jueves, 31 de enero de 2019

FREEDONIA: DIGNIDAD A RAUDALES


Kafe Antzokia, Bilbao

Hay palabras que casi han dejado de tener sentido en nuestra época. ¿Qué fue de aquello que se llamaba educación y buenas costumbres? Vestigios de otro tiempo en el que la palabra escrita en papel todavía retumbaba cuando le daba a alguien por leer en voz alta. Nadie hablaba siguiendo esa moda estúpida del lenguaje inclusivo y eso no constituía una afrenta descomunal imposible de subsanar. Definitivamente, algo se torció con el advenimiento de las redes sociales, esos púlpitos gratuitos en los que cualquiera se puede proclamar rey de lo que sea o presidente de Venezuela y no tardará en contar con un ejército fiel de subordinados que le rían las gracias y tonterías.

La música soul precisamente apela a un periodo histórico en el que la elegancia era decisiva y podía determinar la inclusión o exclusión social de un individuo. Pequeños detalles que marcaban la diferencia. Del mismo modo que los grupos que se entregan con obediencia ciega a los dictados del mercado y los que en pleno siglo XXI todavía siguen creyendo a pies puntillas en el viejo lema punki del “do it yourself”. Que cada cual se saque sus castañas del fuego. Todo un acto revolucionario.


Mucho de rompedor posee el álbum ‘Shenobi’ de Freedonia desde el mismo título que es un juego de palabras entre “shinobi” (ninja de videojuego), el pronombre “she” (ella) en inglés y el término “nobi” (crecimiento en japonés). Y frente a los que abogan por producciones mastodónticas, añadamos un método de grabación analógico que ha conseguido un sonido “orgánico, crudo y único”, según sus propios creadores. La humilde artesanía contra las grandes corporaciones.

Al igual que sucede con Sex Museum o The Dictators en Semana Santa, parece existir una especie de tradición no escrita según la cual esta banda madrileña de soul debe tocar en el Kafe Antzokia durante el primer mes del año. Así ha sido en repetidas ocasiones y en esta ocasión no podrían faltar, pese a que ya presentaron ese mismo trabajo a principios del 2018. Pero su tirón sigue siendo considerable por estos lares, con una notable proporción de respetable femenino y activista, no en vano ‘Shenobi’ está dedicado a la liberación de la mujer.

Y así entre una mayoría aplastante de hembras empoderadas Freedonia iniciaron su espectáculo con una intro para lucimiento exclusivo de la sección de vientos, que se apiñaron formando un círculo, como manda la tradición en el rollo. Ni siquiera hizo falta animar a la peña, ya se ponían en modo fiesta los interesados mientras estiraban el formato instrumental evocando las películas de 007 y esas espías fatales que a menudo acababan en la cama junto al protagonista. Martini agitado, no revuelto. 


Los movimientos robóticos de Maika Sitté dan su bienvenida al escenario después de que los restantes miembros ya llevaran un tiempo considerable metidos en faena. Sus cualidades vocales permanecen intactas desde la última vez que la vimos y sigue oficiando a un nivel muy profesional. Como una diosa, para entendernos.

Unos tonos que conquistaron a la mayoría femenina de la sala, que no tardó en estallar en gritos y aplausos. Un entusiasmo que alcanzó su punto álgido cuando la vocalista anunció que el último disco estaba dedicado a “la mujer” y recordó a su madre de Guinea Ecuatorial antes de dedicar “Nekopé” a “todas”, si había algún macho en la sala que no había deconstruido su masculinidad tóxica tocaba aguantarse. Mucho más popular e inclusiva se tornó “Hopes and Dreams”, “las esperanzas y sueños que todos tenemos”, según explicó Maika. Y ante semejantes deseos no cabía poner pega alguna.

 “Dreaming” se antojó otra demostración de clase sin parangón, al igual que “My World”, y no cesaron los guiños y el compadreo entre féminas, eso que ahora llaman “sororidad”. Las muestras de aprobación se sucedían cada dos por tres y cuando Maika levantó el puño no fueron pocas las que le secundaron como si estuvieran en un mitin del PCE. Pero allí no se hablaba de lucha de clases, sino que algunas asistentes más bien parecían proponer una confrontación de sexos, que al fin y al cabo es lo que tienen las personas y no género.

Un interludio instrumental dividió el espectáculo en dos y no cortó ni por asomo el rollo, pues sirvió para realzar esa espectacular sección de vientos que podría cascarse tranquilamente un concierto entero. Del mismo modo que al inicio del bolo, en esta ocasión también se pusieron muy peliculeros, pero recordaron esta vez a Tarantino, en concreto a su ‘Jackie Brown’. Y los pantalones casi se nos pudieron caer al suelo cuando aquello cristalizó en un mayúsculo “Dignity and Freedom” con ecos de ‘Django desencadenado’ y un mar de puños levantados entre el respetable. Sin perder los principios.

“Ojalá tuviéramos un poquito más de dignidad y no estaríamos así”, se quejó Maika mientras pegaba un trago a su botella de jengibre que a estas alturas del recital ya era otra parte imprescindible del atrezzo. “¡Es vodka!”, chilló el fotógrafo y melómano Carlos García Azpiazu. Y en plan cachondeo pegaba “Upside Down” con su rollito funky y aullidos desatados cuando la vocalista se rompió bailando con unos ejercicios que tenían más de acrobacia que de danza.
Hubo incluso amago de trepar un muro invisible, quizás ese “techo de cristal” que impide a las mujeres alcanzar lo que se proponen y no renunciaron tampoco a la familiaridad total de los bolos íntimos cuando anunciaron que se iban y un espontáneo gritó a la cantante “¿Dónde vas?” y ella respondió con toda la naturalidad del mundo “Nada, a tomar algo”. Aniquilación total de las fronteras entre artistas y público.


“Shake Your Body” proporcionó ciertos momentos de gloria al saxofón y sirvió para despedirse por todo lo alto mandando cantar a la peña y acelerando al final con los puños de nuevo levantados entre el gentío. Las ovaciones fueron tan descomunales que regresaron al de nada con “The Time Has Come” y un alarido espectacular con el que seguro temblaron hasta los cimientos de la sala.

Pero todavía quedaba margen para un blues de copa y puro del estilo de “Begging You”, que provocó incluso que una exaltada gritara una sandez del calibre de “brava”. De sobra es conocido que utilizar la palabra “bravo” en los tiempos que corren resulta de un opresor insoportable. Al margen de dicha empanada ideológica, lo cierto es que Maika se desgañitó a más no poder y demostró que a estos madrileños en directo todavía les queda dignidad a raudales. Que no se rompa la tradición y vuelvan el próximo enero. O antes.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN

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