domingo, 5 de abril de 2015

THE CRY!: ¡SON JÓVENES Y VISTEN BIEN!



Sala Crazy Horse, Bilbao

Ya decía el insigne poeta austríaco Rainer María Rilke que la verdadera patria del hombre es su infancia y con su famosa magdalena Marcel Proust no dudaba en evocar aquellos recuerdos y sabores de los primeros años de vida. Sin menospreciar para nada ese fundamental periodo de aprendizaje vital, uno siempre concedió mayor importancia a la adolescencia, tal vez porque nos marcara bastante en su día Holden Caulfield y sus cuitas interiores en ‘El Guardián Entre el Centeno’.

Lo cierto es que han existido infinidad de bandas cuya sola escucha trae a la memoria los rituales iniciáticos de drogas y alcohol, los primeros enamoramientos y todos esos sucesos triviales que se amplifican como si un altavoz transformara unas inocentes ondas en auténticos dramas existenciales. Basta ponerse unas canciones de los Ramones para revivir tales sensaciones y que un goce repentino inunde cada gota del ser, la felicidad absoluta del tiempo en que no hacía falta preocuparse por pagar el alquiler o llegar a fin de mes.

Deudores de esa tradición son sin duda los chavales de The Cry!, un combo que hará que nos empecemos a fijar en esa interesante escena que parece florecer en el estado norteamericano de Oregón, pues hace poco alucinamos también por estos lares con sus paisanos Lovesores. Y es que los de Portland ofrecen una coctelera de inefable sabor británico en el que lo mismo cabe el animado glam rock de The Sweet o Slade que el empuje post punk de los primeros The Cure, la bilis desparramada de Sex Pistols o las melodías de orfebres de The Smiths. Un simple sorbo y ya te atrapan de inmediato.

The Sweet en su época gloriosa. (Archivo)
Pese a que pronosticábamos una reunión de cuatro amigos, al final el Crazy Horse registró una afluencia considerable y variopinta con músicos como el mítico Txarly Usher de Los Carniceros del Norte y Radiocrimen, promotores y hembras maduritas desatadas que gritaban: “¡Cómo me gustan esos pechitos jóvenes!”. Un ambientazo que preludiaba la sensacional descarga que íbamos a presenciar esa noche y que debería servir para animar a todos aquellos que solo van a bolos de grupos conocidos.

Con sus pintas de glam roqueros macarras a lo Johnny Thunders y New York Dolls, los pipiolos de The Cry! demostraron desde el inicio con “I Think I’m In Love” y “Modern Cinderella” que son una banda de las de verdad, de las que toca su propia música, hace sus propios coros y no lleva nada pregrabado. Son una patada en la boca por tanto a los que consideran lo más normal del mundo llevar sonido enlatado, escudándose en el pobre argumento de que es una práctica habitual en el mundillo. Pues no.



Quizás por ese rollo adolescente que tienen a los Ramones, su bolo fue un derroche de pura felicidad, de esos que dan ganas de repartir abrazos a diestro y siniestro. Tenían en su catalogo composiciones redondas como “Be True”, con unos corros curradísimos a lo Beach Boys, se nota que a pesar de su edad han metido una considerable cantidad de horas de estudio. Hay grupos veteranos que dan una pena infinita en directo.

Pero no hablaban únicamente de juergas desenfrenadas, había espacio asimismo en “Last Thing I Do” para los amores nostálgicos de pasear bajo la lluvia con un punto canalla en la tradición del inmortal Johnny Thunders. Los muchachos andaban tan encantados con la descomunal entrega del respetable que decían “Bizkaia es bonita”. Qué graciosos.



Lo que sí que no esperábamos es que un grupo con tanto gusto por las tonadillas almibaradas se atreviera a versionar el “Boys Don’t Cry” de The Cure, creadores polivalentes capaces de incitar tanto a cortarse las venas en sus temas más opresivos como a apuntarse a una ONG por la alegría desmedida de sus cortes poperos. Estaba claro que ellos preferían la vertiente desenfadada y por eso homenajearon a Robert Smith y compañía añadiendo más revoluciones y aderezando la pieza con esos prodigiosos coros que son seña de identidad de su rollo.

“Nowhere To Go” es otra de las de permanecer en la nube y que no te bajen de allí en la vida y en “Seventeen” volvieron con esos himnos de rebeldía juvenil que encajarían en los discos de Meat Loaf, aunque los chicos tampoco se coman tanto la cabeza como los protagonistas de “Paradise By The Dashboard Light”. O lo mismo entroncarían con aquellos mozos que en “Spirit In The Night” conducían hasta Greasy Lake para disfrutar de una noche memorable que quedaría grabada para siempre el resto de sus vidas.


“Such A Bore” fue otro subidón por la compenetración total de sus voces y en plena euforia el guitarrista se subió a hombros del teclista, como estrellas del rock de verdad. Y el cantante con pinta de yogurín no tardó en unirse y saltar la valla que separa el escenario de la muchedumbre para abrirse un corro alrededor. La simbiosis entre artistas y público.

No les iban a dejar marchar tan fácilmente, por lo que regresaron con la animada “Shakin’”, que puso a las féminas a bailotear modo vintage. Y por segunda vez se vieron obligados a volver con “Waiting Around”, con ese comienzo a lo Ronettes antes de transformarse en una melodía más inglesa que la Union Jack. Una oda a la felicidad perfecta para finiquitar ese cuento de algodón de azúcar.



Probablemente muchos no lo sepan, pero hay por ahí infinidad de bandas que cada fin de semana se dejan la piel en el escenario y eso de ser famosos se la trae al pairo, cruzados de la vieja filosofía del tirar millas sin importar las consecuencias, por el simple placer de tocar en directo. Y si encima los susodichos gastan clase, poco más se puede pedir. Así los definía Txarly Usher: “¡Son jóvenes y visten bien!”.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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