jueves, 24 de septiembre de 2015

MANIAC + SUSPECT PARTS: LA ALTA ALCURNIA



Satélite T, Bilbao

Dicen que los mejores planes son aquellos que surgen de improvisto sin ningún tipo de premeditación. En esta categoría entrarían sin duda aquellos bolos que pillan a principios de semana y que uno tampoco espera que sean la bomba. Pequeños tentempiés que sirven de evasión ante la rutina laboral y ayudan a sobrellevar el día a día. Deberían consagrarse estos paréntesis que sientan al cuerpo como un buen lingotazo tras una estresante jornada, un antídoto para soportar esa locura inherente a la cotidianeidad.

De idéntica filosofía evasiva presumía el doble cartel de punk californiano de esa noche formado por Maniac y Suspect Parts, una gira levantada desde el más puro underground que nos ofrecía una oportunidad única de disfrutar de dos pedazo bandas que no se suelen prodigar demasiado por estos lares. El encanto de sentirse parte de un circuito reducido al margen de las grandes promotoras y que debería preservarse como bien cultural de inabarcable valor.


Ya imaginábamos que con mal tiempo reinante andaríamos cuatro gatos por el Satélite T, que sigue apostando por una envidiable programación de combos internacionales, pero siempre hemos alabado el carácter intimista de los conciertos reducidos. Apenas una veintena de personas se juntó allí para acabar casi con los tímpanos taladrados debido al ensordecedor volumen. Un placer para paladares selectos a prueba de ruido.

Oficiaron en primer lugar Suspect Parts, con un cantante y guitarrista que hablaba perfecto castellano, aunque tampoco necesitaba hacerse tanto el simpático para caer en gracia. La tralla ramoniana de “City Burning” se antojaba aval más que suficiente para prestarles atención, eran unos auténticos orfebres de las melodías con temas redondos que se quedaban a la primera escucha y unos coros muy trabajados a lo Buzzcocks, caso de “To Stone”.

Los cachondos Suspect Parts.
 Tenían también cierto enfoque power pop en la línea de sus compatriotas Redd Kross, y como hemos dicho antes, su voceras era un frontman absoluto que conocía tan bien el idioma que no dudó en incitar a brindar al grito de “Salud, hijos de puta”. Y se quedó por completo con el personal cuando nos mandó agacharnos a todos para hacernos una confesión: “I hate the perroflautas” porque según él no creen en nada y agasajó a la concurrencia diciendo que cantaban “much better than the perroflautas”. Divertidos a más no poder y con una garra superior a bastantes combos que llenan estadios, una demostración de lo que debería ser un recital enérgico y entretenido.

Finalistas según la prestigiosa revista LA Weekly en la categoría de mejor banda de Los Ángeles, Maniac también han destacado por sus potentes directos a la antigua usanza, sin excesivos artificios, valiéndose únicamente de distorsión a raudales y una actitud profesional que les lleva a dejarse la piel sin importar el número de asistentes. Y la escasa concurrencia respondió a trallazos directos como “Party City” con pogos íntimos de tres o cuatro personas, al tiempo que su guitarrista, que era el mismo cachondo del grupo anterior, pedía chupitos y decía que con alcohol todo sonaba mejor.

Dos grupos, idéntica actitud.
 Tal vez fueran excesivamente lineales en su rollo, pero resulta complicado permanecer impasible ante descargas de adrenalina del calibre de “Forts” o sutiles concesiones a la melodía en plan “Calamine”. Lo cierto es que no aflojaron el pistón en ningún momento, por lo que pese a su simpleza se tornaron tremendamente disfrutables, aunque quizás nos agradaran más los precedentes en escena por su versatilidad.

Si en estudio ya llaman la atención por su ímpetu, en las distancias cortas no se amilanan ni por asomo y los cortes añaden revoluciones sin pudor. Con una duración que no llega ni a los dos minutos, “All Right, Okay” patea culos y podría incendiar cualquier garito en el que el personal anduviera borracho y con ganas de farra un sábado por la noche, un chute en vena que acelera el ritmo y se sube a la cabeza como el vino más peleón.


A este respecto, al volver para los bises, el guitarrista gracioso dijo que necesitaban “veinte chupitos” a modo de combustible y alguno comenzó a cantar aquello de “Ya no quedan más cojones, Eskorbuto a las elecciones” en alusión a la banda más honrada del mundo.

Los californianos no iban tampoco desprovistos de valores, pues es en tales reducidos lances donde un grupo demuestra si es una estrellita presuntuosa de cartón piedra o por el contrario pertenece a los bajos fondos, al selecto underground, la alta alcurnia de la música que no se mezcla con las aborregadas masas. Un pedigrí inimitable.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA







No hay comentarios:

Publicar un comentario