jueves, 28 de febrero de 2019

KAELAN MIKLA: SACERDOTISAS DEL DARK WAVE


Kafe Antzokia, Bilbao

En tiempos de cutrerío y vulgaridad imperante siempre se agradecen los productos cuidados, esos que nos permiten elevarnos por encima del aborregamiento general y de esos estercoleros de ignorancia en que se han convertido las redes sociales. Rememorar aquella época en la que para buscar información había que ir a bibliotecas y uno no tenía por qué estar localizable las veinticuatro horas del día. Conocías a alguien por ahí y quizás no volvías a saber nada más en la vida. La globalización tecnológica ha acabado con todos esos instantes mágicos e irrepetibles que nos hacían sentir vivos y diferentes a cualquier otra especie sobre el planeta. El triunfo de la mediocridad.

Pese a que a sus integrantes tal vez les delate su juventud, gran parte de ese espíritu del mundo antiguo parece impregnarse en el grupo islandés Kaelan Mikla, tres amigas que se conocieron a raíz de un concurso de poesía. ¿Puede haber algo más artístico que eso? El caso es que la bajista Margrét no tardó en encontrar en la teclista Sólveig Matthildur una compañera a la hora de poner música a sus poemas. Y poco después llegó la vocalista Laufey para terminar de conformar este triunvirato de damas del frío, que es lo que en realidad significa el nombre de la banda.


Con una maqueta de la que solo se hicieron 200 ejemplares como objeto de culto, recientemente celebraron con una deslumbrante foto en el camerino de una sala de Linz, Austria, sus seis añitos en el negocio y tras tres discos de estudio pueden presumir de haber sido elegidas personalmente por Robert Smith para participar en el Meltdown Festival, casi nada. Y pocos meses después de haber aterrizado en la capital, regresaban a la península añadiendo una fecha por el norte, uno de esos eventos que se suceden por esos lares casi con la misma asiduidad que los eclipses solares.

Aunque definitivamente algo debe de estar cambiando en el ambiente, pues creo que nunca habíamos visto semejante proporción de asistentes para un concierto de dark wave, con habituales de los saraos rarunos, pero también chicas oscurillas en pleno estado de trance que deben desaparecer llegado el fin de semana. Un respetable variopinto entregado a esta peculiar eucaristía en la que si se comulga, se hace por supuesto mentalmente. Sin palmas ni mierdas.


Como decíamos al principio de la crónica, lo de cuidar los detalles no se estila en absoluto, no hablemos ya de la puesta en escena, por eso mismo la personal propuesta de Kaelan Mikla cobra más valor si cabe. No es habitual contemplar a unas chicas con unos ropajes que se asemejaban a kimonos siniestros y un maquillaje tan currado que debería hacer sonrojar a cualquier choni de extrarradio pintada como el payaso Milikito. Y valga por delante que no somos ningún experto en el rollo, pero tras habernos criado entre hembras y con alguna novia forofa del maquillaje creo que algo de gusto sí que habremos desarrollado en ese aspecto.

Y tampoco resulta demasiado común que nada más salir al escenario se enciendan velas y se lance una especie de polvillo a la parroquia, la bendición sea con vosotros, mortales. Dicen que ellas se autodefinen como “brujas” y lejos de parecer una chaladura debemos confesar que eso ya nos predispone positivamente, pues a menudo las personas que hemos conocido definidas como tal han resultado ser bastante interesantes. Así que a tope con las escobas, los calderos, gatos negros y demás. Mi más ferviente apoyo. 


Las hechiceras del frío hipnotizaron de inmediato al personal con “Nornalagiᵭ”, que podría sonar tranquilamente en cualquier sesión gótica por su atmósfera dark wave. Una voz que alternaba tonos melódicos con otros que parecían proceder del fondo de un pozo ayudaron a crear un encantamiento para no despertarse jamás. Los blanquecinos dientes de la vocalista dejaban traslucir un aparato de ortodoncia que otorgaba un aire infantil a la chica, con lo cual se incrementaba un sentimiento siniestro de inocencia arrebatada. Calificar a la cantante de adorable sería quedarse corto.

Hace no muchos meses la teclista Sólveig Matthildur ya anduvo por la capital vizcaína, pero esto estaba a años luz de su intimista proyecto en solitario, nada que ver, eso se notaba simplemente con mirarla a la cara, sin apenas maquillaje durante su actuación en la Nave 9 y aquí metida de lleno en la estética esotérica del trío. De hecho, “Draumadís” incidió en los sintetizadores envolventes, a la par que se desataban bailes de manos dignos del mismísimo Tilo Wolff de Lacrimosa.


Las coreografías de la vocalista podrían asimismo conformar alguna suerte de ritual, mientras que los tonos más cálidos recordarían incluso a esas misteriosas criaturas de ojos verdes de Bécquer que habitaban en el fondo de un lago, cánticos de sirena ante los que se tornaba inevitable no sentirse atraído, “Næturblóm” sería un perfecto exponente de ello. El conjuro estaba haciendo su efecto.

De vez en cuando los tonos estridentes rasgaban el burbujón cósmico y recordaban la herencia punk del dark wave y demás géneros derivados, al tiempo que se proyectaban de fondo imágenes de olas y otros fenómenos naturales, muy bucólico todo. “Nótt Eftir Nótt” alcanzó el éter en una suerte de letanía siniestra similar a la de una figura que va desapareciendo envuelta en niebla. Sin mirar atrás.


Hubo una leve petición de bises y la timidez nórdica llevó a las muchachas a regresar al de poco exclamando: “Tenemos una canción más, si queréis”. Ahí con educación y auténtica modestia, muy lejos de las estrellitas que casi hacen bises por obligación, y algunos sin pedirlos, lo cual debería ser el colmo de la zafiedad. Una pieza atmosférica sirvió para despertar de ese sueño profundo al que se asemejó su actuación.

Pues estas sacerdotisas del dark wave nos parecieron de lo mejor que hemos visto últimamente dentro del post punk y derivados, una exquisitez que vuelve a confirmar la apabullante personalidad de esa exótica escena islandesa que ya nos ha legado bandas que no dejan en absoluto indiferente como Sigur Rós y que poco se asemejan a cualquier cosa que hayamos escuchado por la vieja Europa. Para ingresar en su culto pero ya.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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