Kafe Antzokia, Bilbao
Uno a veces se cansa de acudir a conciertos atestados de
señores mayores. Te da una especie de sensación de apocalipsis inevitable, de
que todo se va a ir al garete en un futuro próximo o de que una colisión
interplanetaria está por llegar en un plazo bastante corto. Quizás esta
gerontofobia galopante se deba a nuestra admiración por obras como ‘Lolita’,
‘Las vírgenes suicidas’ o el gurú Frédéric Beigbeder, con odas a la efímera
juventud del calibre de su reciente ‘Oona y Salinger’ o el impresionante
tratado sobre belleza femenina ‘Socorro, perdón’.
Lo cierto es que la senectud nos provoca cierto rechazo, sí,
por eso no pudimos sino sonreír cuando el norteamericano de ascendencia
mexicana Alejandro Escovedo relataba en una simpática anécdota lo que le
respondió su propio hijo al preguntarle acerca de sus discos: “Es música para viejos”. Prueba inequívoca
de la brecha generacional, que en este caso más bien se antoja un abismo, entre
padre y vástago.
No había demasiada juventud aquella noche en el Kafe
Antzokia, de hecho, hasta se veía por ahí alguno que sacó del armario el
sombrero de señor. Era una de esas ocasiones propicias, pues también abundaban
esas chaquetas de pana que creíamos olvidadas desde la victoria socialista de
1982 o esos movimientos casi tan actualizados como los de ‘Fiebre del sábado
noche’. Parece mentira pero todavía quedan irreductibles que levantan el dedo
índice entre canción y canción o mueven levemente la pierna cual presa de un
inevitable tembleque. Admiración plena a todos ellos.
Para desentumecer los huesos iniciaron la triple sesión de
rock americano los tejanos The
Bellfuries, unos rockabillies a los que tampoco pudimos catar demasiado,
pero lo visto ya nos dio la impresión de que eran bastante aperturistas para su
rollo, por algo en cierto momento amagaron con el riff de “Angel of Death” de
Slayer y luego enlazaron con el tema homónimo “Black Sabbath” de Tony Iommi y
compañía antes de volver a sus derroteros habituales. Capacidad de sorpresa por
lo menos tenían.
Los versátiles rockabillies The Bellfuries |
Mucho más cachondeo destilaban los italianos Don Antonio, seudónimo bajo el que se
escondía el cuarteto que acompañaba en esta ocasión a la estrella de la noche y
que ofrecieron una suerte de entremés de unos quince minutos en el que evocaron
el surf rock eminentemente instrumental con ritmos contagiosos de esos para “mover el esqueleto”, como dirían gran
parte de los presentes. Pocos dieron calabazas a su autodefinida “música romántica”.
Al pensar en rock americano a uno se le aparece de inmediato
la imagen del Boss Springsteen, pero a su vera a nivel artístico, aunque jamás
les veremos en estadios inmensos abarrotados de gente, se sitúan malditos,
olvidados de la industria discográfica como Willie Nile o Alejandro Escovedo. Auténticos outsiders
que encarnan como pocos el mito del hombre labrado a sí mismo,
incorruptible, y que se ha abierto hueco en el panorama musical a empujones,
sin concesión alguna a la comercialidad.
El protagonista de la velada se crió en una familia muy
vinculada a la música, con un hermano capitaneando la banda de hard rock The
Dragons y otro en los míticos pioneros del punk en la Costa Oeste The Zeros. No
le hizo falta empero contactos para labrarse una trayectoria propia dentro del
campo del rock de raíces y convertirse en una suerte de “Dylan de la frontera”
capaz de rodearse en su último disco con personajes como Peter Buck (R.E.M.) o
Scott McCaughey (The Minus 5, Young Fresh Fellows).
De hecho, el grueso del repertorio de aquella noche
pertenecía al reciente ‘Burn Something Beautiful’, un álbum que destila hasta
las cachas aroma neoyorquino al evocar la omnipresente figura de Lou Reed. Y
aunque su catálogo tampoco sea proclive al desmelene salvaje, hay que decir que
nos sorprendió el sonido robusto de la banda, que alcanzaba sin problemas la
épica de Springsteen, hasta se copiaba su legendario “one, two, three, four”, y disponían de la habilidad necesaria para
legar solos espectaculares en plan Neil Young que expelían poso rockero.
Demasiado para una reunión de viejos.
Pues sí, el chicano metió empaque desde el comienzo con “Can’t
Make Me Run” y las guitarras ya se envalentonaron con “Horizontal”. Pero los
señores mayores pudieron suspirar aliviados por el tono afable de “Beauty Of
Your Smile” antes de retornar al blues rock de “Shave The Cat”. La parte
acústica del medio quizás se hizo un poco cuesta arriba y ahí intercaló “Sister
Lost Soul”, un tema compuesto junto a Chuck Prophet, que precisamente dedicó al
recientemente fallecido Chuck Berry.
Y puestos a homenajear, en “The Bottom of the World” se
acordó asimismo de Austin, Texas, la ciudad que le ha visto despuntar en
términos musicales y por donde pululaban también los punkis salvajes The Dead
Boys o el recordado cantautor country Townes Van Zandt. El hijo que le acusó de
hacer música para viejos tuvo asimismo su protagonismo en “Down On The Bowery”
y nos relató que se llamaba Diego por Diego Rivera, el famoso muralista
mexicano de vida un tanto disoluta que estuvo casado con Frida Kahlo.
El repertorio quedó al final bastante equilibrado con piezas
netamente rockeras y otras más amables,
tipo “Farewell To The Good Times”, que no impedían a sus acompañantes lucirse
de lo lindo. Y la complicidad del envejecido respetable brilló en los coros de “Sally
Was A Cop”, que recordaron una vez más al canadiense Neil Young, y algunos
señores hasta dieron palmas mientras otros simulaban tocar la batería, oh no.
A todos ellos dedicaron “Always A Friend”, que Escovedo ya
ha cantado en alguna ocasión junto a Springsteen, y ya en los bises no se
anduvo con tonterías y rescató el legado de quizás las dos principales figuras
de la canción canadiense, es decir, Leonard Cohen y su estremecedor “A Thousand
Kisses Deep”, y el casi omnipresente por omisión directa Neil Young, en un “Like
A Hurricane” que pudo despeinar las cabelleras de unos cuantos tipos
respetables.
Muy decente este guateque americano para puretas que al
contrario de lo que temíamos no resultó ni de lejos aburrido. Algunos incluso
comentaban que había sido de lo mejor del presente año, no llegaríamos tan
lejos, pero mucho nivelazo se destiló a las tablas, la verdad. Esto también
debería ser para jóvenes.
Texto y fotos:
Alfredo Villaescusa
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