Kafe Antzokia, Bilbao
¿Qué habría pasado si no hubiéramos estado ahí en ese
momento preciso? Es evidente que ciertas decisiones se convierten en verdaderas
piedras angulares que conforman nuestro paso por la vida. Hay autores que han
basado casi toda su obra en las casualidades y han otorgado al caprichoso azar
un halo mágico ajeno a cualquier atisbo terrenal. Basta visionar la película
‘Magnolia’ para comprobar el alcance de esos pequeños detalles que luego se
tornan transcendentales. ¡Cuántas veces nos lamentaremos de todo aquello que no
nos atrevimos a hacer en su día!
De eso precisamente habla Paco Román, alma máter de Neuman,
en su último disco ‘If’, un lanzamiento para nada reciente con el que se ha
tirado de gira casi tres años. Una etapa que debería finalizar en algún punto
antes de retirarse a la cueva para preparar nuevo material y nada mejor que
recuperar aquel bolo bilbaíno que inicialmente estaba previsto para comienzos
del 2016. La manera adecuada de cerrar el círculo.
El boca a boca al final es la estrategia de promoción más
antigua y efectiva a la vez, por lo que pudo comprobarse en el Kafe Antzokia,
con varios asistentes haciendo referencia a la soberbia actuación de los
murcianos en el BBK Live del 2015. Un servidor luego volvió a coincidir con
ellos hace escasos meses en el Kutxa Kultur Festibala, donde legaron otro bolo
intenso de los de poner pelos de punta.
Ante una nutrida proporción de peña elegante, con algunas
chicas limpias y con gafas, los getxotarras Yellow Big Machine certificaron por enésima vez la infalibilidad en
las distancias cortas de su peculiar cóctel de Sonic Youth, Pixies y el ruido
congénito de The Jesus & Mary Chain. Una descarga de las que hacen época
con su batería pegando alaridos como un animal, parrafadas a lo Jim Morrison,
ritmos hipnóticos e incluso punteos vintage
en la escuela de The Raveonettes. La multitud repitió como un mantra el
estribillo de “Conquer The World” y acabaron la orgía instrumental con acoples,
como era menester. Tremendos, cada vez más grandes.
Yellow Big Machine y su predilección por el ruido. |
Hay que tener cierta predisposición en el cuerpo para
aguantar el poso doliente de Neuman
y sus coqueteos con el shoegaze o el post rock podrían resultar indigestos para
los profanos. Pero una vez que uno entra en materia, aquello se convierte en un
mundo de ensueño del que cuesta apearse, con intervalos de luminosidad que
ayudan a avanzar en una senda a veces pedregosa y otras tan llana que uno
establecería allí un alto en el camino.
Con el carácter intimista de “Lovers” y el moderado
optimismo de “Tell You” los murcianos iniciaron una gesta épica de casi dos
horas y reincidieron en ese concepto “happy
sad” del que hablaban en la película ‘Sing Street’, pues lo mismo se
tornaban melancólicos que explotaban en vitalistas sobredosis de almíbar, caso
de los temas compuestos junto a su amigo Ken Stringfellow (REM, The Posies)
“Hell” y “Bye Fear/ Hi Love”, quizás las dos mejores piezas de su trayectoria
que en directo emocionaron hasta lo indecible.
Quizás deberían haber reservado esta baza para más adelante
en el repertorio, pero Paco Román siempre se ha caracterizado por su voluntad
de arriesgar y gracias a ello legó un comienzo realmente trepidante. La otra
cara de la moneda la añadió de inmediato con su “Too Pretty”, depresivo hasta
cortarse las venas, que cristalizó en un espectacular in crescendo post rock, tan intenso que incluso algunas parejitas
se abrazaron. “Te queremos, cabrón”,
gritaban unos puretas emocionados, y no era para menos porque fue una
interpretación magistral casi de soltar la lagrimilla. Muy fan de su pose
sobria y atormentada.
El tono recogido pervivió con “Kids”, donde Paco tuvo un
detalle con el público al acercarse a las escaleras y cantar a capella durante unos breves instantes
sin micro ni nada, como si estuviera en un garito. “Se te pone la carne de gallina”, decían por ahí y lo cierto es que
ahí también anduvieron finos al alargar el corte con clase, sin resultar
cansinos, y embadurnando todo de distorsión shoegaze antes de que los coros
infantiles que resuenan en estudio funcionaran a modo de coda.
El líder se mostró lacónico durante la primera mitad del
show y no pronunció apenas palabra y cuando se arrancó para hablar de la gira
que cierra, lo especial de la ocasión y tal, una señora no dudó en exclamar: “¡Anda, si hablas de puta madre!”. Con
el corazón encogido en un puño, se arrancaron con el tema homónimo “If”, que
alargaron insuflando profundidad a la versión en estudio, se escuchó por atrás
el ruido de un vaso roto y alguien gritó “¡Shhh!”,
la peña estaba tan absorta que la más leve perturbación era percibida como una
afrenta suma.
Quizás se pasaran de intimistas en el intervalo de “I Have
The Will” y “Friends”, aunque volvieran a demostrar al final su maestría
absoluta en esas atmósferas post rock de elevarse hasta la estratosfera.
Después de tanta desesperación, el aire esperanzador de “Still On Time” se
antojaba poco menos que una celebración total y el personal lo vivió con plena
emoción.
Los bises siguieron la línea risueña con “Turn It”, cuyos
coros se entonaron antes de que comenzara la canción y continuaron durante un
tiempo considerable, con los fieles desatados contagiados por esa súbita
alegría por vivir. Y “Battle Starship” recuperó la faceta doliente
apocalíptica, que alargaron y aceleraron a su merced, con efectos chirriantes,
los consabidos acoples y una espesura tal que podría cortarse con cuchillo.
Sublime.
Un bolo “demasiado
bonito”, como dice uno de sus temas, muy superior a las veces anteriores
que habíamos coincidido con ellos y que
demostraba que su música donde verdaderamente brilla con un fulgor desmedido es
en las salas, en los recintos cerrados ajenos al bullicio de los grandes
festivales. Una maravilla de las que te deja anonadado.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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