Satélite T, Bilbao
Los insultos a veces se pueden convertir en algo positivo y
pervertir de esta manera la intención original con la que fueron lanzados. Todo
un acto subversivo con el que dejar descolocado al interlocutor sin ánimo de
buscar palabras hirientes por lo menos en una buena temporada. Eso vale para
aquellos con tanto tiempo libre como para preocuparse por la opinión de los
demás, los que estamos por encima del bien y del mal siempre preferiremos
ignorar a las subespecies hasta que perezcan ahogados en su propia ponzoña
letal.
A los garajeros revitalistas The Fuzztones les acusaron de
ser una “banda de bar” poco original,
quizás sin darse cuenta de que su principal virtud sería precisamente esa.
Nadie en su sano juicio utilizaría, por otra parte, de forma despectiva el
término “grupo de estadio”, cuando
las incomodidades de acudir a grandes recintos serían bastante más
perjudiciales, demasiadas, de hecho, para relatarlas, como soportar largas
colas para cualquier acto rutinario o rodearse de gente tan ilustrada como los
que acuden a las verbenas populares de los pueblos, tipos sin ningún interés
por la música, que se la toman además como un hilo musical de fondo y por eso
aprovechan para cotorrear y algunos hasta se ponen de espaldas al escenario, ya
en el colmo del surrealismo.
Pero el combo capitaneado por Rudi Protrudi ha alcanzado ya
visos de leyenda de culto y basta mencionar su nombre para que el personal se
movilice hasta el extremo, llegando al punto de agotar entradas, tal y como
sucedió aquel día en el Satélite T, con unos cuantos que se quedaron fuera por
falta de aforo. Da igual que ya solo el voceras aguante de la formación
original y que se presente rodeado de jovencitos italianos a los que doblaba en
edad. Los himnos iban a estar allí, eso por descontado.
La descomunal oferta concertil de la villa ha llegado a un
punto en el que hay que hacer encaje de bolillos para poder asistir a todos los
eventos inexcusables de la jornada. A escasos metros, por ejemplo, estaban las
también leyendas Burning, cita ineludible para el rockerío bilbaíno a la que
llegamos a tiempo, aunque tuviéramos que sacrificar los bises de los garajeros. Pero a veces pasan estas
cosas, en especial cuando comienza la velada con más de media hora de demora.
El castillo de naipes se viene abajo.
Rudi Protrudi dándole a la armónica. |
A pesar de ello, tuvimos ocasión de catar buena parte del
bolo de The Fuzztones, que se inició
en formato instrumental con “Blues Theme” mientras el fornido líder de melena
ramoniana irrumpía en escena. No perdieron ni un instante con el trallazo “1-2-5”
de The Haunted, que desató de inmediato pogos en la primera fila y no perdieron
ímpetu con “Bad News Travels Fast”. Un comienzo pletórico que solo podrían
rubricar con la sinuosa “Ward 91” y su teclado hipnótico.
Hay que reconocer que el voceras Rudi estaba en buena forma,
agua parecía el único combustible necesario para que su motor funcionara a la
perfección, sin griparse en ningún momento. Hizo gala de malditismo al preguntar
a ver cuántos estaban drogados, pero fijo que se estaba tirando el rollo para
hacerse el malote porque tampoco se le notó que estuviera ido ni nada de eso.
Ahora es un respetable padre de familia, así que suponemos que los excesos se
limitarán a batallitas de juventud.
Su aura de grupo de culto ya servía de acicate suficiente
para que el personal se desmelenara sin ningún requerimiento previo, con
algunos incluso dando vueltas como si fueran peonzas. Pero los efluvios psicodélicos
fueron abriéndose paso hasta imponer una tónica más relajada con la cadenciosa “Don’t
Speak Ill Of The Dead” o la no menos fantasmagórica “Nine Months Later”, pese a
su luminoso estribillo con aire a The Animals.
Por fortuna, el ensimismamiento no duró demasiado porque lo
rompieron de un plumazo con su éxito “She’s Wicked” antes de apelar
directamente a las féminas de nuevo con “You Must Be A Witch”, a las que
dedicaron la canción, por cierto. La verdadera fuerza motriz que mueve el
mundo.
Se apuntaron otro tanto con su clásico “Johnson In a
Headlock” y retomaron la vertiente lisérgica con “Marble Hall” y “Eyes In The
Back Of My Head”. Sin apenas cháchara, iban como un tiro, no marearon la perdiz
ni tampoco descuidaron esa genuina pulsión sexual característica de su música.
Desde luego, por muchas refundaciones que hayan soportado, el suyo no es el
caso de leyendas venidas a menos que ya no están en condiciones de subirse a
los escenarios.
Nos hubiéramos quedado de buena gana para catar hasta el
final este ceremonial de unos aprendices de brujo que elaboraban una pócima tan
sencilla como efectiva. Sonido primitivo, teclado envolvente y fantasmagórico y
la actitud incendiaria del punk, que seguramente Rudi heredaría del breve
periodo que pasó junto a los salvajes The Dead Boys en los inicios de su
carrera. ¿Cómo respirar el ambiente etílico y sudoroso de un garito va a ser
malo? ¿Estamos locos?
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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