Kafe Antzokia, Bilbao
Hay veces en las que te prometen demasiado. No se escatiman
los elogios y aquello parece algo totalmente extraordinario, un evento único e
irrepetible. Y luego te acercas y no es para tanto. Es como esas chicas a las
que el photoshop les hace milagros y en las distancias cortas uno observa que
casi podría quedarse pegado si se animara a traspasar esa densa capa de
maquillaje que profana cualquier atisbo de expresión humana. Las mañanas
deberían ser la prueba del algodón suprema de la belleza femenina, las guapas
de verdad no necesitan arreglarse lo más mínimo, hasta un saco les sentaría
bien.
Una considerable operación cosmética parecen haberse labrado
los norteamericanos Wild Adriatic, que en estudio podrían codearse con
tranquilidad con los colosos retro The Black Keys o remitir a las piedras
angulares Led Zeppelin, de los que se atreven a versionar “The Ocean” en su
último lanzamiento en directo. No andan tampoco escasos de esas cualidades
atemporales que cualquiera esperaría encontrar en una banda de rock n’ roll con
vocación de convertirse en clásicos, término nada peyorativo entre el
maremágnum setentero.
Pese a que el plan prometía, apenas se acercaron esa noche
entre semana unas 20 o 30 personas, había unos cuantos parches de Zeppelin, un
par de chicas de buen ver y un tipo extraño con abrigo sobre los hombros que
preguntaba a los camareros acerca de la capacidad del escenario, cada cual
tiene sus aficiones. Una tibia multitud a la que costó meterse en faena y
asumir que realmente estaban viendo un espectáculo en vivo.
Sin arriesgar demasiado respecto a su reciente directo ‘No
Way, Let’s Do It!’, Wild Adriatic,
que deben a su nombre a una revelación de su cantante y guitarrista Travis Gray
durante una estancia en el Mar Adriático, comenzaron con “Never Enough” y “The
Fool”, piezas que por su estructura remiten indefectiblemente a la banda de
Robert Plant y Jimmy Page, aunque con cierto punto comercialoide que recuerda a
los videocliperos Nickelback. Y en una senda similar se mueve “Cooperstown”,
con unos coros deudores de The Darkness y un bajista que podría competir en
histrionismo con el inquieto Justin Hawkins.
No les quedó nada mal el clásico de Black Sabbath “War
Pigs”, al que añadieron mayor carga psicodélica y sirvió para que el respetable
despertara por lo menos un poco. Para esos menesteres se antojaba ideal “Woe”,
con un estribillo de lo más canturreable y que por supuesto alargaron para
disfrutar del momento de comunión. Quizás fuera lo más parecido a un fiestón
durante la velada.
Ante un escaso personal expectante tal vez no tuviera
demasiado sentido presentar temas nuevos, pero se animaron a hacerlo antes de
su soberbia “The Letter”, representante junto con “The Spark” o “New Sun
Rising” de su recomendable EP de 2012 ‘Lock And Key’, que conserva ese punto
sensual a lo The Black Keys o Artic Monkeys. Echamos de menos en esa línea el
blues humeante “Bound To Let You Go”, donde Travis podría haberse lucido a la
voz y a los punteos, una pena.
Lo cierto es que el repertorio no anduvo demasiado atinado,
dejándose en la gatera unos cuantos temazos de su humilde discografía, aunque
moló que en “40 Days 40 Nights (Hard Times)” enlazaran con el “Rockin’ In The
Free World” del maestro Neil Young. El bajista Rich contribuyó a elevar la
temperatura del garito dándose paseos entre el respetable y poniendo alguno de
sus delirantes caretos, ese hombre lo vivía de verdad, no cabía duda.
Y para despedir un recital digno que tampoco pasará a los
anales de la historia, recurrieron al contagioso ritmo de “Mess Around”, con su
intro tribal que incitó a contonearse al par de chicas guapas y a algún otro
neohippie por ahí. Otra ocasión para aprovechar el instante de subidón pidiendo
a la peña que repitiera detrás del cantante, el infalible viejo truco, y
concediendo al batería sus minutos de gloria, en los que aprovechó para pasear
sus baquetas hasta por el cabezón afro del bajista.
La falta de entusiasmo hizo peligrar los bises, pero uno o
dos gritos bastaron para que regresaran estos oriundos de Saratoga Springs con
“Lonely”, su canto desesperado sobre la soledad donde reivindicaron la
electricidad primigenia agitando mástiles arriba y abajo y seguramente hubiera
ganado en las distancias cortas con el Hammond que se escucha en estudio.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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