Kafe Antzokia, Bilbao
Hay estilos con los que te podrías apuntar de inmediato a
una ONG, el mundo se transforma en un radiante y colorido lugar e incluso los
pesados concertiles se antojan una insignificante anomalía fácil de superar. Es
lo que pasa con esas celestiales melodías de los combos de power pop capaces de
producir en el cerebro efectos similares a la MDMA, un chute impresionante de
fraternidad cósmica y de ganas irrefrenables de abrazar a diestro y siniestro,
la droga del amor hecha música.
Los norteamericanos The Posies pertenecen sin duda a esta
entrañable categoría por sus armonías vocales deudoras de The Hollies y su
reverencia absoluta a los íconos del género Big Star. De hecho, sus figuras
principales Jon Auer y Ken Stringfellow hasta participaron en el reflote de la
misma banda en 1993 junto a Alex Chilton y se convirtieron prácticamente en su
sombra hasta la muerte de este de un ataque al corazón en 2010.
Por su condición de leyendas en lo suyo, no era de extrañar
que el selecto piso superior del Antzoki estuviera hasta arriba de peña, con un
entregado fan bastante perjudicado que celebraba cada acorde y se montaba su
fiestón particular como si aquello en realidad fuera lo más enérgico y rabioso
del mundo. Las propias estrellas tuvieron que aplacar ánimos con un “Tranquilo, tigre” de marcado acento
guiri.
Con la fecha de su próximo álbum en estudio ‘Solid States’
prevista para finales de abril tras seis años de sequía, The Posies dejaron claro desde el principio que aquello iba a ser
una presentación en toda regla. Así lo constataban “We R Power”, “Unlikely
Places”, su reciente single “Squirrel
vs. Snake” o el resto de cortes que componen su disco de inminente aparición,
que tocaron de cabo a rabo, por si a alguno le apetecía pillárselo al final del
concierto en el puesto de merchandising.
Estrategia de marketing a degüello.
Las dos cabezas pensantes de The Posies en acción. |
Pero al margen de sus intenciones mercantilistas, lo cierto
es que se lo montaron bien, con Ken Stringfellow a veces multiplicándose a la
voz, guitarra y hasta teclado, algo que tampoco debería resultar inusual para
un tipo cuya discografía alcanza los más de doscientos redondos, incluyendo
proyectos en solitario, colaboraciones para R.E.M. o los ya mentados Big Star.
Y seguramente contemplar de cerca a este hombre renacentista contemporáneo fue
de lo mejor de la velada, pues se desenvolvía con bastante soltura a las seis
cuerdas, sus cálidos tonos vocales invitaban a prestarle plena atención y
además todavía le sobraba tiempo para intercalar chascarillos.
Su compi Jon Auer se mostró bastante más discreto a las
tablas, aunque su contribución en los coros resultó crucial para conseguir ese
sonido niquelado marca de la casa. El ambiente andaba tan caldeado que el
hombre sudó la gota gorda y en ocasiones parecía que se iba a deshidratar, pues
cada poco tiempo se daba la vuelta para secarse con las manos.
El tremendo multiinstrumentista Ken Stringfellow. |
La primera pica la clavaron con “Dream All Day”, su éxito
del ‘Frosting On The Beater’ de 1993 y no tardaron en dedicar algún tema al
animador sociocultural que se descoyuntaba con cada canción. Subió también al
escenario para ayudarles en “Licenses To Hide” y “The Glitter Prize” Tiz
Aramini, cantante de formación clásica que un buen día se enganchó al rock
alternativo y acabó enfrascada en un proyecto junto a Auer llamado Dynamo
Royale.
Su bolo estuvo asimismo repleto de referencias a la historia
del rock, como cuando amagaron con el “Cinnamon Girl” de Neil Young, o en ese
extenso popurrí que se cascaron a los bises capaz de hacer perder los nervios a
cualquiera que incluyó desde la BSO de ‘Fama’ hasta el “I Will Follow” de los
primerizos U2, sin descuidar clásicos inmutables tipo “Enjoy The Silence” de
Depeche Mode o la ultraradiada “The Final Countown” de Europe. Un repaso al pop
en general que comenzó como una gracieta y terminó por descontrolarse por
completo hasta el punto de provocar el tedio absoluto. Una verbenilla gratuita.
La invitada Tiz Aramini junto a Jon Auer. |
Hace poco han sufrido la pérdida de su bajista Joe Skyward y
en el 2015 su batería Darius Minwalla también falleció por causas desconocidas
en su casa de Vancouver, por lo que dedicaron “Rollercoaster Zen” a los caídos
en combate y demostraron que ellos siguen muy vivos y con ganas de seguir dando
guerra unos cuantos años más. Quizás sus saltos ya no sean tan altos como antaño,
pero sus habilidades en las distancias cortas mantienen el empaque necesario
para no defraudar a nadie, en especial el multiinstrumentista Ken Stringfellow.
“Please Return It” fue otro de los momentos para recordar
por sus impagables melodías vocales y su fundamental “Solar Sister” desató
cierto griterío femenino. El carismático dúo se vino arriba girando como peonzas
y hasta sacudieron guitarras para resaltar que la actitud rockera no es algo
para nada ajeno al universo power pop. Terminaron extasiados diciendo que había
sido un show impresionante y lo expresaron de forma meridiana con un escueto “De puta madre”.
En la vuelta para los bises se pasaron varios pueblos,
alargando hasta lo indecible el conglomerado versionero antes mencionado e
introduciendo material no ensayado que dejaba al batería con cara de póker y a
los demás asistentes un tanto desconcertados. Porque uno podría esperar los
típicos dos o tres temas de propinilla, nada de una monumental segunda parte
que intentaba recuperar a trompicones el tiempo perdido empleado en el íntegro
repaso a su álbum venidero.
Aquello se asemejó a una copa de esas demasiado cargada de
alcohol que al final se convierte en un brebaje intragable que no hay dios que
lo beba. Pese al empalagoso regusto final, el licor era de primera calidad. Ni
un resquicio de garrafón.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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