Kafe Antzokia, Bilbao
El soul atrae a las féminas. Es un hecho constatable. Quizás
tenga que ver con ese marcado componente sexual del género que hace que se te
erice el vello solo al escuchar esos vozarrones raciales que da gusto oírlos o
esas trompetas que se elevan y explosionan como si fueran fuegos artificiales.
Y eso por no hablar de toda la clase que destila, algo que cobra todavía valor
añadido entre tanta cutrería y vulgaridad reinante.
En el colectivo Freedonia saben de sobra lo que es sentir de
verdad, hasta las entrañas, que se te meta algo en la cabeza y no soltarlo
hasta que lo consigas. Por algo se encuentran ahora inmersos en una campaña de crowdfunding para la grabación de un
doble LP analógico y así no depender de nadie, únicamente del público que
desborda sus conciertos. La autogestión es uno de los mayores actos subversivos
de la época contemporánea, hacer un soberbio corte de mangas al sistema y
buscarse las habichuelas por cuenta propia. Y si algo sale mal, recordar
aquellos versos de Espronceda que decían: “Y
si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo del esclavo,
como un bravo, sacudí”.
Un año después de su anterior visita al Kafe Antzokia los
madrileños volvían a empezar su gira peninsular por el norte por tercera
ocasión consecutiva, estableciendo así una especie de ritual similar al que ya
tienen otras bandas con la sala como The Dictators o Sex Museum. Y pese a que
se supone que no habría demasiadas diferencias respecto a su bolo precedente,
pasaron la prueba de fuego al conseguir congregar a una nutrida muchedumbre que
abarrotó el recinto.
Es increíble lo que puede llegar a cambiar el paisanaje de
un concierto a otro en un espacio breve de tiempo. Si hace escasas 24 horas la
media de edad rondaba la cuarentena o cincuentena, aquí los más ancianos no
pasarían de los treinta, y lo mejor de todo, aquello estaba plagado de chicas
con pinta de interesantes, tal vez un poco guays, con tatuajes, pendiente en la
nariz o gafas de pasta, casi como si trabajaran en la sección de maquillaje de
algún centro comercial. Ya está bien de tanta granja de nabos, un servidor
firmaba ya mismo para que todos los bolos fueran así.
Con los músicos formando una especie de corro de las
patatas, Freedonia iniciaron el
recital dando protagonismo total a los vientos antes de que saliera su
vocalista de ébano en la inconmensurable “Dignity and Freedom”, que ya solo su
escucha debería hacer ganar elegancia de por sí. La peña le gritaba “guapa” mientras ella se rompía en
movimientos imposibles a ritmo funk y a veces uno dudada de si sus
articulaciones no serían en realidad de chicle. Pura electricidad en el cuerpo.
Siguieron concentrándose en su último disco editado con
“Living’ On” y en “You Can’t Stop Us” demostraron que en realidad tienen más de
actitud rockera que muchas mierdas que nos venden con ese señuelo. El tono de
su cantante Maika tiene la fuerza de la Tina Turner más salvaje y la
sofisticación o eclecticismo de Nina Simone, lo mismo clava las piezas bailongas
que los blues de copa y puro.
Adelantaron también material de su próximo álbum, aunque en
ningún momento presentaron las novedades, por lo que no cabía otra que utilizar
el poder deductivo y repasar mentalmente sus dos trabajos. Para encoger el alma
fue su interpretación de “It’s Gonna Be Fine” antes de que la vocalista se
retirara y nos dejaran con el soberbio interludio instrumental de “The
Avenger”, que empezó con una flauta con deje oriental y fue subiendo poco a
poco en intensidad hasta que explotaron los vientos. Muchas féminas debían de
andar ya en el séptimo cielo o cuelgue, pues cerraban los ojos y se movían
levemente de lado a lado, como si la música las acunara.
Maika volvió con vestido de noche y taconazos para un
“Dreaming About You” emocionante hasta la médula y el cambio de calzado no
supuso merma alguna en sus espectaculares movimientos, cualquiera diría que
llevaba playeras. Era algo impresionante, lo mismo hacía el robot que simulaba
desplazarse a través de un cristal imaginario y el delirio se desató cuando se
dio la vuelta para mover el culo casi como si fueran maracas. Se produjo
entonces una especie de efecto contagio y muchas tías se apresuraron a copiar
los bamboleos imposibles de cadera que ni en un sambódromo.
El personal quería desfogarse y muchas lo hicieron con
“Shake Your Body”, cuyo estribillo fue coreado por el respetable a pleno pulmón
antes de que las palmas se propagaran con una intensidad virulenta. Con
semejante entusiasmo, se exigieron los bises de inmediato y Maika no tardó
mucho en regresar con el grito del inicio de “The Time Has Come” con el que
temblaron hasta los cimientos. La peña se tomó esta llamada a las armas en
serio y levantó el puño con orgullo militante. El colofón a diez años de
resistencia.
Y para terminar de manera inapelable evocaron los tugurios
humeantes con un estremecedor “Beggin’ You” con la voceras desgañitándose y la
muchedumbre saludando con vítores cada entrada de los vientos. Enorme. Los
gritos de “guapa” arreciaron de
nuevo, se pidieron más temas y los aplausos inundaron cada rincón de la sala.
Pero no había más repertorio para esa noche, que vuelvan pronto con su tercer
disco. Esto sí que era una muestra de dignidad por las nubes. Cada vez más
grandes.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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