Kafe Antzokia, Bilbao
El aldeanismo debería ser una de las lacras de la humanidad.
Esa tendencia a valorar excesivamente algo por el simple hecho de ser de fuera,
cuando por estos lares tenemos suficientes ejemplos similares que barrerían de
un plumazo a cualquier guiri presuntuoso. Queremos pensar que gracias a las
redes sociales y demás a esos prejuicios infundados les quedan cuatro
telediarios, aunque a veces parezca que las fuerzas vivas de la tradición
siguen ahí agazapadas esperando la ocasión para levantar el vuelo y engañar a
unos cuantos incautos.
Quizás eso suceda con el supergrupo vasco Cobra, que casi
desde su misma creación se han labrado una sólida reputación en directo y
debido a un espectacular boca a boca han conseguido la mejor manera de
promoción posible y que a cualquiera les apetezca verlos, a tenor de las
maravillas que se dicen acerca de ellos. Y luego ya si sumamos a músicos con
una trayectoria tan solvente como Ekain Elorza (Dinero, SCR) o David González
(Berri Txarrak, PILT) poco más cabe añadir, eso sin desmerecer la labor de los
miembros restantes, pues todos son unos musicazos en sus respectivos ámbitos.
Lete, la fiera desbocada. |
Tal era la conclusión a la que llegamos después de la
apabullante descarga que dieron ante un desangelado Antzoki bilbaíno, pese a
que al final se alcanzara una afluencia digna y lograran movilizar a la peña en
base a la única arma infalible en este mundo: los riffs poderosos y la actitud
de comerse el mundo. Un tratamiento de choque que nadie con dos dedos de frente
podría resistir, un repaso en condiciones de esos que te deja como nuevo y con
ganas de acometer cualquier empresa arriesgada.
No defraudaron tampoco los madrileños Minor Empires, que surgieron como amalgama de miembros de Toundra,
Nothink o Moonich y probablemente estén más cerca del rock alternativo de los
segundos que de los otros dos restantes, aunque no renuncian a picotear en el
shoegaze vía Catherine Wheel o en los estribillos levemente comerciales a lo
Linkin Park como en “The Regrets Of The Dying”. “Esperamos que no os olvidéis de nosotros”, desearon con excesiva
humildad y la verdad es que no hacía falta tal derroche de sencillez por su
descomunal grado de entrega y nivelazo a las tablas. Un entremés de alto
copete.
Minor Empires. |
Dicen que lo suyo es el Thriller Rock por la aproximación
cinematográfica de sus letras, pero más allá de etiquetas estériles o de
preguntarse si tocan metal, punk, stoner o lo que sea, hay algo que nadie les
puede quitar a Cobra y esa es la
capacidad para cascarse un directo impepinable desde cualquier punto de vista.
Mira que nos tragamos cientos y cientos de conciertos a lo largo del año, pero
podemos afirmar sin rubor que lo de aquella noche fue de lo más contundente que
hemos visto en escena en lo que llevamos de 2016.
Basta fijarse en su colosal voceras Lete para entender que
pertenecen a esa estirpe nacida para subirse a un escenario. Porque uno puede
disfrutar en casa tranquilamente de sus discos, pero hasta tenerles a pocos palmos
difícilmente podrá vislumbrar el enorme potencial de este supergrupo con todas
las letras. Y seguramente el que cae en su marmita por primera vez no tardará
en repetir, las alabanzas que les dedican no son para nada casuales.
David dando el pistoletazo de salida. |
Presentaban su reciente ‘Riffyard’, por lo que el inicio
lógico era el trallazo “Skull & Bones” antes de añadir cierta espesura en
“Red Tops” y pisar el acelerador punkarra en “’70 Challenger”. La batería de
Ekain atronaba, el bajo de David no sonaba menos rotundo y si a ello le
añadimos un cantante que parecía una fiera desbocada el cóctel únicamente
podría obtener el calificativo de demoledor.
El público ya se mostró muy participativo desde el comienzo,
pero al igual que en una peli de suspense la intensidad fue subiendo
progresivamente. Lete preguntó si estábamos cansados e incitó a la peña a
gritar, alguno incluso se desgañitó, mientras los temas caían sobre la
concurrencia como balas de un cargador que a buen seguro vaciarían aquella
noche.
Uno de los momentos estelares fue sin duda cuando se
acordaron del viejo maestro de ‘Karate Kid’ “Miyagi”, con los hardcoretas
entregados con los brazos en alto y el vocalista entonando a ras de escenario
antes de que lanzara con saña el micro contra el suelo. “¡Madre mía!”, exclamaron los jovenzuelos que teníamos al lado. No
es que fueran fácilmente impresionables, sino que semejante despliegue de
ímpetu no era ni medio normal, unos cabezazos contra la pared no habrían
desentonado en la estampa de brutalidad.
Y el aire noventero de “Crossroads” inauguró la temporada de
pogos, que alcanzó su apogeo en “C’Mon Now” y “Rosebud”, al tiempo que legaban
imágenes impagables con David, Lete y Josu agitando la cabeza casi al punto de
descoyuntarse. Esto sí que era una puesta en escena enérgica, capaz de patear
culos a tanto fantasmón que se las da de auténtico y luego no tiene ni
repajolera idea de música. Hay que hacer justicia.
Con la muchedumbre bramando cual salvajes en la ineludible
“Life Is Too Short To Drive Slowly”, hacía falta un mesías que unificara
criterios y creara dogmas y ese papel lo tomó Lete al subirse a los bafles
antes de descender convertido en carne y pillar el micro de David, maná divino,
para ofrecerlo a los fieles que se desvivían por realizar su aportación. Los
pogos volvieron a brotar como en el milagro de los panes y los peces antes de
que las almas se fundieran en una sola cuando el vocalista se entregó a la
concurrencia embistiendo cual miura desbocado. En plan hermandad.
Una ironía del destino se antojaba que en pleno acto de
confraternización hardcoreta sonará por los altavoces la BSO de ‘Kung Fury’
“True Survivor” del icono ochentero David Hasselhoff, tonadilla tan casposa
como genial. El epílogo perfecto para una sesión de riffs de película con unos
protagonistas de relumbrón que deberían ganar de inmediato un Óscar a la mejor
actitud en directo. Enormes.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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