jueves, 5 de enero de 2017

IZAR & STAR VII ELVIS: POSTRADOS ANTE EL REY



Kafe Antzokia, Bilbao

Al escuchar rock n’ roll añejo a uno siempre le viene a la mente aquella mítica escena de ‘Top Secret’ en la que un casi imberbe Val Kilmer se marcaba unos espectaculares bailoteos al ritmo del “Tutti Frutti” de Little Richards en una fiesta llena de peña peripuesta y gerifaltes nazis. Imposible olvidar la cara de estupor que pone el anciano presentador al subir este al estrado ni la manera en que desfasan los miembros de la banda de acompañamiento en la que alguno hasta rompe la guitarra al final emulando a The Who o Hendrix.

Hoy en día el componente peligroso que caracterizó al rock primigenio se ha perdido casi por completo, de hecho, poco le falta para transformarse en una marca corporativa como Zara, Mc Donalds o cualquier otra sutil forma de dominación mental. La publicidad es la propaganda del siglo XXI, aparte de las redes sociales, claro, hay que mantener a toda esa gente entretenida para que no les dé por leer, pensar o darse cuenta de lo mucho que nos toman el pelo nuestros gobernantes.


No nos sorprendió por tanto el ambiente eminentemente puretil que se congregó en el Kafe Antzoki para celebrar los sesenta años de la publicación del debut de Elvis, que inauguró ese glorioso periodo inicial que influenció a generaciones venideras y a tipos tan grandes como Bob Dylan, Bruce Springsteen o John Lennon. Había además bastantes chicas elegantes, que de vez en cuando se movían de lado a lado como esos gatos que venden en los chinos a los que les bajas la patita y se quedan meneándola un buen rato.

Estructurado en tres partes claramente diferenciadas, abrieron la veda en primer lugar The Bilbobillies, que se comieron con patatas a los demás oficiantes de la velada con un repertorio impepinable plagado de clasicazos pretéritos de Elvis, caso de “That’s All Right” o “Tryin’ To Get To You”, y un cantante y guitarrista sobrenatural que clavó al milímetro el registro del Rey. Pero una cosa es copiar y otra muy distinta insuflar alma a cada una de las composiciones, como hizo de manera muy competente con “Blue Suede Shoes”, “Heartbreak Hotel” o un emocionante “I Want You, I Need You, I Love You”. 

The Bilbobillies, con su espectacular cantante.
 Las féminas suspiraban por el fornido vocalista con un entusiasmo que ni que se tratara del mismísimo Elvis, algunas gritaban “¡Wow!” y otras pasaban de sutilezas y preguntaban directamente a pleno pulmón: “¿Cómo te llamas?”. La verdad es que el tipo era un crack absoluto, no era de extrañar que pusiera el recinto patas arriba con “Don’t Be Cruel” o “Hound Dog”, todo ello aderezado además con anécdotas acerca de las canciones que iba a interpretar que demostraban que era un señor leído. Cero postureo. Magistrales.

No se lo curraron mal tampoco los veteranos Santiago Delgado y Los Runaway Lovers, aunque después del nivelazo de los anteriores aquello casi quedaba reducido a meros fuegos de artificio. Empezaron rotundos con “(Let Me Be Your) Teddy Bear”, perteneciente a la BSO de su segundo filme ‘Loving You’ y se detuvieron en otras piezas relacionadas con el séptimo arte como “Blue Hawaii” o “One Broken Heart For Sale”, la primera de la peli homónima y la segunda de ‘Rubias, morenas y pelirrojas’. 

Los veteranos Santiago Delgado y los Runaway Lovers.
 Un enfoque acertado, desde luego, lo que ya no vimos con tan buenos ojos fue esa manía tan patria de traducir a nuestro idioma temas emblemáticos, por lo que nos dio un poco vergüenza ajena escuchar “Enamorado de la novia de mi mejor amigo” o “Mujer cabeza dura”. Que se hiciera esto en pleno franquismo para justificar la elevada tasa de paletos nacionales, vale, pero andar todavía en pleno siglo XXI con este tipo de cosas no procede. A estudiar inglés, que no duele.

Y para finiquitar el evento por todo lo alto se creó una banda especial para la ocasión llamada Graceland, que se centró en la última época de Elvis y lo cierto es que a pesar de contar con unos acompañantes de lujo no estuvo a la altura a nivel vocal. El encargado de perpetrar el desaguisado era un tal Jon Gartxi, un jovenzuelo que según apuntó la compi concertil Amaia parecía “un personaje de ‘Amor en tiempos revueltos’. Pero el tipo no era creíble, por mucho que se creyera el amo de la pista con sus movimientos de pelvis, sus tonos ni de lejos alcanzaban a los de Presley, ni siquiera a los del cantante de The Bilbobillies, vaya. Y puestos a discutir pasos de baile, tampoco era para tanto, Val Kilmer bailaba mejor. 

Jon Gartxi en pleno éxtasis.
 Las raquíticas habilidades de Gartxi quedaron al descubierto cuando invitaron a subir a la palestra a Santiago y Los Runaway Lovers, con cuyos espectaculares coros neutralizaron por completo la labor del vocalista en “Santa Claus Is Back In Town”, donde se repartieron gorros de Papa Noel. Y en la inevitable “Suspicious Minds”, que sonó con armónica y más country que la original, volvió a quedar patente que el repertorio se quedaba grande para su voceras, como se suele decir, demasiado arroz para tan poco pollo.

Menos mal que en los bises el figura de The Bilbobillies regresó para poner orden y afirmar que “aunque a algunos nos joda, el rock n’ roll también nació en las iglesias” y así arrancarse con el inmenso góspel “Down By The Riverside” con las palmas desatadas por doquier. Sin tiempo para respirar, enlazaron con otro clásico espiritual, “When The Saints Go Marching In”, que terminó de insuflar la devoción necesaria para recrear cualquier templo del Bronx y que así la paz esté con nosotros.


Un homenaje muy bien estructurado y que para nada se hizo pesado, incluso aunque no fueras un entusiasta total de la obra del de Mississippi. Al margen de los aciertos y desaciertos, impresionó contemplar tantos músicos y gente de a pie postrados ante el Rey. Un monarca que no pagamos con nuestros impuestos y que verdaderamente sirve para algo.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA






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