Kafe Antzokia, Bilbao
Los tributos siempre han tenido muy mala fama. Y no es de
extrañar con la cantidad de expoliadores de repertorios ajenos que pululan por
ahí, muchos incluso de bandas que todavía siguen en activo y con una prolífica
vida en carretera. Pero en toda norma o ley debe haber una excepción. O incluso
dos, vale. Aquí entrarían por ejemplo los casos en los que por fallecimiento de
algún componente sea imposible contemplar ya a ese combo sobre un escenario. O
esos homenajes hechos con tanto mimo, clase y gente grande que despreciar
semejante esfuerzo sería cometer una profunda injusticia.
En esta última categoría podríamos englobar esta suerte de
pasatiempo que se han montado el ex Green On Red Chuck Prophet y el guitarrista
de Bob Dylan Charlie Sexton, dos reputados tipos que a estas alturas de su
existencia no deben padecer estrechez económica alguna, en especial el segundo
al trabajar junto a todo un premio Nobel de Literatura. Por lo tanto,
únicamente cabe tomarse esta revisión del mítico disco de los Rolling Stones
‘Some Girls’ como un mero divertimento para ambos, otra delicatesen más del
ciclo We Used To Party montado por la promotora Houston Party.
El cancionero de sus satánicas majestades ejerce todavía a
día de hoy un atractivo tan potente que su reclamo está fuera de toda duda. Era
previsible que el recinto anduviera a reventar de peña, habida cuenta de que se
trata de uno de esos denominadores comunes que gustan a un amplio espectro del
personal, desde el melómano empedernido hasta ese que se vanagloria de escuchar
“de todo”. Los farsantes y quedabien
habituales, nada nuevo bajo el sol.
De sobra es sabido que el álbum original de los Stones ‘Some
Girls’ apenas alcanza los cuarenta minutos, pero esa noche también caerían
otros clásicos a cascoporro, como algunas piezas que Jagger y compañía solían
interpretar en esa gira. Un ejemplo claro fue la inicial de Chuck Berry “Let It
Rock”, pistoletazo de salida para que Chuck
Prophet & Charlie Sexton revelaran una química total y asombrosa entre
los dos que engrandecía cada uno de los temas que tocaban.
Con una base rítmica exiliada al fondo del escenario, este
carismático dúo fue incrementando la gradación con cortes de la materia principal
de la noche como “When The Whip Comes Down” o la original de The Temptations
“Just My Imagination (Running Away With Me)”. El reparto de labores estaba muy
claro, Chuck Prophet aportaba el toque elegante a la voz, mientras el hacha
Sexton se reservaba las posturitas a lo Keith Richards (ha tocado junto a él,
así que supongo que se lo podemos perdonar) y los numeritos más vistosos, del
calibre de los preceptivos baños de masas o sustituir la púa por una botella,
aparte de, por supuesto, solos de escándalo de los de levantarse del sitio.
Lo que quizás les perdía un poco era esa tendencia a alargar
ciertos cortes como si no hubiera un mañana, caso de “Beast Of Burden”, en la
que bajaron las escaleras para pedir la participación del respetable igual que
si fuera una iglesia góspel. Pero hay que escuchar la voz del pueblo, y esa era
inapelable, con un entusiasmo tal que ni que fueran los mismísimos Rolling
Stones de verdad.
Y lo cierto es que no era para menos cuando enfilaban algo
con tanta clase y aroma noctívago como “Miss You”, que comenzó reforzada por
palmas de los fieles y “wows” sazonados
de pura emoción. Una combustión de talentos que volvió a florecer en los
punteos y hasta en la actitud macarra de Sexton, que lanzó la chaqueta por los
aires como un señor. Se estaba calentado el asunto cada vez más y “Respectable”
supuso una de las cimas de la velada, con juegos de voces impresionantes y una
precisión asimismo impecable a las seis cuerdas.
“Far Away Eyes” mostró la faceta más country antes de que
nos despertaran con una enorme y trallera “Lies”, con riffs de los que se te
clavan en el alma. Un subidón que no desaprovecharon al recurrir a un himno
mayúsculo de la envergadura de “Brown Sugar”, con los ánimos desbordados hasta
la estratosfera y elevando un descomunal monumento a la electricidad con los
tipos punteando como locos delante de la batería. Demasiado. ¿Pero ya se había
acabado?
Por fortuna, no tardaron en regresar, pues el griterío de la
afición era considerable y reincidieron en el lado más descarado de los Stones
con “Star Star”, otra piedra angular que otros grandes como Burning ya habían
versionado antes. Y el colofón final no se entendería sin otra pieza clave de
la historia de la música de la enjundia de “Jumpin’ Jack Flash”, con
guitarrazos para prender fuego al recinto, macarrismo para regalar y estampas inolvidables
como la de Charlie Sexton punteando sentado en las escaleras del Antzoki. Igual
que en el salón de su casa.
Muy por encima de las expectativas resultó este homenaje de
altura a cargo de un campechano de voz impecable y un guay que aportaba el
glamour requerido al que solo le faltaba purpurina. Por poner alguna pega,
mencionar esa horrible costumbre de sacar un atril para las letras que denota
una falta de profesionalidad pasmosa. ¿Acaso no han tenido tiempo de aprenderse
unos textos que tampoco son los de Dylan? Pero bueno, digamos que no se les vio
consultar demasiado la chuleta. Hay que llevar aprendida la materia.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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