Kafe Antzokia / New
Pecata Minuta, Bilbao
Quién nos iba a decir hace unos pocos años que la capital
vizcaína se convertiría en un punto de referencia ineludible de las giras
internacionales hasta el punto de rivalizar con las grandes urbes de Madrid o
Barcelona en cuanto a número de salas disponibles. O que incluso barrios antaño
residenciales albergarían en su seno una variedad musical a la altura de
cualquier festival.
Quizás fuera simple conjunción de los astros, pero eso
precisamente sucedió en la bilbaína zona de Santutxu un pleno viernes cuando
coincidieron los rockabillies Mud Candies en un garito de marcha local, y a
pocos metros, desde Eslovenia se acercaron los psychobillies Clockwork Psycho
hasta el New Pecata Minuta, que estrenaba esa noche programación internacional
y demostró cumplir en cuanto a sonido las condiciones óptimas para el disfrute
de espectáculos de este tipo, exceptuando tal vez la excesiva luz del recinto
que resta algo de magia. Y en La Nube, el otro templo circundante de las
actuaciones en directo, también había bolo. ¿Algo más?
Clockwork Psycho en el New Pecata Minuta. |
No se congregaron demasiados fieles empero para la primera
fecha peninsular de los centroeuropeos Clockwork
Psycho, aunque se dejaron caer por allí los habituales del rollo. En
formato trío apañado, estos oriundos de Ljubljana insuflaron en un comienzo
ecos de Tarantino y no tardaron en preguntar si preferíamos que se movieran más
al punk o al “billy”. Justo unos
instantes antes un conocido de la escena se quejaba de la deriva punkarra de
muchos grupos del género, por lo que la suerte estaba echada. Acertaron de
inmediato con la versión country macarra del “Rebel Within” de Hank Williams
III, muy llevada a su terreno y que les consolidó como unos dignos mascadores
de tabaco.
Se regodearon en esa línea con “Little Monkey”, frenética y
con poso fronterizo, del mismo modo que “Today I Met The Maker”, que también
serviría de banda sonora para un western aguerrido.
Con temas de apenas dos minutos atropellándose unos detrás de otros, era
complicado bajarse de la locomotora, a no ser que condescendieran en la clásica
fijación del psychobilly por los viejos éxitos ochenteros, caso del manido
“Sweet Dreams (Are Made Of This)” de Eurythmics, que sonó bastante más elegante
que la de Manson.
Apañados y fronterizos. |
Con el fiestón que había montado nos dio una pena inmensa
tener que largarnos para al Antzoki, aunque todavía pudimos catar un “I Don’t
Give A Fuck” casi hardcoreta en el que mandaron cantar al personal. Muy
aceptables, en definitiva, estos eslovenos, cuyo concurso se pasaba tan deprisa
como sus canciones. ¡Que vuelvan un día menos ajetreado!
La otra visita a los Quaoar
desempolvando el legado de Pearl Jam y otras leyendas de Seattle mereció
asimismo el esfuerzo, una ocasión probablemente irrepetible, marcada además por
la muerte del líder de Stone Temple Pilots Scott Weiland la jornada anterior.
Lástima que debido a desplazamiento y demás nos perdiéramos una parte
importante de su show, pero por fortuna llegamos a tiempo para uno de los picos
reseñables con el “Better Man” y “Jeremy” de Eddie Vedder y compañía, ambas muy
dignas, clavando incluso los gorgoritos del de Illinois.
Lo cierto es que a los bilbaínos les pegaba bastante la
tónica de la velada, en especial por ese leve deje alternativo que siempre ha
convivido en su música entre las influencias de Opeth o Jeff Buckley. Estaba
claro que un repertorio de esas características suscitaría la aprobación de una
considerable muchedumbre, aunque aquello tampoco estaba lleno a reventar, como
pronosticábamos tras la olla a presión que se vivió en la presentación de su
último disco en el mismo recinto.
Iñigo, vocalista de Quaoar. |
Precisamente, tal vez rememorando aquella ocasión, invitaron
al cantante de los teloneros de aquel entonces, Old Days Dawn, y poco después
se arrancaron con “Them Bones” de Alice In Chains, otra de poner pelos de punta
a los fans de las camisas de cuadros y a los hippies barbudos psicodélicos que
pululaban por allí. Aparte de la inmensa labor a la voz de Iñigo, que realzaba
cada corte con el buen hacer que le caracteriza a las tablas, hay que destacar
la labor de los guitarristas, que sobresalían sobre todo en las composiciones
más contundentes y con mayor desarrollo instrumental.
Al desmelene generalizado del “Dam That River” de los chicos
de Layne Staley, siguió la nota emotiva con el preceptivo homenaje a Scott
Weiland mediante un “Big Empty” al alimón entre Iñigo y el forajido local James
Room, muy conseguida además por los tonos graves de este último. Y en esa
tónica, entró cual lingotazo el “Would?” de Alice In Chains, algo tan decadente
como la vida descontrolada del propio ex Velvet Revolver.
“Es un showman”,
repetían entre la concurrencia acerca de la imponente tarea que estaba
realizando el voceras, y eso quedó constatado de nuevo con el inmortal “Black
Hole Sun” de Soundgarden. Casi de otra dimensión fue “Black”, del grupo
principal de la velada, reproduciendo al milímetro los gorgoritos finales de
Vedder y sentando cátedra en un in
crescendo eléctrico de copa y puro. Alucinante.
No se entendería un tributo a la escena noventera sin
acordarse de “Alive”, uno de sus himnos mayúsculos en el que el vocalista bajó
las escaleras para cantar el estribillo ante un corro de fieles féminas
mientras las guitarras recargaban pilas ante un solo estratosférico de los de
quitar el hipo. Mucho nivel.
“Ojalá podamos volver
a hacer algo parecido”, dijo el frontman
dejando claro que para ellos había sido algo totalmente especial. Y a buen
seguro al otro lado de la barrera pensarían igual, la pose de Jesucristo de
Iñigo tal vez no fuera por completo casual, aquella noche en realidad todos los
congregados eran hermanos, hijos de Seattle, de hecho. Olía a espíritu
adolescente.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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