martes, 14 de abril de 2015

RUBÉN POZO: NI VIEJUNO NI JOVEN



 Sala Azkena, Bilbao

Aquellos que se mueven entre dos aguas siempre son los vilipendiados, los incomprendidos, los cabezas de turco que sucumben ante supuestos gurús de la autenticidad. Y es que no resulta nada fácil articular un discurso propio al margen de las grandes compañías discográficas, mantener los principios y conservar al mismo tiempo la capacidad para llegar a las masas, que son las que al fin y al cabo dan de comer, si uno se quiere dedicar en exclusiva a la música, claro está.

Tequila, con su imposible estilismo. (Archivo)
Ya pasó anteriormente con Tequila, una de las bandas más populares durante el advenimiento de la democracia y que luego al llegar los modernos de La Movida Madrileña se convirtieron en una especie de apestados o carcas vinculados a los primeros años de La Transición.  No casaban los pelos de colores y la actitud irreverente de prender fuego a tiempos pretéritos con el rock clásico según la tradición de Rolling Stones o Chuck Berry.

Heredero de ese rollo a medio camino entre la comercialidad y lo genuino, el ex Pereza Rubén Pozo ha vuelto a encontrar el gusto a eso de tocar en garitos reducidos que nada tienen que ver con los pabellones multitudinarios que llenaba con su anterior grupo. Pero él parece sentirse a gusto, sin problemas de ego, se muestra cercano en su perfil de Facebook, se hace fotos con burros, y no tiene problema alguno en contestar directamente a los fans, pese a que continúe confiando en empresas relevantes para gestionar su carrera en solitario.


 Sigue conservando empero cierto tirón entre la juventud, en especial entre las féminas, había aquella noche por ahí alguna con sombrero o pañuelo rojo, e incluso una madre que se quedó sentada en una esquina mirando el móvil. El ambiente era muy de parejitas, jerseys de rayas y parches en las cazadoras, no de bandas emblemáticas, sino de ‘El Pájaro Loco’. Y por supuesto, esos especímenes que van a un concierto al año y se piensan que esto de los bolos es como el teatro donde uno tiene unas localidades asignadas, y ay madre si se le ocurre perturbar el campo de visión de sus semejantes. Cómo se atreve.

En la línea accesible de la velada encajaba a la perfección la propuesta de los locales Moncada 20, que practicaban un pop-rock amable sin demasiadas estridencias, con efluvios setenteros de vez en cuando y hasta algún intervalo jazzístico. Comenzaron temerosos y enseguida se notó que no deberían llevar demasiados recitales a sus espaldas, pero no tardaron en crecerse a medida que los aplausos se incrementaban. Pese a abusar de los temas lentos y empalagosos, tampoco podría negarse su pericia instrumental. Para gustos.

Moncada 20.
Con silueta espigada y pose de macarra simpático apareció el ex Buenas Noches Rose y Pereza Rubén Pozo, así al natural, con cazadora de cuero y sin las características gafas de sol que suele lucir en sus fotos de promo. Y tiró de positivismo a punta pala en “Todo Palante” para introducir a la concurrencia en esa atmósfera de buen rollo que inundó la puesta de largo de su reciente ‘En Marcha’.

No tardó en desempolvar el legado de Tequila con el rock n’ roll “Tonto de Tanto” mientras ponía gestos a lo Keith Richards con la guitarra, reivindicando la pura electricidad. El deje madrileño se le desató cuando desde el público le gritaron: “¡Tienes que saltar!”, y contestó: “¿Pero cómo? ¿Como Rajoy cuando gana?”. 


La primera concesión a su antigua banda fue la canalla “Matar al Cartero”, que ganó en poso stoniano y realzó la capacidad interpretativa de Rubén, con ese toque prosaico y personal que dista bastante del empalague de Leiva. Las primeras filas estaban copadas por entregadas fans que recitaban las letras de memoria, por ejemplo, la de “Rucu Rucu” de su debut.

Viene acompañado además de unos compis tan discretos y metidos en su papel que a veces casi ni les sientes, muy de segundo plano, en la tradición de los grandes solistas de la historia del rock. El entusiasmo de los seguidores no cesaba y por ahí se pudieron escuchar cosas como “¡Te tengo en el Facebook!” o “¡No vuelvas a Pereza!”, en un alarde de osadía que el susodicho no se tomó a mal, sino con mucha coña.

Sopló de la armónica en plan Dylan en su fresco gitano “Chatarrero” y la pieza que inicia su último disco “Esta es mi canción” le quedó niquelada con wah-wah y peña cantando cada estrofa. Vuelta a mirar al pasado previo a su trayectoria en solitario con “Pirata” y en “Como Cualquiera” finiquitó con un buen solo, a la par que alardeaba de modestia con esa chulería típica del foro.


Sin duda lo mejor de la velada fueron los rock n’ rolles tipo “Grupis”, en la que intercalaron el “Thunderstruck” de AC/DC y era inevitable acordarse de Sus Satánicas Majestades. Tal vez nunca aparezca en las listas de los guitarristas más reputados del país, pero hay que reconocer que el tipo tiene clase y una pose de flipar que podría legar estampas tan auténticas como aquella mítica foto de Keith Richards en su juventud tirado con pintas de drogao. El estilo Johnny Thunders.

Y en “Pegatina” y “Me Quieres Destrozar” las féminas se desataron de verdad y a buen seguro reventarían con sus chillidos los oídos de más de un incauto. Se entregó al country con “La Chica de la Curva”, entre guiños con la armónica a los Beatles y melodías que remiten a Sabina, con quien ya colaboró en el disco ‘Vinagre y Rosas’.

No podía faltar la romántica “Madrid”, himno absoluto a “la capital del mundo”, como decía el maestro Ernest Hemingway. Y del canto a la ciudad que nunca duerme pasamos a “Margot”, otra piedra angular en el repertorio y que fue uno de los pocos singles de Pereza en los que se permitía a Rubén llevar la voz cantante. Quizás sea incluso el tema que más le identifique, creo recordar que se sacaron incluso camisetas con la leyenda ‘La Reina del curso 92’, en referencia a su popular estrofa.


Por exigencias de la sala tuvieron que recortar tiempo, pero todavía tuvieron margen para marcarse un “Pelos de Punta”, con su rollo Burning total y contoneos a lo Status Quo. Y la guinda cayó sobre el “Starman” de Bowie, aunque pocos parecieron reconocer semejante clasicazo del rock. De hecho, la mayoría de los asistentes ni siquiera habían nacido cuando se lanzó, incluido un servidor, ¿por qué no decirlo?

Pudimos certificar que para Rubén la vida existe más allá de Pereza. Y como dice en una de sus letras, probablemente no se sienta “viejuno pero tampoco joven”. Está en una madurez creativa en la que lo mismo le da al folk que al country o a la canción de autor. Sin perder de vista el horizonte del rock.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN





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