Satélite T, Bilbao
Hay escenas que desencadenan en nosotros una fidelidad
incuestionable. Una de ellas sería aquella que sacudió los cimientos de la
civilización allá por la década de los noventa del siglo pasado cuando unos macarras
escandinavos que levantaban los mástiles al cielo desempolvaron el protopunk de
MC5 o The Stooges, le sacaron lustre y lo devolvieron con las revoluciones
incrementadas y una actitud incendiaria deudora claramente del 77. The
Hellacopters, Turbonegro y Backyard Babies formaban una santísima trinidad
incuestionable para cualquier fan del rock enérgico. Y su palabra todavía sigue
tan vigente como si fuera la verdad revelada.
Por eso no es de extrañar que en Suecia y otros países de la
zona el legado de Nicke Andersson y compañía continúe muy vivo, según dan fe
los miles de grupos que salen hasta de debajo de las piedras con fidelidad
absoluta a sus postulados eléctricos. Un claro ejemplo de la extensión de este
evangelio serían Deadheads, que toman influencias tanto de los setenta como de
los noventa y definen su música como “energía,
energía, energía” y no dudan en atribuirse el mérito de “mantener el rock n’ roll vivo desde finales
de 2012”. Ahí es nada.
Tienen además cierto vínculo con la península, ya que la
discográfica española Ghost Highway Recordings editó su debut ‘This is
Deadheads first álbum (it includes electric guitars)’ en 2014, por lo que están
ya tan familiarizados con estos lares que hasta se atreven con una gira de
cinco fechas, así por lo pronto. Un periplo que les ha llevado incluso por el
festival interurbano GetMAD! que se ha celebrado en salas de Madrid durante el
pasado mes de mayo.
Poca gente se animó empero a su cita con la capital vizcaína,
pero a estos oriundos de Göteborg eso les daría igual, pues ya han acompañado a
figurones de relumbrón en su rollo del calibre de Turbonegro, Imperial State
Electric o Supersuckers y conocen de sobra el favor de las masas. Con los
espectaculares antecedentes de su lugar de procedencia, de ahí no podría salir
nada malo, a día de hoy sigue siendo una cantera inagotable para cualquier fan
del rock n’ roll enérgico.
Ya las mismas pintas de Deadheads
con sus mostachones y chaquetas vaqueras plagadas de chapitas anticipan que
tampoco van a inventar la rueda ni sacudir el panorama musical con imposibles
experimentaciones. Pero quién necesita algo de eso cuando atruena “There’s A
Hole In The Sky” o la frenética “Let Loose The Fool” que en seguida remiten a
The Hellacopters por sus estribillos y esos punteos de llevarte los demonios
que parecen inclinar inevitablemente los mástiles hacia al cielo.
“The Need To Sleep”, con cierto aire al “Hopeless Case Of A Kid
In Denial” de los de Nicke Andersson, reafirmaba su voluntad de ir a piñón
fijo, no pasa nada, a veces es necesario y hasta deseable, sobre todo si te
cascan así sin avisar el clásico “Motörhead” del eterno Lemmy pasado por el
tamiz de Göteborg. Sin desviarse de los temas homónimos, “Deadheads” supone
otra declaración de principios inapelable para los que no sepan de qué va su
historia. Una inmersión inmediata.
Y “Venom” rompió la dinámica al acercarse a Dio o Rainbow,
con el cantante adentrándose en un registro en el que no desentona para nada,
muy destacable además la labor del batería. La calma duró poco y antes de
cambiar de tercio preguntaron un mítico “Are
you ready for rock n’ roll?”, justificación necesaria para levantar
mástiles como si no hubiera un mañana. Valga señalar que el guitarrista llevaba
camiseta de Status Quo, enemigos declarados de la sofisticación y muy de apelar
a los instintos primarios. Una pulsión inevitable.
No cuentan con un repertorio inmenso al estar trabajando en
estos momentos en un tercer disco, pero disponen de los trallazos suficientes para
levantar del sitio en las distancias cortas, caso de un pletórico “My Demons” o
un “Keep On Searching” para regodearse en los punteos y acabar enarbolando
mástiles a modo de estandartes. Ofrenda a un dios eléctrico.
Los asistentes no llegaban ni al medio centenar, pero se
armó el suficiente revuelo para que los suecos retornaran con un par de bises
para echar chispas, entre ellos el acelerado “Live On”, otra orgía de riffs
desenfrenados y actitud para regalar que dejaba un sabor de boca inmejorable.
Nunca habrá suficientes grupos deudores de The Hellacopters.
En tiempos en los que las camisetas de Kiss o Rolling Stones
se venden en tiendas de ropa convencionales, no está de más reivindicar ese
bendito raca raca que todavía puede asustar a timoratos políticamente correctos
y desagradar a hipsters que lo ven como algo tan completamente pasado de moda
como los Status Quo. Esto era música de verdad, señores. Cero postureo.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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