Kafe Antzokia, Bilbao
Ser fiel a unos determinados principios cada vez cuesta más
en la sociedad contemporánea. Que si comulgar a muerte con los preceptos de un
determinado partido político, alabar a un grupo musical sobre todas las cosas y
los más suicidas incluso se atreven a prometer exclusividad a una mujer en
concreto. Demasiadas lealtades para tan poco tiempo en el planeta y que exigen
el temple de un equilibrista para no caer en el vacío o en cualquiera de los
casilleros marcados.
Hay algunas adhesiones empero que se deberían mantener
inquebrantables, caso del juramento que parecen haber firmado con lo añejo los norteamericanos
The Steepwater Band, que pese a comenzar su carrera como devotos del blues del
Mississippi han ido expandiendo terreno hasta abarcar casi todo desde la
psicodelia al rock americano vía Neil Young. No en vano han alcanzado la
friolera cifra de 140 conciertos al año compartiendo escenario con estrellas de
relumbrón como ZZ Top, Wilco, Cheap Trick, Bad Company, Marc Ford o Leon
Russell. Un currículum que bastaría para cerrar bocas de inmediato.
Da la casualidad de que debutaron en Europa en el 2005 en el
festival Azkena vitoriano y desde entonces se han granjeado un nutrido grupo de
fieles por estos lares. Algo que seguramente se han ganado a pulso con giras
mastodónticas por la piel del toro como la que nos ocupa con hasta 21 fechas,
gran parte de ellas consecutivas, y que demuestra que están más que
acostumbrados a tirar millas como alma que lleva el diablo.
La congregación respondió una vez más a la llamada de los de
Chicago, aunque la mayoría se hicieran los remolones con el aperitivo de
categoría Birth of Joy, unos
holandeses que le daban con mucha soltura al rock psicodélico a lo Radio Moscow
y por su pegada en ocasiones se acercaban a los belgas Triggerfinger. A su
cantante rubiales parecía que le había picado un ejército de chinches y se
reveló como un frontman inconmensurable.
En su tiempo escaso de bolo hubo épica zeppeliniana, espesura fumeta, tralla a
lo Wolfmother sin fusilar a Black Sabbath y hasta duelos de teclado y guitarra
en plan Deep Purple. Tremendos, para seguirles la pista.
Birth of Joy, todo un descubrimiento. |
Al alcanzar cierto punto en la trayectoria toca renovar
votos y eso lo han hecho notablemente The
Steepwater Band con su último largo ‘Shake Your Faith’, por lo que
consolidaron de inmediato su renacida fe con ese colosal tema homónimo que
evoca a Neil Young y no perdieron empuje con la hard rockera “Walk In The
Light” antes de tornarse campestres con el rock sureño de “Silver Lining”.
Pocas novedades para los que ya los hayan visto otras veces,
su voceras y guitarrista Jeff Massey llevando la mayor parte del peso en
escena, con la colaboración inestimable a los coros del otro hacha Eric
Saylors. Y sin demasiados aspavientos, no tardaron en recorrer ese vasto
territorio que comprende su versatilidad musical, con sus paradas habituales en
el boogie rock en la estela de Humble Pie en “Mama Got To Rumble” o en el rock
americano de toda la vida de “Be As It May”.
Jeff Massey, responsable de mantener la fe. |
Si uno esperaba innovaciones, golpes de timón o algo
remotamente inesperado, podía largarse de inmediato a casa, aquel desde luego
no iba a ser el lugar para experimentos. Y la verdad es que tampoco hacía
falta, su amplio campo de acción en el rollo vetusto les proporcionaba los
ingredientes necesarios para que no decayera la atención un ápice, por mucho
que les diera por enredarse en divagaciones dignas de The Allman Brothers, un
poco de vidilla a lo The Black Crowes y asunto resuelto. ¿Quién dijo
aburrimiento?
Una pieza imprescindible para levantar cualquier sarao era
el “Cinnamon Girl” de Neil Young, captada al instante por el respetable por ese
inconfundible riff inicial. Y no se bajaron del carro de la potencia guitarrera
con “Jealous Of Your Love”, donde su vocalista reveló su notable maestría a las
seis cuerdas. Mucha clase se gasta el señor.
El slide de
regusto algodonero “High & Humble”, aparte de una buena declaración de
principios, sirvió para seguir levantando el pabellón al máximo. Lástima que
luego les diera por enredarse en un gratuito solo de batería antes de ceder el
turno al bajo para su momento de gloria, algo que sobraba por completo. Nunca
hemos entendido la fijación de ciertos grupos por el ombliguismo
indiscriminado, en especial, cuando no es ni remotamente necesario, uno podría
esperar este tipo de cosas en un concierto de rock progresivo, pero ni por
asomo en un combo dinámico con la diversidad estilística por bandera.
Menos mal que enmendaron la plana con “Come On Down”, que se
ha convertido en un clásico en sus recitales a la par que el remedio definitivo
para desencadenar palmas. Se veían por ahí camisetas de John Fogerty, el
Festival Blues de Cazorla y otros eventos viejunos, aunque la camisa de cuadros
de Jeff Massey no se antojaba menos mítica, ya suscitó algún comentario al
respecto por parte del personal.
Dejaron para la traca final la versión de los Stones
“Midnight Rambler”, cuyo comienzo parecía calcado al “Maneras de vivir” de Leño
y en la que se ralentizaron los punteos mientras el griterío se incrementaba
incluso con expresivos “¡Wow!”.
Enlazaron además con un repentino cambio de tercio a lo “Black Night” de Deep
Purple que supuso uno de los pocos instantes en el que se salieron del guión
respecto a lo contemplado en otras ocasiones.
Pusieron música para amagar, pero terminaron regresando para
unos bises que consistieron en el “Love In Vain” de Sus Satánicas Majestades y
el rock n’ roll de categoría “Ain’t Got Love”, prueba indiscutible de que
confían demasiado en su último redondo, que por cierto ha gustado a bastante
gente, entre ellos un servidor.
Esperábamos que se arrancaran con su mejor tema “Remember
The Taker”, estaba incluso escrito en el set
list, pero optaron por prescindir de ello por un motivo que no acertamos a
discernir. Por causas más baladís Lutero pudo publicar sus famosas tesis de
Wittenberg, aunque les absolveríamos por su nuevo acto de confirmación de la
fe.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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