Nave 9, Bilbao
Existe una notable proporción de tocapelotas que acuden a
los conciertos casi como si fueran a La Scala de Milán. Exigen que nadie les
perturbe su sacrosanto campo de visión, que no haya por ahí demasiado
movimiento, todos tiesos como gatos de escayola, y por supuesto, que aquello
suene inmaculado, obviando que a menudo los directos tienen su atractivo porque
suelen contar con cierta espontaneidad o improvisación. Dejemos los recitales
perfectos para autómatas u otros seres fuera de este mundo.
Lo opuesto a esa perfección artificial que mencionábamos
representan The Capaces, catalanes que llevan fusionando el punk rock clásico
con el hardcore más cafre y despiadado desde finales de los noventa. Con discos
que se caracterizan por la abundancia de temas que no llegan a dos minutos como
munición sonora, han conseguido labrarse una reputación por sus directos
impepinables y podemos dar fe de que su onda expansiva se prolonga durante días,
o semanas incluso. Una experiencia extrema que debería vivirse por lo menos una
vez en la vida.
Levantarse un domingo sigue siendo una tarea titánica para
los que salen de fiesta los sábados, pero con bolos de este calibre que te
enseñan de un plumazo lo que vale un peine cualquiera se olvida de resaca,
cansancio y demás detalles accesorios. Quizás sean el equivalente musical a un
chupito de whisky para ponerse a tono y con ganas hasta de correr una maratón.
Antes de los licores contundentes, gozamos del nutriente piscolabis de los
locales Negracalavera, herederos en
lo musical y en su chulería de Porco Bravo y que al igual que estos actualizan
el eterno legado escandinavo de The Hellacopters, Turbonegro y Gluecifer. De
hecho, en sus bolos acostumbran a recuperar de los últimos el “Take It”,
mientras que de Nicke Andersson y compañía se decantan por la abrasiva “(Gotta
Get Some Action) Now!”.
Los dioses del rock, Negracalavera. |
Ya les habíamos visto en anteriores ocasiones y su aperitivo
se digirió con la habitual contundencia, con su vocalista Txema dándoselas de
mesías del rock al afirmar que hay “demasiadas
estrellas en el rock n’ roll”, ya se sabe que uno de los principales
mandamientos para subirse a un escenario debería ser creérselo a tope, sin
rollos. Quizás la peña todavía no se había quitado las legañas, pero lo cierto
es que los “negracas” oficiaron
incendiarios rememorando a Obligaciones de Vitoria con “Lágrimas” y
despidiéndose con su autoafirmativo corte homónimo. Larga vida a estos dioses
del rock.
Dicen que hay desastres naturales que te pueden pillar de
improvisto y sin posibilidad alguna de guarecerte para salvarte, pues eso mismo
sucedió con The Capaces, cuyas
descargas son una bomba de relojería con un poder inaudito de deflagración, una
auténtica tormenta eléctrica, un vendaval de guitarras furiosas que a veces
desafían hasta la propia capacidad del ser humano para tocar a esa velocidad.
Mira que hemos visto a grupos tocar rápido, pero es que eso era de otra
dimensión.
Con el pistoletazo de salida de “Black Dahlias”, parecía que
se había inaugurado una carrera imposible entre sus miembros por terminar
antes. Nada de brasas insustanciales que no interesaban a nadie, las piezas se
enlazaban como si formaran parte de un todo indivisible. Y su cantante se
antojaba una bestia parda en cualquier hábitat imaginable, ya sea con esta
banda o con el proyecto soul Shake!. Una locomotora cuyo combustible no se
agotaba ni por asomo.
Menos mal que el personal despertó y la actitud nada tuvo
que ver con lo contemplado anteriormente por parte del respetable, si con esa
tralla que bordeaba el hardcore alguien permanecía impávido, debería hacérselo
mirar. “Esto me gusta, rápido, sucio,
sudado, mal”, decía la inquieta vocalista y aquello pudo ser el mismo
evangelio según The Capaces al apelar a las entrañas y a la energía pura. La
antítesis del virtuosismo onanista.
La cerveza llovió y hasta se montaron pequeños pogos mientras
los oficiantes se agitaban cual poseídos, tienen que acabar reventados sudando
la gota gorda después de cada recital. Había que estar preparado para algo
verdaderamente cafre, una transgresión en plena época de ofendidos y remilgos.
Gloria bendita.
No era de extrañar que a tal ritmo frenético se fusilaran el
repertorio seguramente antes de alcanzar la media hora, aunque la verdad es que
sus discos apenas suelen alcanzar esa marca, si es que llegan. Daba igual,
habría que ver a otros meter tanta caña sin apenas descanso. “Pues ya hemos terminado”, dijo la
cantante como si nos acabara de contar un cuento a los presentes, una impresión
que no fue compartida por el respetable, según indicaban los gritos de “beste bat” y alguno hasta afirmaba “Es pronto”.
No tardaron en volver a desatar la caja de los truenos,
aunque sucedió lo mismo que con el resto del repertorio, casi ni nos enteramos
y daban ganas de ponerse a pedir bises hasta el infinito. Pero siempre es
preferible dejar con una cierta apetencia que aburrir por saturación, una
copita o un chupito antes que beberse la botella entera y echar la bilis.
Recomendado encarecidamente para periodos de bajón,
atolondramiento injustificado o simple tontería en general. Es el equivalente
sonoro a un par de rotundos sopapos a tiempo. Y así salimos sin chistar. Nos
volaron hasta la peluca.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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