Kafe Antzokia, Bilbao
Menos mal que poco a poco va imperando la cordura y la
Semana Santa ya no es ese páramo cultural de antaño en el que podías lanzar una
bomba nuclear y ni dios se quejaba. Los incautos que se quedan ahora pueden
disponer de servicio de metro hasta una hora razonable y los planes en la villa
abundan por doquier. Vaya comparación con el ambiente fantasmagórico de hace
unos años en los que aquello de ver la ciudad como destino turístico sonaba
poco menos que a aparición mariana.
Como muestra de ese vanguardista Basque Fest que se montó en
el “botxo” del 12 al 16 de abril catamos en esta ocasión la actuación de los
madrileños The Limboos, que ya habíamos visto hace no mucho en el Satélite T y
que volvieron a epatar por su peculiar simbiosis entre ritmos caribeños y rock
n’ roll primigenio. Los llaman exóticos, y tal vez sea cierto, pues su música a
veces tiene tanto glamour como un capítulo de ‘Vacaciones en el mar’.
Pocas almas empero secundaron la propuesta en un principio,
aunque al final se alcanzara una afluencia digna con algunas chicas elegantes.
Eran jornadas complicadas, raras incluso, con garitos vacíos durante horas en
los que los individuos se miraban como forasteros en un salón del Lejano Oeste
o DJs que aparecían en los sitios varias horas más tarde. Si hubieran llovido
ranas al igual que en la peli de ‘Magnolia’ probablemente a nadie le hubiera
sorprendido. Viva el realismo mágico.
Calentaron el ambiente los rockabillies locales muy en boga Mud Candies, un combo muy competente en
las distancias cortas que podría codearse sin problemas con Dead Bronco por su
notable habilidad para mezclar country, swing o rock n’ roll primitivo. Se les
notó muy rodados, destacó su versión del “Jolene” de Dolly Parton y una
cantante con voz impecable a la que le sobraban por completo los comentarios
chonis entre canción y canción. Dice un conocido que a no ser que dispongas del
ingenio y la agilidad mental de Jorge de Ilegales a veces es mejor quedarse callado
en los directos. Y en este caso tendría más razón que un santo. No existe nada
más odioso que la falsa modestia. A pesar de este pequeño detalle, prometen
mucho, eso sí.
Mud Candies, unos émulos muy decentes de Dead Bronco. |
Después de tanto discursito vacío, se agradeció que The Limboos estuvieran comandados por
un tipo que de talento anda sobrado y no necesita decir tonterías para hacerse
el simpático. Retomaron aquel lema de “el
arte por el arte” de los estetas del siglo XIX y ofrecieron de golpe su
esencia con “Keep Your Hands Off My Pocket” y “Rockin’”, puro sonido vintage mucho más creíble que el de
cualquier banda de hipsters retro.
La forma de interpretar del voceras Roi Fontoira sobresale
en “What I’m Saying”, “Lies –Two Wrongs Don’t Make It Right”, con un
espectacular solo de saxo, o en ese homenaje a las calles de Nueva Orleans
llamado “Calypso Drunk”, que ellos mismos definieron como “una juerga etílica”. Y casi recrean los ambientes del hampa del
Chicago de los años 30 en “No Business Next To Mine – Uh Huh” antes de subir la
temperatura con el Blue Beat de raíz jamaicana de “I’m A Fool”. Otra manera de
viajar sin comerse demasiado la cabeza.
La pieza instrumental “Crazy Rumba” sirvió para que su
carismática batería se luciese, un activo fundamental que ayuda a consolidar su
rhythm n’ blues exótico. Estaban dando un bolo de órdago, pero el personal
tampoco es que se desviviera, por eso el vocalista espoleó a la concurrencia
diciendo “¿Tímidos o qué?” y a
continuación añadió la solución para romper tanta frialdad: “¡Tomaros copas!”. Desde luego habría que
tener sangre de horchata para no apreciar en su justa medida el saxo hipnótico
y a punto de explotar de “Been A Whole Lot Of Time”. Otro de esos temas en los
que amplían el horizonte respecto a su debut.
“Space Mambo” transformó el recinto en un sambódromo, si a uno
le daba por mirar los movimientos de los asistentes, y aprovechando que era el
aniversario de la Segunda República el voceras expuso sus principios al
asegurar que solo apostaría por un régimen que incluyera a Chuck Berry o Bo
Diddley. Un discurso que apuntaló renegando de las redes sociales con un
peculiar lema: “Menos Twitter y más Chuck
Berry”.
No disminuyó en absoluto la clase que destilaban con “Tell
Me Pretty Baby”, que evocó a los Beatles hamburgueses, y en “I Need Your Love” el
contrabajo aprovechó para explayarse antes de que las seis cuerdas tomaran el
relevo mientras el saxo iba tomando forma poco a poco. Su precisión de
relojeros posibilita que ningún elemento se salga fuera del tiesto.
A modo de reivindicación de lo último editado, abrieron los
bises con “I Don’t Buy It”, con sus pinceladas de góspel que en directo no
desmerecieron en absoluto. Su abrumadora competencia les permite incluso
recrearse en el contrabajo o en los punteos sin resultar pesados ni por asomo.
No hubo ni rastro de garrafón en su embriagante juerga
etílica que les hace diferentes a cualquier otro grupo del panorama nacional.
En tiempos en los que se abusa del reciclaje musical y del saqueo sin
contemplaciones de movimientos pretéritos, se hacen más necesarios que nunca los
brebajes de calidad que dejan regusto agradable en el paladar y otorgan un
inefable poso de distinción. Para gourmets absolutos.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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