martes, 16 de mayo de 2017

THE DICTATORS + LOS CHICOS: A PIÑÓN FIJO



Kafe Antzokia, Bilbao

Prodigarse demasiado tiene unos riesgos evidentes. Que la peña se canse hasta lo indecible y al final acabe desertando de puro agotamiento. Subirse a un escenario siempre debería ser un acto extraordinario y cuando se convierte en una rutina de funcionarios, casi lo mejor es retirarse o quemarse a lo bonzo, si es que todavía queda algo de dignidad. Pero no, muchos prefieren arrastrar una leyenda pretérita hasta el suelo y más allá antes de confesar que no están en condiciones ni para mirar obras.

Hay multitud de hechos inmutables en el universo, uno de ellos es la visita que allá por el mes de abril realizan cada año con fidelidad religiosa al Kafe Antzokia bilbaíno los neoyorquinos The Dictators, por lo menos aquí ese recurrente postureo de que les encanta tocar en esta zona se torna totalmente cierto. Quizás nos aceche la amenaza del cambio climático o de una guerra nuclear, pero el próximo 2018 Manitoba y los suyos volverán a darse un garbeo por estos lares, es una de las pocas certezas de la vida.


Aniquilado por completo el factor sorpresa en la ecuación, no sorprendió que pese a que finalmente se registrara una buena entrada, tampoco se alcanzara el lleno absoluto de ocasiones precedentes. La paciencia tiene un límite, y la cartera también, sobre todo en épocas de tanta proliferación de conciertos como la actual. Una circunstancia que no impidió que los habituales del rockerío bilbaíno se dejaran caer por el Antzoki contra viento y marea, infatigables al desaliento.

Una novedad de la velada era el concurso de los madrileños Los Chicos, un entremés de lujo que ya habíamos catado con anterioridad y que encima de las tablas se transforman en un torbellino apabullante, capaces de llevarse por delante incluso a cabezas de cartel. Desde el inicio su inquieto vocalista se subió a los bafles, a la barandilla por la que se accedía al piso superior y a todo lo que pudo. Sus otros compis, por su parte, bajaron a la arena entre los fieles para enarbolar mástiles a modo de estandartes mientras les hacían un corro alrededor como si realmente fueran profetas.
Tan frenéticos como Radio Birdman, se acercaron al country macarra de unos Dead Bronco y pillaron el bidón de gasolina entonando el inmortal “1969” de The Stooges. El que todavía no los haya visto en directo, seguramente está desperdiciando su existencia.


Que falte un miembro original como Andy Shernoff no ha supuesto óbice alguno para que The Dictators sigan rulando por el planeta dando vuelta y vuelta a su repertorio de los setenta compuesto por las joyas del protopunk ‘Go Girl Crazy’, ‘Manifest Destiny’ y ‘Bloodbrothers’. En este caso, la expresión de vivir de las rentas, es decir de material publicado hace casi medio siglo, se queda muy corta.

Pero a nadie le amarga un dulce y si te empiezan con un temazo capaz de levantar a un muerto como “Master Race Rock” casi se les podría perdonar todo. Tampoco se tiene la oportunidad de contemplar cada día a leyendas vivas como Daniel Rey, reputado productor conocido por su trabajo con los míticos The Ramones, ni a Ross The Boss, al que la mayoría por estos lares asocia con su pasado aguerrido en Manowar, no eran pocos los que de vez en cuando hacían el símbolo característico de los fanfarrones del metal.


Manitoba se mostró muy afable, en su tónica habitual, tal vez hasta se pasó con tanta cháchara, aunque había parlamentos inevitables como su denuncia de que el rock n’ roll está desapareciendo en los EE UU, mientras que aquí lo apreciamos. Sorprendió que se decantaran tan temprano por un “Who Will Save Rock N’ Roll?”, que desató de inmediato los ánimos del respetable y demostró que a veces el poder de la muchedumbre puede llegar a multiplicarse debido a la música. Cualquiera diría que la sala estaba a reventar.

Sin armar tanto ruido como los Sex Pistols, The Dictators ya creían en el nihilismo allá por 1978 con “No Tomorrow” y en “Weekend” conectaban de inmediato con las preocupaciones de gran parte de la población decente del globo terráqueo, es decir, que llegue el finde y se vaya a cascarla lo demás, ese es el verdadero compromiso político que merece la pena. La habrán interpretado millones de veces en directo, pero “Baby Let´s Twist” sigue provocando sofocos entre la afición, un hecho que Manitoba aprovechó para bajar las escaleras y pasarse por el forro las barreras entre artistas y público para desfasar como uno más. Esto sí que es humildad.


Como hemos dicho antes, cuando ya les has visto unas cuantas veces se tornan bastante predecibles, pese a que en esta ocasión habían variado ligeramente el repertorio. Lo que no recordamos desde luego eran esas descomunales ganas de palique del voceras, que hasta le dio por relatarnos la desigualdad congénita del sistema electoral estadounidense. Por favor, que estamos con el cubata, si por lo menos hablaran de chicas…

Menos mal que todavía quedaban cosas inapelables como “Faster & Louder” o “New York, New York”, todo un repertorio de clasicazos que no desagradaría a nadie con dos dedos de frente, aunque dejaran en esta ocasión piedras angulares  del calibre de “I Stand Tall” o la oda a la heroína de “Slow Death”. Dudo empero que nunca se atreverían a prescindir de “Stay With Me”, donde se montó un corro fraternal que delató el cariño que les tienen por estos lares y las gargantas se elevaron al unísono en el estribillo. Puro amor.


Reservaron para los bises “Two Tub Man” y el consabido “Kick Out The Jams” de MC5, bálsamo imprescindible para desenvolverse en la vida y que jamás cansaría por mucho que la interpretaran. “40 años y siguen siendo geniales”, exclamaba un emocionado fan al salir. Pues sí, estuvo bien, aunque para los que ya hemos coincidido con ellos con anterioridad, nos dio un poco la impresión de que iban a piñón fijo, ponían el piloto automático y fuera. Pero bueno, nunca viene mal una balsa a la que aferrarse en un mar de incertidumbre.

TEXTOS Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA




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