Kafe Antzokia, Bilbao
Que la gente de a pie vincule a la llamada Movida Madrileña
con Alaska y demás iconos del petardeo es de una injusticia tal que podría
provocar el sacrificio masivo de miles de gatitos. Una afirmación tan falsa que
debería hacer supurar bilis de inmediato a cualquiera que sepa que al margen de
Radio Futura y otras figuras entronizadas por los pesebreros progres de la
época existía toda una corriente underground
de tipos que realmente tenían inquietudes y la imagen se la traía por
completo al pairo. Hablamos de representantes de un incipiente dark wave como
Los Monaguillosh, Agrimensor K o Ceremonia que convivían con el siniestrismo de
Parálisis Permanente o Morticia y los Decrépitos y los herederos de Joy
Division encarnados por Décima Victima.
Dentro de este último grupo destacaban los inimitables
Derribos Arias, que se han ganado el título de pioneros absolutos del post punk
en la península y cuyo cantante Poch fue definido en más de una ocasión como “un Ian Curtis puesto de monguis”.
Corrientes artísticas como el dadaísmo o el surrealismo influyeron asimismo en
la creación de este universo particular a años luz a nivel artístico de otros
coetáneos suyos que no hacían más que mirarse en el espejo. Los Ilegales de
Jorge Martínez y los no menos irreverentes Siniestro Total eran sus aliados
acérrimos, con eso está todo dicho.
Por los motivos antes citados, un homenaje del ciclo Izar
& Star a esta banda tan delirante era más que necesario, para limpiar la
mancha infligida por el término “Movida Madrileña” y también para
reivindicarlos ante las generaciones venideras y así enterrar de una vez ese
aldeanismo endémico que nos lleva a considerar a lo de fuera siempre mejor que
lo de dentro. Ya está bien.
Y si el encargado de realizar el homenaje se trataba de un
tipo tan solvente como Rafa Berrio, aprendiz aventajado de Johnny Thunders,
Lou Reed o Corcobado, la visita al piso de arriba del Kafe Antzokia se tornaba
imprescindible, aunque coincidiera con un coloso de la altura de Paul Simon. Un
puñado de nostálgicos entrados en años opinó de la misma manera, una pena que
por allí no se acercara ningún jovenzuelo, la edad, de hecho, llamó la atención
del propio artista, que calificó la velada como “una reunión de carrozones”.
Una lástima que por motivos laborales no llegáramos al
inicio con la embriagante “A-Flúor”, pero por lo menos alcanzamos para pillar
por los pelos ese descenso a los infiernos llamado “Vírgenes sangrantes (en el
matadero”, que sorprendió por una intensidad inaudita. Acostumbrados a escuchar
esos temazos en la producción ratonera de la época, era todo un puntazo
comprobar que con un toque contemporáneo seguían sonando tan vanguardistas como
cuando se concibieron a principios de los ochenta.
La adaptación de Sex Pistols “Dios salve al lehendakari”
resultó muy fiel al espíritu original, es decir, un subidón por completo. Y
para “Aprenda alemán” Berrio contó con la ayuda de una invitada para reproducir
los delirios germanófilos de Poch. Estaban clavando las canciones, sin
pervertirlas, pero añadiendo esa mayor sofisticación que se echaba en falta en
las grabaciones primitivas.
La invitada de Berrio evocando los delirios germanófilos. |
Enorme les quedó asimismo “Tupés en crecimiento”, que según
relató Rafa estaba dedicada al vocalista de J.M. y los Magníficos, “un tipo con un tupé increíble, como el de
los Stray Cats”. Y al hablar de los héroes de los 80 era inevitable no
mencionar a ‘Aplauso’, programa
televisivo decano de la época y parte fundamental para entender la historia
musical de este país. “Igual los más
jóvenes no sabéis lo que es…”, explicaba Berrio, a lo que la multitud
madurita le respondió: “¡Aquí no hay
jóvenes!”.
Cayó por supuesto el himno “Branquias bajo el agua” con su
inefable aire al “Love Will Tear Us Apart” de Joy Division, al tiempo que
reparábamos en las guitarras chirriantes escuela PIL y en esa letra desquiciante a la que Berrio
supo otorgar el tono excéntrico de Poch. Poco después, el cantautor rememoró
sus días junto al genio donostiarra, al que llegó a conocer personalmente y
relató cómo en su forma de hablar utilizaba habitualmente “sh”, al decir “puesh” o
“shiego”. Una manera inigualable de
introducir la chaladura histriónica de “Un poco shiego”.
El personal quedó tan satisfecho que los bises se
solicitaron a grito pelado y Berrio regresó sin la banda para interpretar
repertorio propio, entre ellas “Contra la lógica” en un formato muy punki. Había
expectación por ver si se atrevería a arrancarse con “Arcadia en flor”, tema
principal de la alabada película de Jonás Trueba ‘La Reconquista’ situada en la
carrera hacia los Goya, y vaya sí lo hizo, poniendo los pelos de punta y demostrando
que la senda por la que transitaba antaño Nacho Vegas o ahora Pablo Und
Destruktion sigue contando con referentes muy vigentes en la actualidad.
Y dedicó a Poch “No solo de amor (del aire también se vive)”
de su proyecto Deriva, una pieza con una carga lírica desbordante a la par que
destila decadencia y malditismo. Era necesario cerrar la noche con un himno de
los grandes, pero ya se sabe que la discografía de Derribos Arias tampoco es
que fuera muy extensa, por lo que repitieron por aclamación popular “Dios salve
al lehendakari”, en la que dijeron que “si
alguien quiere subir al escenario, está invitado”.
Una oportunidad única de escuchar en directo y en
condiciones sonoras óptimas el legado de una banda irrepetible y que para
muchos ya forma parte del patrimonio cultural de la piel del toro. Porque La
Movida, al margen del petardeo y su imagen de frivolidad gratuita, fue ante
todo un detonador de tendencias que hasta entonces no existían. Solo queda
exclamar: ¡Dios salve a Poch!
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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