Kafe Antzokia, Bilbao
El surrealismo siempre ha estado unido de alguna manera al
mundo del rock. Las primeras referencias que vienen a la mente en este sentido
estarían en los Pink Floyd o Genesis de los comienzos, cuyas letras fantásticas
y futuristas eran un caso aparte en la época, aparte del peculiar espectáculo
audiovisual que desplegaban en directo insuflando teatralidad al máximo en el
caso de Peter Gabriel. Tampoco habría que olvidar la influencia de Salvador
Dalí en músicos alemanes de los setenta tipo Edgar Froese o Klaus Schulze, eso
sin mentar la archiconocida complicidad existente entre Alice Cooper y el genio
de Figueras, que llevó incluso a este último a erigir dos retratos al rockero
en formato holograma.
Basta escuchar en estudio a los daneses Powersolo para darse
cuenta de que son absolutos herederos de ese histrionismo vanguardista que entronca
con el descaro de The Cramps o un sentido del humor absurdo propio de Peter
Sellers. Los casi gemelos Kim y Bo Jeppesen debido a su extrema delgadez se
hacen llamar además ‘The Railthin Brothers’, aunque no les gusta nada ser
etiquetados, únicamente lo tolerarían si habláramos de whisky.
Tras las gratas sensaciones que nos dejaron en el último
festival Azkena, cuando facturaron a pleno sol una de las mejores actuaciones
del evento, acudimos prestos a la llamada a pesar de la noche electoral. Por
motivos que desconocemos, pasaron el bolo del recogido piso superior a la sala
grande del Antzoki y pensamos que la afluencia quizás había desbordado las
previsiones. Para nada, apenas unas 60 o 70 personas se congregaron allí,
dejando bastante espacio libre y restando intimidad a un show que podría haber
ganado en intensidad en un recinto más reducido.
Pero eso a los colgados de Powersolo les daba un poco igual, el fiestón lo iban a montar de
todas las maneras. Ya desde el principio se mostraron espasmódicos con “Baby,
You Ain’t Looking Right” y en “New Fashioned Girl” ya había por ahí féminas
bailoteando. Con el protagonismo copado por los dos daneses casi idénticos, el
bajista tuvo su momento de gloria para cantar un tema y a veces hasta parecía
que se pegaban por el micro por sus descomunales ganas de soltar alaridos.
El respetable andaba bastante mermado respecto a su bolo
vitoriano, pero su torbellino escénico devastó con la misma potencia. Se
recrearon en los ritmos sincopados, manejando los silencios y alargando quizás
en exceso las piezas antes de arremeter con saña. Golpeaban los micros con las
guitarras y chillaban como monos que hubieran estado encerrados en una jaula
durante meses. Cualquiera los dejaba sueltos.
Si su propensión a estirar el repertorio restó algo de
ímpetu en un comienzo, no tardaron en enderezar la marcha hacia el ecuador con
la acelerada “Frantic” y desgañitándose en “Asshole”. Y desbordaron el
histrionismo con el aire a lo The Cramps de “Jurassic Sex Party”, donde les
faltó calzarse unos tacones como Lux Interior.
Kim Jeppesen en una de sus pocas poses serias. |
Había una pareja de guiris que parecían estar de celebración
por las jarras de cerveza que sacaban cada dos por tres y ese entusiasmo
desmedido del que no está acostumbrado a la música en directo. Se pasaron casi
todo el concierto cantando el pegadizo estribillo de “Canned Love” y hasta que
no consiguieron lo que querían no pararon. “¡Es
mi canción preferida!”, gritaba uno de ellos, por lo que dado el ambiente
familiar no se pudo desestimar tal petición, que fue recibida además por los
guiris chocando palmas.
Por gustos personales, consideraríamos sin dudarlo “The
Leather Suit” uno de los picos de la velada por su rollo noctívago deudor de
Iggy Pop y tuvieron un empacho mariachi con “Juanito”, donde el batería se rió
como una hiena mexicana y no escatimaron en “chiquitas”
y “putas de madre”. Conservaron
empero las formas para bajarse del escenario y darle una púa en mano a una de
las asistentes. Un caballero a la antigua usanza.
Los casi gemelos se pegaban por el micro. |
Retornaron para los bises y seguir vertiendo ese variopinto
conglomerado de sus cabezas con funky a lo James Brown, rock n’ roll aullante y
su desconcertante punto cómico charlotesco. Eran unos tipos multifunción
totalmente, por lo que el hecho de agarrar unas baquetas no impedía demasiado
refrescar el gaznate, con la inestimable ayuda del vocalista, eso sí.
Terminaron a tope de revoluciones, con un interludio
improvisado del cantante Kim al bajarse del escenario para pedir unas cervezas
y aprovechar la coyuntura para mover el esqueleto con una chica de idéntica
camiseta de rayas. Rotaron incluso sobre sí mismos cual peonzas y para completar
el numerito el voceras regresó a las tablas con movimientos robóticos. Vaya
trueno tienen.
Pese a que molaron infinitamente más en el festival Azkena,
los auténticos gemelos ultradelgados volvieron a demostrar que no hay nada
podrido en Dinamarca, sino que su rollo está muy vivo. Llevaban tal chaladura
encima que alguno hasta exclamó: “¿No
habéis comido hoy o qué?”.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO
VILLAESCUSA
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