jueves, 12 de mayo de 2016

WILD ADRIATIC: UN CALENTÓN



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay veces en las que te prometen demasiado. No se escatiman los elogios y aquello parece algo totalmente extraordinario, un evento único e irrepetible. Y luego te acercas y no es para tanto. Es como esas chicas a las que el photoshop les hace milagros y en las distancias cortas uno observa que casi podría quedarse pegado si se animara a traspasar esa densa capa de maquillaje que profana cualquier atisbo de expresión humana. Las mañanas deberían ser la prueba del algodón suprema de la belleza femenina, las guapas de verdad no necesitan arreglarse lo más mínimo, hasta un saco les sentaría bien.

Una considerable operación cosmética parecen haberse labrado los norteamericanos Wild Adriatic, que en estudio podrían codearse con tranquilidad con los colosos retro The Black Keys o remitir a las piedras angulares Led Zeppelin, de los que se atreven a versionar “The Ocean” en su último lanzamiento en directo. No andan tampoco escasos de esas cualidades atemporales que cualquiera esperaría encontrar en una banda de rock n’ roll con vocación de convertirse en clásicos, término nada peyorativo entre el maremágnum setentero.

Pese a que el plan prometía, apenas se acercaron esa noche entre semana unas 20 o 30 personas, había unos cuantos parches de Zeppelin, un par de chicas de buen ver y un tipo extraño con abrigo sobre los hombros que preguntaba a los camareros acerca de la capacidad del escenario, cada cual tiene sus aficiones. Una tibia multitud a la que costó meterse en faena y asumir que realmente estaban viendo un espectáculo en vivo.

Sin arriesgar demasiado respecto a su reciente directo ‘No Way, Let’s Do It!’, Wild Adriatic, que deben a su nombre a una revelación de su cantante y guitarrista Travis Gray durante una estancia en el Mar Adriático, comenzaron con “Never Enough” y “The Fool”, piezas que por su estructura remiten indefectiblemente a la banda de Robert Plant y Jimmy Page, aunque con cierto punto comercialoide que recuerda a los videocliperos Nickelback. Y en una senda similar se mueve “Cooperstown”, con unos coros deudores de The Darkness y un bajista que podría competir en histrionismo con el inquieto Justin Hawkins.

No les quedó nada mal el clásico de Black Sabbath “War Pigs”, al que añadieron mayor carga psicodélica y sirvió para que el respetable despertara por lo menos un poco. Para esos menesteres se antojaba ideal “Woe”, con un estribillo de lo más canturreable y que por supuesto alargaron para disfrutar del momento de comunión. Quizás fuera lo más parecido a un fiestón durante la velada.

Ante un escaso personal expectante tal vez no tuviera demasiado sentido presentar temas nuevos, pero se animaron a hacerlo antes de su soberbia “The Letter”, representante junto con “The Spark” o “New Sun Rising” de su recomendable EP de 2012 ‘Lock And Key’, que conserva ese punto sensual a lo The Black Keys o Artic Monkeys. Echamos de menos en esa línea el blues humeante “Bound To Let You Go”, donde Travis podría haberse lucido a la voz y a los punteos, una pena.

Lo cierto es que el repertorio no anduvo demasiado atinado, dejándose en la gatera unos cuantos temazos de su humilde discografía, aunque moló que en “40 Days 40 Nights (Hard Times)” enlazaran con el “Rockin’ In The Free World” del maestro Neil Young. El bajista Rich contribuyó a elevar la temperatura del garito dándose paseos entre el respetable y poniendo alguno de sus delirantes caretos, ese hombre lo vivía de verdad, no cabía duda.

Y para despedir un recital digno que tampoco pasará a los anales de la historia, recurrieron al contagioso ritmo de “Mess Around”, con su intro tribal que incitó a contonearse al par de chicas guapas y a algún otro neohippie por ahí. Otra ocasión para aprovechar el instante de subidón pidiendo a la peña que repitiera detrás del cantante, el infalible viejo truco, y concediendo al batería sus minutos de gloria, en los que aprovechó para pasear sus baquetas hasta por el cabezón afro del bajista.

La falta de entusiasmo hizo peligrar los bises, pero uno o dos gritos bastaron para que regresaran estos oriundos de Saratoga Springs con “Lonely”, su canto desesperado sobre la soledad donde reivindicaron la electricidad primigenia agitando mástiles arriba y abajo y seguramente hubiera ganado en las distancias cortas con el Hammond que se escucha en estudio.

Quizás tuviéramos todavía en mente la apabullante descarga en el mismo lugar de los imberbes holandeses DeWolff, pero lo cierto es que aquello prometía mucho más en disco. Al final se trató de un simple calentón, placentero en determinados momentos y olvidable tras alcanzar el clímax. Un magreo al que le faltaba sensualidad en los puntos vitales.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA     

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