miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA FRONTERA: ¡QUE LA LOCOMOTORA CIRCULE TODA LA NOCHE!



Satélite T, Bilbao

Las giras de míticas leyendas de una época siempre llevan añadido un grado considerable de suspicacia. ¿Estarán en forma? ¿O más bien deberían dedicarse a mirar obras? Esas suelen ser las preguntas que cualquiera con dos dedos de frente se haría en semejante tesitura, aunque no pocas veces conviene dejarse llevar y olvidarse por un momento de formalismos, sabedor de aquella paradoja que dice que los mejores planes son los inesperados precisamente.

Los madrileños La Frontera en realidad nunca se fueron, pese a que a finales de los noventa tuvieron algunos parones en los que el vocalista Javier Andreu aprovechó para sacar su disco en solitario ‘Libro de cuentos’. Conscientes de que nadie dura en el candelero por los siglos de los siglos, ya habían catado de sobra las mieles del éxito en los gloriosos años ochenta cuando temas suyos como “Judas el Miserable” o “El Límite” eran radiados sin piedad en radiofórmulas y se convertían casi en himnos generacionales.

Javier Andreu, en perfecto estado vocal.
 Lo que nunca cambió a lo largo de sus tres décadas de actividad fue el continuo contacto con su público. Incluso en los inciertos periodos en los que las ventas no acompañaban, buscaron a sus seguidores en grandes o pequeños escenarios, recordándoles que estaban vivos, que su espíritu se mantenía infatigable y que ni siquiera una solitaria travesía en el desierto arrugaría lo más mínimo sus ganas de arder de nuevo bajo el sol.

Hacía tiempo que no dejaban caer los sombreros por la capital vizcaína, pero con una fecha de entradas agotadas y otra en la que si no vendieron todo el papel poco faltaría, quedó bien claro que su poder de convocatoria no ha menguado en absoluto por la zona norte. Ellos mismos durante el bolo recordaron la primera vez que estuvieron en Bilbao, en la época “punk” de la ciudad, es decir, esa urbe gris e industrial que nada tenía que ver con la actual metrópoli de diseño para jubilados.

No faltó una soga en el escenario.
Con un ambiente asfixiante en cuanto a afluencia donde había que luchar por el codiciado espacio vital, La Frontera desenfundaron de inmediato las pistolas con “Viento Salvaje” y la springsteeniana “Mi dulce tentación”, apelando ya de entrada a la nostalgia y a las juergas épicas. Había muchos puretas entre el respetable, es verdad, pero era asimismo muy reseñable la presencia de chicas jóvenes que daban color a una muchedumbre variopinta unida por la devoción a un grupo que sin duda forma parte de la historia del rock en castellano.

Nos avisaron de que su repertorio sería de infarto y eso se estaba cumpliendo al milímetro con su himno “Volverán los buenos tiempos” que sigue la mejor tradición del sonido New Jersey. El estado vocal de Javier Andreu era para descubrirse por completo, clavando cada nota igual que si escucháramos el disco en estudio, mientras a su vera, Toni Marmota, el otro alma del grupo, derrochaba actitud detrás de su sombrero de copa y sus gafas de sol.

Toni Marmota, pegado a su eterno sombrero.
“La Ciudad” engrosaba sin problemas la ristra de clásicos y “Siete Calaveras” levantaba la polvareda del Lejano Oeste que se metía en los ojos y no cesaba con “La ley de la horca”, esa que tal vez se debería aplicar a día de hoy ante tanto chorizo y jeta institucional. Con semejantes piezas aullarían hasta los chacales a la luz de la luna.

Cambiaron los parajes áridos por los mares en “Las Aventuras del Capitán Achab” y se alcanzó uno de los puntos álgidos de la velada con el homónimo “La Frontera” y el inevitable “El Límite”, que elevó las gargantas hasta el infinito. Pudimos seguir mascando tabaco con otro tipo conocido que responde al nombre de “Juan Antonio Cortés” y por supuesto se esperaba que se uniera también a la fiesta “Judas El Miserable”, que desató bailes en el recinto como si aquello fuera un rodeo. Todo un cancionero frenético ante el que se antojaba inevitable mantener la atención.


Javier Andreu advirtió de su naturaleza bipolar porque eran “románticos” y “rockeros”. “¡Y géminis!”, añadió Toni Marmota, antes de arrancarse con “Aunque el tiempo nos separe”, una pieza que “les emociona” en sus propias palabras y que fue uno de los pocos respiros que nos concedieron. No tardaron en recuperar fuelle con “Pobre Tahúr”, otro momento para calzarse camperas y soltar un “yihaaa”, y rematar con la rockabilly “Cielo del sur”, en la que se levantó todo un horizonte de manos levantadas. Seguro que nunca lo podrán olvidar.

Y sin flojear se marcharon hasta las vías del ferrocarril en “Cuatro Rosas Estación” antes de finiquitar con la adaptación “Viva Las Vegas” popularizada por Elvis, el perfecto colofón desértico. Todavía les quedaba pólvora en la recámara con “Duelo al sol” y mirarnos fijamente a los ojos mientras imaginábamos que sonaba una trompeta de fondo y los buitres revoloteaban alrededor. Sin miedo a las balas.

“Tren de medianoche” apeló de nuevo a los recuerdos y sirvió para que se despidieran de la primera de sus dos noches en Bilbao con los ánimos exaltados y con muchos esperando que siguieran tocando otra hora más por lo menos. Que la locomotora circulara toda la noche, como decía el clásico de Tiny Bradshaw, Howard Kay y Lois Mann.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


 

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