viernes, 15 de abril de 2016

THE BLACK HALOS: ARDIENTE ALIENTO A BOURBON



Kafe Antzokia, Bilbao

Si de verdad hubiera que conservar algo en formol por los siglos de los siglos, eso debería ser la música con agallas, esa que no se arruga ante nada ni nadie y que todavía sigue escandalizando a timoratos y demás ralea aborregada. Parece mentira a estas alturas de la película, pero un servidor continúa convencido de que sobreviven reservas de autenticidad en pleno siglo XXI. Son muy escasas, de acuerdo, pero al igual que Bukowski cuando encontraba a un verdadero espíritu libre, uno sabe que está ante una de ellas porque se siente muy bien a su alrededor, tanto que podría beber hasta reventar por puro placer o entregarse a cualquier otro vicio embriagante.

No todos los días se contempla un vendaval de autenticidad como el que asoló el piso de arriba del Antzoki durante la visita de los reunificados canadienses The Black Halos. Himnos anfetamínicos que rinden tributo a Iggy Pop & The Stooges, Dead Boys, Johnny Thunders, Hanoi Rocks y demás leyendas del glam punk de jeringuilla. Un chute en vena de rock n’ roll y de actitud como pocas veces hemos visto últimamente.


Y a pesar de no tratarse de un grupo de masas, había una considerable multitud ese día entre semana, con unas cuantas chicas de esas a las que les ponen los malotes y bastantes emocionados fans que se agolparon a escasos metros de las estrellas aprovechando la intimidad que ofrece el garito. Hubo hasta un espontáneo que se subió un par de veces al escenario y se lanzó luego como si estuviera en un estadio de grandes dimensiones. Cada cual con su trueno particular.

Guardando todos luto por la vida, The Black Halos no tardaron en desplegar su macarrismo al tuétano con “Shooting Stars” y “No Tomorrow Girls”, mientras el voceras Billy Hopeless exhibía pose hierática con glamour a lo Jyrki de The 69 Eyes o Joey Ramone, lo mismo se ahorcaba con el cable del micro que lanzaba japos al aire y los pillaba con la mano al vuelo, un poco asqueroso, vale, pero no esperábamos modales refinados dignos de caballero inglés.

El quinqui Billy Hopeless, con esposas y botella de Jack Daniel's
 Y para confraternizar con el respetable aludió a su amistad con el legendario cantante y promotor cultural fallecido Kike Turmix, al que consideró su “hermano mayor”, que le decía que no parecía canadiense por su nivel de chaladura. “Seguro que en realidad eres vasco, porque estás tan jodido como yo”, contó que le aseguró el líder de The Pleasure Fuckers.

Acompañados por el guitarrista madrileño Star Mafia Boy y el miembro fundador Rich Jones, oficiaron muy a piñón fijo, sin apartarse lo más mínimo de los parámetros establecidos, temas de dos y tres minutos y a cascarla, ¿para qué entretenerse con divagaciones? Esto era música desde las entrañas, con todo lo bueno y lo malo que conlleva.

El hacha madrileño Star Mafia Boy.
 El quinqui Billy Hopeless asumió su alcoholismo sin problemas al admitir que le gustaba beber cada día y por eso dedicó su inmensa oda a la decadencia “50 Bourbon Street” a los camareros “que me mantienen vivo”, según afirmó. Una interpretación enorme en la que cedió a la concurrencia una botella entera de Jack Daniel’s y le volvió a las manos casi vacía. ¿Qué esperaba, hombre de Dios? Aquí se arrampla con cualquier donación a la causa.

El repertorio fue un tanto corto, apenas superaron la docena de cortes, pero como suele decir el tópico, muy intenso. Sonaron “Fossil Fuel” y “Geisterbahn II”, las dos nuevas composiciones que han colgado en su bandcamp para certificar su vuelta al ruedo, y pepinazos del calibre de “Jane Doe” o la ramoniana “Lost In The ‘90s”, mientras el descontrolado vocalista simulaba disparar a la peña o lamía las esposas que le colgaban de la muñeca. Sus tonos no eran una maravilla en directo, pero suplía esa carencia con una entrega descomunal a las tablas, un frontman escuela Stiv Bators total.


Y por supuesto se sumergió en las masas un par de veces, elogió la amistad de farra de Star Mafia Boy y hasta el bajista hizo de traductor simultáneo  al presentar una canción “sobre nosotros, sobre mierda como yo”, endiosamientos cero, la antítesis de las estrellas de rock, criaturas de cloaca que se retuercen y se revuelcan en su fango por pura diversión, sin remilgos de ningún tipo.

El bolo se tornó fugaz y para cuando queríamos darnos cuenta ya estaban con los bises, en los que se acordaron del “Deuce” de Kiss en clave punkarra y levantaron mástiles al unísono igual que Gene y Paul. Y finiquitaron esta glorificación de la cochambre con la apabullante versión de The Misfits “Where Eagles Dare” con el tío Billy improvisando una suerte de “devilock”, ese peinado popularizado por Jerry Only basado en el hijo de Lily y Herman de La Familia Monster.

La verdad es que uno tampoco tenía claro qué esperar de los canadienses por las múltiples críticas que los calificaban de nefastos o de simples borrachos en directo, aunque acabamos encantados por su actitud visceral y macarra al extremo. Que se jodan los virtuosos y los picajosos preocupados por tonterías más propias de La Scala de Milán que de un concierto de rock. Su ardiente aliento a Bourbon echa para atrás.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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