Kafe Antzokia, Bilbao
Hay que saber envejecer con dignidad, sin dar pena ni
arrastrar la leyenda. Pero no es sencillo, hace falta una necesaria dosis de
humildad y que cuentes en tu equipo con alguien tan valioso y osado para
plantarte un espejo y censurarte cuando metes la pata hasta el fondo. Algo muy
complicado de encontrar en un mundo de lameculos y de aficionados a dorar la
píldora al personal, ya sea para conseguir un propósito determinado o
simplemente para quedar bien con toda esa escoria buenrollista que domina la
vida pública, si lo primero por lo menos tiene un pase, lo segundo ya sería
para desear que impactara de inmediato una bomba atómica.
Los gallegos Siniestro Total parece que dejaron de tocar los
pies en el suelo desde que se autoproclamaron “putos amos”, se olvidaron por completo del punk en detrimento del
blues y se volvieron tan exquisitos como para editar discos en vinilo con
copias limitadas, según hicieron con ‘El mundo da vueltas’ para celebrar su 30
aniversario. A su ex compi Miguel Costas se le ocurrió recientemente una idea
mejor, recrear el mítico directo ‘Ante todo mucha calma’, pero Julián Hernández
y los demás no lo vieron con tan buenos ojos, así que se vio obligado a
desechar la ocurrencia. Las heridas siguen abiertas.
Porque aquí lo que está en juego son dos conceptos del
espectáculo, uno festivo y currante, donde conviven las novedades con los
viejos clásicos, y otro más sosegado, refinado, sin darse demasiada prisa en
los lanzamientos y escorando el repertorio hacia vertientes más
tradicionalistas y acomodadas, riesgo cero, vaya. Todo un choque cultural para
un grupo que antaño cantaba cosas como “Las tetas de mi novia” o “Más vale ser
punkie que maricón de playas”, piezas denunciables hoy en día por cualquier
asociación de agraviados o camarilla de musicólogas.
Como hemos dicho, los vigueses han perdido fuelle en los
últimos tiempos y eso se vio reflejado en una asistencia demasiado pobre para
un combo con más de tres décadas en la brecha. El relevo generacional parece
que no ha existido ni por asomo, pues la mayoría de los fieles correspondían al
perfil de madurito fiestero que sale una noche cada año bisiesto para ponerse
hasta el culo y de paso molestar un poquito al personal, como esos tipos que se
te plantan en medio teniendo un montón de espacio por ahí.
Con un doble introducción formada por el himno soviético y
la sintonía de la serie ochentera ‘Corrupción en Miami’, Siniestro Total oficiaron en plan funcionarios con temas recientes
tipo “La Paz Mundial” y sorprendieron recurriendo tan pronto a un correcto
“Miña Terra Galega”, su archiconocida adaptación del “Sweet Home Alabama” de
Lynyrd Skynyrd, capaz de levantar cualquier garito, pero que en tan temprana
posición en el repertorio provocaba más bien cierto estupor.
Julián Hernández, ataviado con sombrero y barba de señor muy
mayor, hizo desde el principio sus pinitos como monologuista pretendidamente
gracioso al comparar a vascos con gallegos y la capacidad de los últimos para
exportar al resto del país jefes de Estado, presidentes del Gobierno y hasta
altos cargos de la Conferencia Episcopal. Ya habíamos escuchado esa broma en
otras ocasiones.
Se agradece que rescataran “Emilio Cao”, con ese
indisimulado aire a The Kinks, y “Cultura Popular”, pese a no levantar
demasiadas pasiones, no desentonaba en ese tramo al haberse convertido en una
de las imprescindibles en los directos de su última etapa. Lo malo es que
concatenaron un número considerable de canciones anodinas, con la única salvedad
de “Fuimos un grupo vigués”, donde se declaran “héroes del proletariado”, porque “Camino de la cama” y “Ay
Dolores” tampoco es que desagraden, pero están a años luz del descaro y la mala
baba de su catálogo pretérito. A ratos parecía que uno estaba viendo a Barón
Rojo o cualquier otro conjunto de puretas acabados viviendo de las rentas.
Los parlamentos de Julián entre corte y corte no eran especialmente
sembrados, pero eso lo podemos entender, no todo el mundo posee el ingenio
desatado de Jorge de Ilegales o el mismo Miguel Costas, que también les supera
actualmente en chispa humorística, desde luego. Eso de la transgresión pasó a
mejor vida, hasta pidieron perdón por la letra de alguna de sus canciones, lo
que faltaba.
“Keke Rosberg” y la homónima “El mundo da vueltas” sonaron
de oficio, carentes de la mínima emoción, pero por suerte su revisión del “Whip
It” de Devo por lo menos consiguió despertar al pureteo presente, al igual que
su versión de Obús “Vamos muy bien”, ralentizada totalmente, aunque a muchos ya
les valía para alzar la copa y reivindicar el alcoholismo pusilánime, ese de
derramar líquidos sin control y perder todo atisbo de dignidad. Los caballeros
cuando se emborrachan, para empezar, ni se les nota, y en caso contrario, jamás
pierden la compostura.
“Tumbado a la bartola” rompió la dinámica monótona al ceder
Julián las labores vocales y la risible “Putos amos” se antojó un mero
ejercicio de autocomplacencia. “¡Cuánta puta y yo qué viejo!” es un temazo
absoluto se toque en acústico o con txalaparta, quizás fuera uno de sus pocos
puntos álgidos en un recital aburrido. Y algunos hasta se tomaron la letra en
serio y no dudaron en quitarse la camiseta al decir aquello de “mujeres desnudas con hombres desnudos”.
Lo de los achaques de la edad parecía cierto por lo menos.
“Ayatollah” podría también salvar el expediente, aunque con
cierto freno echado bajaba puntos. Gritaron por ahí “Me pica un huevo”, pero no
caería esa breva, en su repertorio actual es casi como si Germán Coppini nunca
hubiera existido. “Bailaré sobre tu tumba” es otra de las que anima cualquier
garito, por muy muerto que esté, y la de “¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A
dónde vamos?” siempre tiene su gracia, al contrario de la verbenera adaptación
de AC/DC “Somos Siniestro Total”. Andamos ya muy mayores para ese tipo de
horteradas.
Mira que les tengo respeto por esa discografía en la que sus
primeros cuatro trabajos deberían ser religión, pero esa noche estuvieron poco
inspirados. Han perdido hasta la más mínima gota de punk, su espíritu original
lo encarna mejor hoy en día Miguel Costas, que les barre también en directo. Y
además ni siquiera les dedican canciones de amor The Gachises. ¡Ay, qué viejos!
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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