viernes, 28 de septiembre de 2018

ARIEL MANIKI AND THE BLACK HALOS: RITOS ANTIGUOS


Sala Trashcan, Madrid

A veces no debería perderse la esencia de las cosas. Que determinados objetos o géneros musicales se queden así tal cual al margen de postureos y modas vacuas y se conserven en vitrinas para la admiración de los profanos. Una efectiva manera de no perder el norte y recordar la procedencia en tiempos de incertidumbre y dudas existenciales. Porque no cabe duda de que unos principios claros son la mejor arma posible ante tanto farsante y arribista de postín que en realidad nada esconde en su interior.

Un ejemplo de pureza y fidelidad representan Ariel Maniki and The Black Halos por su sonido de inequívoco sabor británico a lo The Sisters of Mercy, The Mission, Rosetta Stone y demás luminarias del género. Unas influencias que nadie imaginaría en un grupo procedente de Costa Rica, una suerte de proyecto personal del antaño guitarrista de Draconian Incubus y que desde 2016 comenzó a labrarse cierta fama fuera de sus fronteras en países como México o Perú hasta cristalizar en esta última gira europea con insólita parada en la península.


Y para una primera incursión no salió mal la jugada con una decente afluencia de personal vestido en su mayoría de negro riguroso. Para los que se quejan de que siempre se traen los mismos grupos o esto o lo otro, he aquí una oportunidad inmejorable de catar algo complicado de ver por estos lares. Un prometedor estreno de la promotora Endemoniada que apuesta por bandas de calidad en consonancia con las sesiones que han ido programando recientemente en la capital.

Con estética que apelaba a las esencias del gótico, Ariel Maniki and The Black Halos sentaron en un primer lugar las bases del culto con “Faith” y su voz cavernosa en la senda de Andrew Eldritch. No faltaron asimismo las preceptivas gafas de sol, batería pregrabada y hasta una bajista con sombrero, otra de esas cosas que no se suelen estilar demasiado a las tablas. Si uno los escuchaba, situaría de inmediato su sonido en las Islas Británicas en un territorio entre los ochenta y los primeros noventa. Las coordenadas estaban más que fijadas.


El teclado fantasmagórico de “Spectre” subió la intensidad antes de que “Amulet” bajara el pistón y se tornara una suerte de remanso espiritual que no desagradaría a seguidores de The Mission. Y “Exposed” podría valer asimismo para encerrar en una vitrina y enseñar a los curiosos cuando quieran saber en qué consiste exactamente el gothic rock. Ortodoxia de museo.

La actitud del líder, eso sí, era muy poco de estrella del rock, pues no dudó en preguntar a ver si nos habíamos “aburrido”. Una cosa es ir de humilde, pero tampoco hay que pasarse, el simple y revolucionario hecho de subirse a un escenario ya debería insuflar la dignidad requerida para sentirse casi como el puto amo del universo. Dejemos los lamentos para la intimidad.


“Blood Residuals” se antojó otro interesante ejercicio de estilo sin desviarse demasiado de la norma antes de que el cantante siguiera preocupándose por nuestro estado de ánimo y agradecer que “no nos hubiéramos ido”. Uno de los picos de la velada estuvo sin duda en su versión del “An Eye For The Main Chance” de Rosetta Stone, clasicazo del rollo y a la vez un homenaje a una de sus influencias más acusadas. Les pegaba mucho, sí.

Y no tardaron en recordar de nuevo a sus ídolos con “Charlotte Sometimes” de The Cure, una propuesta original de la que quizás ni siquiera se acuerden demasiado hoy en día Robert Smith y compañía. No quedaba ya demasiado por rascar, pero todavía guardaban el as en la manga de “Sinister Sister”, otra reliquia goth rock que podría exponerse por ahí para dar en los morros a tanto postureo y desinformación en torno a un género. Tomen apuntes.


Pues transmitieron cierta elevación los ritos antiguos de estos costarriqueños que demostraron que allá al otro lado del Atlántico existen combos que merecen ser tenidos muy en cuenta. Tal vez su devoción a la vieja escuela llegue a los niveles de saqueo, pero no se trataba de olisquear en la basura sino de recuperar el mejor material y conformar un tejido duradero, resistente e impermeable a injerencias externas de modas del momento. En el armario siempre debería haber sitio para prendas de semejante calidad.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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