LOS TRIBUTOS
NECESARIOS
Kafe Antzokia, Bilbao
Lo cierto es que nunca hemos sido ni de homenajes ni de
bandas clónicas. Bastante extenso es ya el panorama como para andar perdiendo
el tiempo con los que se dedican a recuperar el catálogo de grupos o artistas
en activo. Pero siempre hay notables excepciones, sobre todo si se hacen las
cosas con un gusto inefable y un mimo que solo podría entenderse si tenemos
detrás a un verdadero aficionado a la música con mayúsculas. El amor al arte
debería reivindicarse más a menudo.
Ese es el caso del ciclo Izar & Star, creado por el
veterano periodista bilbaíno Javier Corral, una andadura que comenzó hará ya
ocho años y ha contribuido tanto a dinamizar la ajetreada agenda cultural de la
villa como a rescatar del olvido a unos cuantos nombres que dormían el sueño de
los justos. Porque esto no se trata de simples tributos, copias al milímetro
que nada aportan al panorama, sino de contemplar un legado concreto a través de
una peculiar mirada, que en ocasiones puede ser muy personal y otras veces
profundamente respetuosa, aunque sin renunciar a impregnar con su propio aroma
las composiciones ajenas.
Ricardo Lezón y Mc Enroe en formato intimista. |
El sarao montado para celebrar los 100 conciertos de esta
brillante iniciativa, parecía a priori muy apetecible con los getxotarras Mc Enroe en un formato intimista
recreando a El Último de la Fila, una empresa arriesgada que a cualquiera con
dos dedos de frente le podría dar hasta vértigo. Algo que no podría suceder
desde luego a unos maestros del slowcore tan competentes con una ya
considerable trayectoria que se remonta a principios del presente siglo.
Escuchar cantar a Ricardo Lezón a escasos metros es una de
esas experiencias que te sacude el alma por completo, una descarga de
electricidad similar a cuando dos desconocidos que se gustan se tocan por
primera vez, no es raro que la carne se ponga hasta de gallina. Daba igual que
uno no fuera demasiado fan de la mítica banda de Manolo García y Quimi Portet,
el mismo Ricardo tampoco lo era, no tuvo reparo en admitir su entusiasmo hasta
los dos primeros discos, aunque “luego ya
no”. En esta línea también confesó que en su juventud se hartó de oír una
cinta con The Smiths en una cara y El Último de la Fila por la otra hasta un
punto tan excesivo que ambos cancioneros se mezclaban. Dios salve a las TDK 90.
De esta forma, sonaron muy llevadas a su terreno atormentado
piezas clave en la historia del pop patrio como “Insurrección” o “Aviones
plateados”, sosegadas, con poso doliente, pero para nada carentes de ímpetu.
Una delicia para aficionados a Mc Enroe o incluso al Nacho Vegas decadente de
los inicios. Se acordó incluso de su banda madre con una estremecedora “La
electricidad” en la que la voz retumbante relegaba todo lo demás a un cuarto o
quinto plano por lo menos. Pura emoción.
Lo de los irundarras Júpiter
Jon ya se barruntaba que iba a ser una marcianada de tres pares de narices.
Y es que con un epígrafe que respondía al título de “Punky reggae party” uno tampoco podría esperar una sobriedad sobrecogedora.
En su lugar se palpó puro espíritu post punk, deudor por completo del de
aquellos chalados que a finales de los setenta tomaron los tres acordes como
base para desparramar y efectuar fusiones imposibles. Imposible no bendecir en
este apartado al glorioso sello discográfico Rough Trade.
Júpiter Jon, con Mursego desatada. |
Marcaron las directrices surrealistas recordando de primeras
a los psicodélicos Gong, auténtica terapia de choque antes de sumergirse en un
saxofón chirriante, ritmos hipnóticos y parrafadas musicadas que dejaban a los
asistentes con cara de póker, había que meterse mucho en su rollo para
pillarles el punto. Contaron además con la ayuda de Mursego a la voz, mucho más
suelta que de costumbre y casi poseída por el afán vanguardista y
experimentador.
La dama de la no wave Lydia Lunch también tuvo su momento,
al igual que los post punkis ingleses Blurt o el poeta, músico y activista
jamaicano Linton Kwesi Johnson, cuyo colofón con dub fumeta constituyó uno de
los momentos impagables de la velada. ¿Dónde está la marihuana, por favor? Una
lástima que no se extendieran en esta onda de cuelgue y rescataran, por ejemplo,
el “Give Youth A Chance” de The Ruts o el “Offshore Banking Business” de The
Members.
Se hizo cortísimo, pero valió de sobra para catar a los
guipuzcoanos y desear verles pronto en solitario en una de esas timbas
instrumentales no aptas para estrechos de mente. Estos sí que son los tributos
necesarios de veras. ¡Larga vida al ciclo Izar & Star!
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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