenos de féminas con clase, con esos recogidos
rockabillies tan sensuales, tatuajes a mansalva y alguna hasta con mechón
oxigenado a lo Imelda May. Esa noche andaba por allí también la chica morena de
flequillo y rasgos orientales que ya habíamos echado el ojo en otros bolos del
palo y que nunca tarda en animarse a bailotear e inundar el garito con su cara
de felicidad extrema.
Pensábamos que el evento tendría lugar en el recogido piso
superior, por aquello del glamour y tal, pero nos encontramos a una multitud
casi a ras de escenario con los artistas deseosos de eliminar barreras y de que
todo el mundo olvidara que mañana se trataba de un día laborable. Precisamente
por esa costumbre de comenzar los recitales tan pronto entre semana, nos
perdimos dos o tres temas del principio, aunque tampoco fue demasiado
inconveniente, puesto que repitieron luego dos de ellos en los bises.
The Dragtones o
esa suerte de supergrupo formado por miembros de The Barbwires, The Hi-Winders
o The Hives, entre los cuales destaca Vigilante Carlstroem, guitarrista
grandullón y barbudo de estos últimos. De hecho, aparte de utilizar el corte
“Insane” para finiquitar el plástico ‘Lex Hives’, han aprovechado otra cosa
también de los suecos: la vestimenta estrambótica, que en esta ocasión se
asemeja a esos típicos jerséis de cuello en punta de fraternidades americanas,
sí, esos mismos que promueven una tonelada de collejas sobre su portador.
La fiera Arriaga. |
Con su desbocado cantante mexicano Luis Arriaga espoleando a
la concurrencia, incitaron al movimiento de pies y manos con el bombazo “Out Of
Fuel” y cambiaron de tercio con “Do You Really Wanna Party?”, que comienza tan
cadencioso como para pasearse por ‘La Teta Enroscada’ de ‘Abierto hasta el
amanecer’ antes de transformarse en un rock n’ roll frenético y gritón a lo
Little Richards.
Tal vez algunos opinen que el material de estos
internacionales resulta demasiado predecible y que no existe mucha diferencia
entre un tema y otro, seguramente lleven razón, pero lo que nadie les quita es
esa capacidad para apelar a los instintos primarios y dejarse llevar por los
punteos al tuétano de “Count To Ten”, auténticos trallazos que si no te hacen
mover ligeramente la cabeza, los pies o cualquier otra extremidad es que debes
ya estar metido en una caja de pino.
Estos salvajes derrocharon clase y chulería a raudales, en
especial su voceras, todo un animal que blandía su micro cual látigo, sacaba un
peine y se subía los cuellos de la camisa igual que si estuviera en ‘Grease’,
se mudaba al centro de la muchedumbre y hasta se tiraba a la pierna del
guitarra para morderle, vaya puestazo de energía llevaba.
Dada su procedencia
latina, hablaba perfecto castellano, por lo que no tardó en meterse al
respetable en el bolsillo y nos legó expresiones curiosas como cuando habló de
“agarrar duro a una mujer” o en el
turno de presentar a Vigilante de The Hives, del que dijo que “podría matar osos con las manos”. Todo
un espectáculo este tipo que casi pasaba más tiempo abajo que arriba del
escenario.
Mandó incluso hacer un círculo y el personal se puso a girar
y dar vueltas en una suerte de circle pit
rockero, lo nunca visto. Lástima que su vitamínico repertorio supiera a
poco y ni siquiera nos diera tiempo a terminar el trago antes de los bises.
Firmes defensores de las pequeñas dosis discográficas, tampoco cuentan con un
catálogo que les permita extenderse hasta el infinito, aunque siempre se puede
echar mano de las socorridas versiones.
Retornaron a las tablas entre aplausos por doquier con un
surf rock de poso latino previamente a desbarrar en el ya mencionado bombazo
“Insane”, aquel que The Hives no pudieron resistirse a registrar en estudio. Es
comprensible, porque sus temas molan mucho, cortos, directos a la yugular y con
punteos a la antigua usanza de esos que te levantan del sitio en los que a
veces los guitarristas se lanzaban por el suelo. Tremendos.
Hubiera sido pecado marcharse entonces, por lo que volvieron
por segunda vez para repetir “Crazy Baby Jane” y “Scream/Gritar”, su himno que
les viene como anillo al dedo, puesto que demostraron ganas descomunales de
elevar la voz, saltar y llevar la fiesta allá donde sea posible. Su gira se
llamaba, por cierto, ‘El Demonio Dentro’. Un nombre que ni pintado. Ni un
exorcista extirparía al maligno de sus entrañas. ¡Quieren gritar!
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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