Kafe Antzokia, Bilbao
Hay grupos que parecen un homenaje a la eterna juventud. Son
los que se toman casi al pie de la letra aquella mítica frase de Rilke de que “la verdadera patria del hombre es la
infancia”, pero la retuercen hasta adecuarla a sus intereses y amplían su
alcance hasta la edad del pavo, bastante más emocionante y decisiva que los
primeros años de vida para todos los que tenemos en un altar a Holden Caulfield
y esas preguntas que provocaban la estupefacción del personal.
Y ya completamos el cóctel si encima añadimos ese punto freak, incomprendido, que seguramente
habrá experimentado cualquiera durante el instituto a nada que posea una
porción mínima de personalidad. Porque es entonces cuando uno empieza realmente
a pensar por sí mismo, a desdeñar el borreguismo y a convertirse en un apóstol
del malditismo que se emborracha los fines de semana y una ruptura sentimental
se antoja una auténtica hecatombe de imprevisibles consecuencias.
Con el ánimo de rememorar ese espíritu que nunca deberíamos
perder, se juntó en la parte de arriba del Antzoki una ingente muchedumbre que
no se quería perder el regreso de los malagueños Airbag a tierras vascas casi
un par de décadas después.
Y la expectación era tal que se rozó el sold out, con una amplia representación de camisetas de los
Ramones, chicas guapas, esas a las que los de Estepona dedican unas cuantas
pullas en sus canciones, y tipos aguerridos que jamás esperaríamos en un bolo
de este tipo. “A mí es que me gustaban
DDT y estos son similares”, hasta decía alguno para justificarse.
Pepillo, el artífice de los coros. |
No pasa nada. La verdad es que su travesía del punk
ramoniano de los inicios al power pop o al pop melódico a secas quizás haya
escocido en ciertos sectores, aunque si uno se acuerda de Joey, Johnny y
compañía, ellos tampoco se encasillaron en un género concreto al abarcar desde
los ineludibles The Beach Boys, el garaje primigenio o los grupos femeninos
tipo The Ronettes que marcaron una influencia a fuego en su sonido.
Dejando patente desde el comienzo su evolución, Airbag arrancaron un recital trepidante
como pocos con el corte homónimo que da título a su último disco “Gotham te
necesita” y sin pausa empezaron a repartir estopa a las pibas complicadas en
“Cubo de Rubik”, toda una guía de supervivencia a la hora de relacionarse con
el sexo opuesto.
“Salva mi domingo” sirvió de leve remanso de paz antes de la
inmensa “Cómics y Posters”, donde brillaron los coros del bajista Pepillo, una
pieza clave en el engranaje en directo del trío, al igual que el batería José
Andrés, tal vez el principal responsable de esa tralla ramoniana que les hace
encadenar un tema con otro, casi atropellándose, renunciando a las charlas
inútiles y cediendo el protagonismo absoluto a sus redondas composiciones, que
encontraron reflejo en una muchedumbre totalmente entregada a la causa, con
incluso un animador sociocultural que se subía al escenario a intentar cantar
con ellos o incitar a la peña a hacer lo propio, como un director de orquesta.
Alternaron con bastante acierto las diferentes facetas que
componen el sonido contemporáneo de la banda, desde la melosa “La vuelta a la
manzana” o “22”, un drama juvenil tan emocionante como un enamoramiento, hasta
la vertiente playera a lo The Beach Boys acelerados en “De un verano a otro” o
los guiños cinematográficos en “Matar a Bill”, donde decían aquello de “Uma Thurman está más guapa que nunca” a
ritmo de punk rock melódico. Una lástima que en esa tesitura no rescataran
también su sentido homenaje a la actriz Emma Suárez.
Y como si fuera su peculiar “I Wanna Be Your Boyfriend”, así
afrontaron el medio tiempo “Todo está bien” de su reciente plástico ‘Gotham te
necesita’. Sin demasiados aspavientos estaban montando un auténtico fiestón en
el recinto y se pusieron nostálgicos al acordarse en “Coleccionista de discos” de
todos aquellos que siguen pateándose tiendas en busca de vinilos u otras joyas
discográficas. Lo cierto es que unos cuantos melómanos debería haber por allí,
como Santiago Delgado de los Runaway Lovers y los muchos que se dejaron la
garganta entonando esas piezas que ya parecen haber alcanzado la categoría de
inmortales.
Siguieron con las dudas sentimentales en “Spoiler” y
desataron pogos recatados en “El Resplandor”, que volvió a cubrir las
necesidades de los fans del séptimo arte. Ante tanto pesado y estrellita con
afán de protagonismo que piensa que los bolos son una especie de púlpito
particular, es de agradecer que exista gente como los malagueños que condensan
el máximo número de cortes posible según la ortodoxia ramoniana, sin pausa que
valga. En este sentido fue genial “Tus rechazos golpean dos veces”, su lamento
sobre la perfidia femenina, y luego “Ahí viene la decepción”, otra que pone a
las tías y su postureo grupil de vuelta y media.
La cuenta atrás de “Marcas en la hierba” mantuvo los ánimos
en su cénit, por los que los bises fueron exigidos a grito pelado, y al igual
que el resto del concierto, resultaron igualmente frenéticos. Nada de dos o
tres temas para cumplir el expediente y a cascarla, sino toda una ristra de
himnos impepinables que comenzaron con “Hijos de Hawaii” y en la que retornaron
los pogos con “Territorio Dagger”, con lanzamiento de cerveza incluido por los
aires.
Cabalgamos en “La ola perfecta” y nos acurrucamos “En los
brazos de la Agente Internacional”, que atronó impecable demostrando que a la
hora de pisar zapatilla ramoniana no tienen rival, ni Los Nikis, ni Los
Vegetales, ni nada. “Big Acuarium” calentó de nuevo las gargantas antes de
enfatizar sus principios surferos en “Voy a acabar con el invierno” y terminar
de descontrolar a la concurrencia con “Elena”, para que así aquello acabara
como empezó, un fiestón por todo lo alto.
Esperemos que no tarden tanto en regresar por estos lares,
sus cuitas adolescentes permanecen en el
imaginario popular y levantan pasiones incluso en los más reacios, como
aquellos que los acusan de poperos. Pura emoción, revuelven tanto las tripas
como una cita con una chica que realmente valga la pena. Nervios a flor de
piel.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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