Kafe Antzokia, Bilbao
Hay algunos que tienen que demostrar el doble que una
persona normal. Sí, es verdad, de un plumazo toda la lógica de una sociedad
democrática a tomar por saco. Pensemos en las rubias y sus archiconocidos
tópicos, chicas guapas en general que por el mero hecho de haber nacido bien
parecidas nadie las toma en serio de primeras, y por supuesto, aquellos cuyos
progenitores cuentan con una trayectoria artística más que solvente y su solo
nombre infunde ya respeto en su campo.
Al último grupo pertenecería Joe Grogan, contrabajista y
líder del power trío galés Graveyard Johnnys, vástago además del histórico
rockabilly británico Crazy Cavan. Una sombra de la que todavía no se ha
despegado pese a haber editado ya un par de álbumes de estudio y abarcar un
descomunal campo de acción que va desde el rock anfetamínico escandinavo al
psychobilly, el poso garajero contemporáneo de The Hives o el folk punk celta
de regusto Dropkick Murphys.
Joe Grogan, el hijo de la leyenda Crazy Cavan. |
Tal vez con ese indiscutible reclamo en lontananza, los de
Chepstow consiguieron una afluencia bastante respetable para ser plena Semana
Santa, con la mayoría de los fieles del rollo y esas elegantes féminas
psychobillies que son las que en realidad dan glamour a los saraos de este
tipo. Y hubo por supuesto esos peculiares pogos en los que las manos de los
participantes comienzan a dar vueltas y se transforman en rodillos que
avasallan espacios circundantes.
Ya habíamos catado anteriormente a los espectaculares
psychobillies giputxis Screamers &
Sinners, que volvieron a dar un bolazo de altura y los confirmó como los
reyes de la escena autóctona, si es que alguna vez llega a existir algo similar
en su palo. Como si de repente accionaran una manivela, el quinteto se puso en
marcha frenéticamente igual que esas figuritas de esqueletos danzantes que se
venden en chinos y demás y no dejaron títere con cabeza intercalando
spaghetti-western, saxo cinematográfico, rítmicos golpes de contrabajo y
guitarras a toda pastilla mientras se alternaban a las voces con notable
solvencia Iago y Karlos, que casi era como decir Iosu y Juanma, esto es, los
Eskorbuto en su estilo. Apabullantes.
Screamers & Sinners y su frenético psychobilly. |
Vestidos como “drugos” de ‘La naranja mecánica’, Graveyard Johnnys pusieron de inmediato
el garito patas arriba con “The Poison” y “For Tonight”, ambas piezas de su
último lanzamiento ‘Dead Transmission’, y ya se empezó a escuchar por ahí la
cantinela “¡Toca una de Cavan!”.
Menos mal que lo suyo tampoco consistía en una simple repetición de los sonidos
de antaño, es evidente que Joe Grogan no busca lo más mínimo parecerse a su
legendario padre, no me imagino a tan respetable señor recuperando en clave
psychobilly un fragmento del “Orion” de Metallica o exhalando potentes
guitarrazos a lo Turbonegro o The Hellacopters.
Y hasta me atrevería a decir que ni siquiera ha intentado
aprovecharse de su insigne apellido para labrarse un hueco como haría cualquier
jeta, pese a que en su corta trayectoria ya han compartido escenario junto a
Mad Sin o Nekromantix, figuras claves dentro del rollo. Es una cuestión de
principios, valerse por sus propios medios y poner el talento por bandera, algo
que se palpaba en ese sonido compacto que se gastaban, con un batería pegándole
bien y un escenario que se les quedaba diminuto por sus idas y venidas.
Y el respetable respondió bailoteando a la antigua usanza o
montando torbellinos de pogo que abrían claros entre la concurrencia. Hubo
incluso momentos de confraternización etílica, de levantar cervezas en alto y
entonar “One Day Or Forever” como irlandeses borrachos, pocas cosas unen más
que tomarse unos tragos colectivamente. Chupitos también sirven.
Sin abandonar las campiñas, la épica “Mothers” sirvió para
relajar ánimos antes del píldorazo “Little Witch” que remite a Gluecifer,
Turbonegro y todas aquellas bandas que consagraron el llamado “high energy”
escandinavo mediante mástiles al aire y un espíritu destructor parecido al de
Iggy Pop & The Stooges en sus inicios, uno de nuestros fetiches musicales,
sí. Quizás la gorra imperial que portaba el batería fuera algo más que un mero
elemento decorativo, un símbolo a la pura electricidad sin paliativos.
Pero si tienen en su catálogo algún tema capaz de prender
fuego a cualquier recinto, ese sería “Cherylene”, en el que se antojaba
imposible no mover los pies y por ello brotaron por ahí parejitas bailando según
la costumbre añeja, con vueltas de peonza y echando la cabeza para atrás. Una
especie de gala de graduación de película americana aderezada por las
demostraciones de fuerza de los aguerridos de las primeras filas, otros de los
responsables de que la cita adquiriera proporciones estratosféricas. Un
auténtico fiestón.
Ante tal despliegue de versatilidad y poderío en escena era
lo más normal del mundo que el personal los aclamara exigiendo los consabidos
bises, aunque en el piso superior del Antzoki no suele ser lo habitual por el
formato limitado de sus actuaciones. Pero un concierto en condiciones no
debería perder nunca el factor sorpresa y retornaron con el aire fronterizo de
“Bong On Captain”, donde resultó impagable ese intervalo en el que reducen el
pistón hasta desembocar en un vals. Otra muestra de clase.
Y su naturaleza aperturista volvió a relucir al amagar con
riffs a lo AC/DC previamente a su peculiar revisión del “Radar Love” de Golden
Earring a tope de revoluciones. El batería tuvo ocasión para lucirse mientras
el voceras acercaba el contrabajo a los emocionados fieles a modo de enérgico
epílogo y legando una estampa irrepetible. Una rotunda manera de desterrar de
inmediato rumores malintencionados acerca de su valía.
Porque, ¿qué culpa tendrá el tipo de ser hijo de una leyenda?
Es un accidente del destino tan caprichoso como haber nacido en un lugar
concreto y no en otro. Por lo que vimos esa noche, el chaval hace tiempo que
abandonó el hogar paterno desde el punto de vista musical, su emancipación es
un hecho. Otra cosa es que algunos de mente estrecha nunca se lo perdonen, como
aquellos que a la salida soltaban: “Pues
no ha tocado ninguna de Cavan, es como para llamar y decírselo”. Que le
digan también que el niño está ya crecidito.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
muchas gracias¡¡¡¡
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