domingo, 6 de mayo de 2018

THE CAPACES + NEGRACALAVERA: RÁPIDO, SUCIO Y SUDADO


Nave 9, Bilbao

Existe una notable proporción de tocapelotas que acuden a los conciertos casi como si fueran a La Scala de Milán. Exigen que nadie les perturbe su sacrosanto campo de visión, que no haya por ahí demasiado movimiento, todos tiesos como gatos de escayola, y por supuesto, que aquello suene inmaculado, obviando que a menudo los directos tienen su atractivo porque suelen contar con cierta espontaneidad o improvisación. Dejemos los recitales perfectos para autómatas u otros seres fuera de este mundo.

Lo opuesto a esa perfección artificial que mencionábamos representan The Capaces, catalanes que llevan fusionando el punk rock clásico con el hardcore más cafre y despiadado desde finales de los noventa. Con discos que se caracterizan por la abundancia de temas que no llegan a dos minutos como munición sonora, han conseguido labrarse una reputación por sus directos impepinables y podemos dar fe de que su onda expansiva se prolonga durante días, o semanas incluso. Una experiencia extrema que debería vivirse por lo menos una vez en la vida.


Levantarse un domingo sigue siendo una tarea titánica para los que salen de fiesta los sábados, pero con bolos de este calibre que te enseñan de un plumazo lo que vale un peine cualquiera se olvida de resaca, cansancio y demás detalles accesorios. Quizás sean el equivalente musical a un chupito de whisky para ponerse a tono y con ganas hasta de correr una maratón.

Antes de los licores contundentes,  gozamos del nutriente piscolabis de los locales Negracalavera, herederos en lo musical y en su chulería de Porco Bravo y que al igual que estos actualizan el eterno legado escandinavo de The Hellacopters, Turbonegro y Gluecifer. De hecho, en sus bolos acostumbran a recuperar de los últimos el “Take It”, mientras que de Nicke Andersson y compañía se decantan por la abrasiva “(Gotta Get Some Action) Now!”.

Los dioses del rock, Negracalavera.
 Ya les habíamos visto en anteriores ocasiones y su aperitivo se digirió con la habitual contundencia, con su vocalista Txema dándoselas de mesías del rock al afirmar que hay “demasiadas estrellas en el rock n’ roll”, ya se sabe que uno de los principales mandamientos para subirse a un escenario debería ser creérselo a tope, sin rollos. Quizás la peña todavía no se había quitado las legañas, pero lo cierto es que los “negracas” oficiaron incendiarios rememorando a Obligaciones de Vitoria con “Lágrimas” y despidiéndose con su autoafirmativo corte homónimo. Larga vida a estos dioses del rock.

Dicen que hay desastres naturales que te pueden pillar de improvisto y sin posibilidad alguna de guarecerte para salvarte, pues eso mismo sucedió con The Capaces, cuyas descargas son una bomba de relojería con un poder inaudito de deflagración, una auténtica tormenta eléctrica, un vendaval de guitarras furiosas que a veces desafían hasta la propia capacidad del ser humano para tocar a esa velocidad. Mira que hemos visto a grupos tocar rápido, pero es que eso era de otra dimensión.


Con el pistoletazo de salida de “Black Dahlias”, parecía que se había inaugurado una carrera imposible entre sus miembros por terminar antes. Nada de brasas insustanciales que no interesaban a nadie, las piezas se enlazaban como si formaran parte de un todo indivisible. Y su cantante se antojaba una bestia parda en cualquier hábitat imaginable, ya sea con esta banda o con el proyecto soul Shake!. Una locomotora cuyo combustible no se agotaba ni por asomo.

Menos mal que el personal despertó y la actitud nada tuvo que ver con lo contemplado anteriormente por parte del respetable, si con esa tralla que bordeaba el hardcore alguien permanecía impávido, debería hacérselo mirar. “Esto me gusta, rápido, sucio, sudado, mal”, decía la inquieta vocalista y aquello pudo ser el mismo evangelio según The Capaces al apelar a las entrañas y a la energía pura. La antítesis del virtuosismo onanista.


La cerveza llovió y hasta se montaron pequeños pogos mientras los oficiantes se agitaban cual poseídos, tienen que acabar reventados sudando la gota gorda después de cada recital. Había que estar preparado para algo verdaderamente cafre, una transgresión en plena época de ofendidos y remilgos. Gloria bendita.

No era de extrañar que a tal ritmo frenético se fusilaran el repertorio seguramente antes de alcanzar la media hora, aunque la verdad es que sus discos apenas suelen alcanzar esa marca, si es que llegan. Daba igual, habría que ver a otros meter tanta caña sin apenas descanso. “Pues ya hemos terminado”, dijo la cantante como si nos acabara de contar un cuento a los presentes, una impresión que no fue compartida por el respetable, según indicaban los gritos de “beste bat” y alguno hasta afirmaba “Es pronto”.


No tardaron en volver a desatar la caja de los truenos, aunque sucedió lo mismo que con el resto del repertorio, casi ni nos enteramos y daban ganas de ponerse a pedir bises hasta el infinito. Pero siempre es preferible dejar con una cierta apetencia que aburrir por saturación, una copita o un chupito antes que beberse la botella entera y echar la bilis.

Recomendado encarecidamente para periodos de bajón, atolondramiento injustificado o simple tontería en general. Es el equivalente sonoro a un par de rotundos sopapos a tiempo. Y así salimos sin chistar. Nos volaron hasta la peluca.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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