Kafe Antzokia, Bilbao
Hay espectáculos que uno podría estar viendo en bucle hasta
el final de los siglos. Eventos que superan la mera noción de homenaje y se
transforman en algo superior, una criatura con vida propia que dejó atrás su
condición de obra ajena. Porque existen bandas que se limitan a copiar con la
precisión de una fotocopiadora y el ánimo de vulgares funcionarios, pero por
mucho que se pueda reproducir hasta el más mínimo detalle, lo que resulta
imposible trasplantar es el alma. La esencia profunda que explica todo.
Los vasco-argentinos Capsula buscan precisamente eso mismo
en su recreación de la piedra angular de la historia del rock ‘The Rise and
Fall of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars’ de David Bowie, una ambiciosa
empresa en la que llevan ya más de un lustro
y que incluso inmortalizaron grabando un disco en honor a tan mítico
personaje. Pero nada debe alargarse eternamente, siempre es mejor dejar un
cadáver bonito y preferir que se
recuerde el momento en su época gloriosa antes de que la estrella acabe
languideciendo de puro agotamiento.
Como era de esperar, la oportunidad única de contemplar por
última vez al hombre de las estrellas colgó el cartel de entradas agotadas,
aunque la sensación tampoco fuera de agobio desmedido. Nos recibía un escenario
con predilección por los tonos plateados, muy glam, sí señor. Y además había
espacio para una doble batería, ocupada por Alba de Moonshakers y Mariana de
Sonic Trash, aunque también oficiara posteriormente el encargado habitual de
las baquetas en el combo, el venezolano Jorge Cayama.
Con el corazón en un puño, Capsula irrumpieron en escena con formación de lujo reforzada por
el descomunal hacha Gonzalo Portugal de Last Fair Deal o Gaizka Insunza de Audience,
otro de los fijos en los últimos tiempos. El inicio no pudo tornarse más
estremecedor con un “Five Years” en el que Martín exhibió su característica
pose mesiánica y de estrella absoluta del rock. Esto es lo que se debería
esperar en cualquier concierto, fuera cutrerías y vagos con pantuflas de andar
por casa.
La formación de lujo al completo. |
Seguíamos elevándonos a los cielos con “Moonage Daydream” y
los espectaculares coros de la bajista Coni, aparte de un solo inmenso del
maestro Portugal. Y una melodía de corte oriental precedió al clásico
“Starman”, “una canción de un tipo que
nació y vive en las estrellas”, tal y como la presentó el carismático frontman. “It Ain’t Easy” tampoco
desmereció en absoluto cantada por la dama de las cuatro cuerdas y luego Martín
nos contó aquello ya mítico de “¿Sabéis
lo que había antes del punk, antes de los Ramones, antes de Sex Pistols, antes
de Eskorbuto…?”. En efecto, ahí estaba “Hang On To Yourself·”, otra
apabullante demostración de poderío en la que el voceras se arrastró cual Iggy
Pop.
Turno entonces de acordarse de alguien “que tocaba con la zurda”, el inefable “Ziggy Stardust” que hacía
el amor consigo mismo. Bastaba que Martín mencionara que a Bowie “le encantaban las sufragistas” para
entender que era el momento de “Suffragette City”, que siempre es una de las
que mejor les queda, con las seis cuerdas de Gonzalo completamente desbocadas.
La introducción de “Rock N’ Roll Suicide” fue absolutamente épica con el
vocalista argentino admitiendo que en ese instante Bilbao era “el centro del planeta” y que somos “suicidas del rock n’ roll” porque lo
damos todo por dicho género, una épica que se agrandó si cabe cuando un mar de
brazos levantados acompañó en los compases finales.
En “Rebel Rebel”
Martín se agitó cual Mick Jagger al tiempo que se sumergía entre las masas
hasta erigirse en su sumo sacerdote. Y continuaron conjurando el delirio
colectivo con “The Jean Genie”, en la que mandaron agacharse mientras Gonzalo
se enredaba en punteos bluseros. “Somos
la resistencia”, dijo el voceras antes de “Soul Love” y entonces cual
efecto magdalena de Proust recordamos otra charla apocalíptica suya en la que
aseguró que probablemente seríamos una de las últimas generaciones en poder
tocarnos o mirarnos cara a cara. O algo así.
Un parón breve precedió a “Lady Stardust”, en la que volvió
a tomar el testigo Coni a la voz, al
igual que con “Star”, en la que casi pareció Tina Turner, brutal. El riff de
“Get It On” de T.Rex era inconfundible con Gaizka de Audience rompiéndose y el
teclista derrochando tanta pluma como Brian Eno en su época con Roxy Music. De
poner pelos de punta fue una vez más “I Need Somebody”, “el blues que sale del corazón de Iggy Pop” y contó además con otro
parlamento para recordar en el que afirmó que “todos necesitamos a alguien, incluso Gonzalo Portugal” antes de
reconocer que “somos almas de blues”.
Más chamán que nunca.
Se retiraron por segunda vez, y si no hubieran regresado,
aquello habría quedado inmaculado con semejante guinda decadente, pero todavía
les faltaba rescatar un tema sobre “muros,
disparos y besos”. Una inmortal “Heroes”, que quizás se tornara demasiado
saltarina antes de sucumbir a la psicodelia drogadicta de “Run, Run, Run” de la
Velvet Underground junto a David de Sonic Trash, uno de los primeros amigos que
encontró Martín al cruzar el charco. Orgía eléctrica total.
Con tanto sacrificio que nos pegamos por ir a un concierto,
probablemente sea muy cierto aquello que decía Martín de que somos suicidas del
rock n’ roll, kamikazes dispuestos a correr enfilados hacia el abismo con una
sonrisa en los labios y que así cobre pleno sentido aquella máxima fundamental
de Bukowski de “Estamos aquí para reírnos
del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos”.
Yeah.
TEXTO: ALFREDO
VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN
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