Kafe Antzokia, Bilbao
Al escuchar rock n’ roll añejo a uno siempre le viene a la
mente aquella mítica escena de ‘Top Secret’ en la que un casi imberbe Val
Kilmer se marcaba unos espectaculares bailoteos al ritmo del “Tutti Frutti” de
Little Richards en una fiesta llena de peña peripuesta y gerifaltes nazis.
Imposible olvidar la cara de estupor que pone el anciano presentador al subir
este al estrado ni la manera en que desfasan los miembros de la banda de
acompañamiento en la que alguno hasta rompe la guitarra al final emulando a The
Who o Hendrix.
Hoy en día el componente peligroso que caracterizó al rock
primigenio se ha perdido casi por completo, de hecho, poco le falta para
transformarse en una marca corporativa como Zara, Mc Donalds o cualquier otra
sutil forma de dominación mental. La publicidad es la propaganda del siglo XXI,
aparte de las redes sociales, claro, hay que mantener a toda esa gente
entretenida para que no les dé por leer, pensar o darse cuenta de lo mucho que
nos toman el pelo nuestros gobernantes.
No nos sorprendió por tanto el ambiente eminentemente
puretil que se congregó en el Kafe Antzoki para celebrar los sesenta años de la
publicación del debut de Elvis, que inauguró ese glorioso periodo inicial que
influenció a generaciones venideras y a tipos tan grandes como Bob Dylan, Bruce
Springsteen o John Lennon. Había además bastantes chicas elegantes, que de vez
en cuando se movían de lado a lado como esos gatos que venden en los chinos a
los que les bajas la patita y se quedan meneándola un buen rato.
Estructurado en tres partes claramente diferenciadas,
abrieron la veda en primer lugar The
Bilbobillies, que se comieron con patatas a los demás oficiantes de la
velada con un repertorio impepinable plagado de clasicazos pretéritos de Elvis,
caso de “That’s All Right” o “Tryin’ To Get To You”, y un cantante y
guitarrista sobrenatural que clavó al milímetro el registro del Rey. Pero una
cosa es copiar y otra muy distinta insuflar alma a cada una de las
composiciones, como hizo de manera muy competente con “Blue Suede Shoes”,
“Heartbreak Hotel” o un emocionante “I Want You, I Need You, I Love You”.
The Bilbobillies, con su espectacular cantante. |
Las féminas suspiraban por el fornido vocalista con un
entusiasmo que ni que se tratara del mismísimo Elvis, algunas gritaban “¡Wow!” y otras pasaban de sutilezas y
preguntaban directamente a pleno pulmón: “¿Cómo
te llamas?”. La verdad es que el tipo era un crack absoluto, no era de extrañar
que pusiera el recinto patas arriba con “Don’t Be Cruel” o “Hound Dog”, todo
ello aderezado además con anécdotas acerca de las canciones que iba a
interpretar que demostraban que era un señor leído. Cero postureo. Magistrales.
No se lo curraron mal tampoco los veteranos Santiago Delgado y Los Runaway Lovers,
aunque después del nivelazo de los anteriores aquello casi quedaba reducido a
meros fuegos de artificio. Empezaron rotundos con “(Let Me Be Your) Teddy
Bear”, perteneciente a la BSO de su segundo filme ‘Loving You’ y se detuvieron
en otras piezas relacionadas con el séptimo arte como “Blue Hawaii” o “One
Broken Heart For Sale”, la primera de la peli homónima y la segunda de ‘Rubias,
morenas y pelirrojas’.
Los veteranos Santiago Delgado y los Runaway Lovers. |
Un enfoque acertado, desde luego, lo que ya no vimos con
tan buenos ojos fue esa manía tan patria de traducir a nuestro idioma temas
emblemáticos, por lo que nos dio un poco vergüenza ajena escuchar “Enamorado de
la novia de mi mejor amigo” o “Mujer cabeza dura”. Que se hiciera esto en pleno
franquismo para justificar la elevada tasa de paletos nacionales, vale, pero
andar todavía en pleno siglo XXI con este tipo de cosas no procede. A estudiar
inglés, que no duele.
Y para finiquitar el evento por todo lo alto se creó una
banda especial para la ocasión llamada Graceland,
que se centró en la última época de Elvis y lo cierto es que a pesar de contar
con unos acompañantes de lujo no estuvo a la altura a nivel vocal. El encargado
de perpetrar el desaguisado era un tal Jon Gartxi, un jovenzuelo que según
apuntó la compi concertil Amaia parecía “un
personaje de ‘Amor en tiempos revueltos’. Pero el tipo no era creíble, por
mucho que se creyera el amo de la pista con sus movimientos de pelvis, sus
tonos ni de lejos alcanzaban a los de Presley, ni siquiera a los del cantante
de The Bilbobillies, vaya. Y puestos a discutir pasos de baile, tampoco era
para tanto, Val Kilmer bailaba mejor.
Jon Gartxi en pleno éxtasis. |
Las raquíticas habilidades de Gartxi quedaron al descubierto
cuando invitaron a subir a la palestra a Santiago y Los Runaway Lovers, con
cuyos espectaculares coros neutralizaron por completo la labor del vocalista en
“Santa Claus Is Back In Town”, donde se repartieron gorros de Papa Noel. Y en
la inevitable “Suspicious Minds”, que sonó con armónica y más country que la
original, volvió a quedar patente que el repertorio se quedaba grande para su
voceras, como se suele decir, demasiado arroz para tan poco pollo.
Menos mal que en los bises el figura de The Bilbobillies
regresó para poner orden y afirmar que “aunque
a algunos nos joda, el rock n’ roll también nació en las iglesias” y así
arrancarse con el inmenso góspel “Down By The Riverside” con las palmas desatadas
por doquier. Sin tiempo para respirar, enlazaron con otro clásico espiritual,
“When The Saints Go Marching In”, que terminó de insuflar la devoción necesaria
para recrear cualquier templo del Bronx y que así la paz esté con nosotros.
Un homenaje muy bien estructurado y que para nada se hizo
pesado, incluso aunque no fueras un entusiasta total de la obra del de
Mississippi. Al margen de los aciertos y desaciertos, impresionó contemplar
tantos músicos y gente de a pie postrados ante el Rey. Un monarca que no
pagamos con nuestros impuestos y que verdaderamente sirve para algo.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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