lunes, 29 de mayo de 2017

HONEYMOON DISEASE: ROCK DEL DE SUDAR



Adimusik, Portugalete (Bizkaia)

La dictadura de lo políticamente correcto ha conllevado cierto refinamiento en las costumbres. Resulta que ahora al aceite de palma es veneno, las hamburguesas de tofu,  el pan tiene que ser integral e incluso ya no se puede decir aquello de que comerlo solo es cosa de tontos, no sea que se ofenda el gremio de panaderos. Y así un sinfín de despropósitos hasta desear que llueva napalm sobre nuestras cabezas.

Si aplicamos todo esto al ámbito concertil, ahí tenemos a los cruzados anti tabaco a los que les molesta en demasía el olor de la nicotina, pero no parecen poner reparo alguno ante las cotorras que se pasan un bolo entero hablando como si estuvieran en la pescadería. Y no mencionemos esa costumbre ya de tiempos pretéritos de agitar la cabellera, algo hoy en día casi tan vintage como bailar un chotis o un pasodoble. Que no se mueva nadie, bajo pena de provocar una ira desmedida al atreverse a perturbar el sagrado campo de visión del de atrás. No queda nada para que comiencen los recitales a un volumen ridículo inferior al de nuestro equipo de música. Todo sea por guardar el decoro y las buenas costumbres.


Acostumbrados a que Bilbao sea el epicentro musical en varios kilómetros a la redonda, lo de pillar el metro y acercarse hasta localidades foráneas supone una barrera infranqueable para muchos. Pero a nada que uno se adentra en el otro mundo descubre locales donde la peña hace las cosas en condiciones, como el Centro de Música y Artes Escénicas Adimusik, que dispone de un sonido envidiable que ya quisieran para sí muchos garitos y encima al término del espectáculo obsequian con un lunch gratuito para todos los asistentes, detalles de esos que no se estilan desde la última glaciación.

Es un sitio que parece que se encuentra en medio de ninguna parte, aunque si uno conoce el camino, está a apenas diez minutos del metro. Una vez allí dentro, había bastante más gente de lo que esperábamos, algunas chicas con camisetas de The Hellacopters y demás macarradas, e incluso esa antigua camarera de un popular garito noctívago que solía acudir a bolos de grupos raros y que hacía la tira que no veíamos por ahí. No hay nada como salir de la zona de confort.

Los madrileños Neon Delta sincronizando mástiles.
 Hubo además esa noche entremés de lujo con los madrileños Neon Delta, prometedor combo que aspira a ocupar en el panorama hardrockero patrio ese hueco que quedó desierto tras el parón indefinido de los valencianos Uzzhuaïa y a los que la palabra teloneros no les haría en esta ocasión suficiente justicia. Porque exhibieron temazos con agallas en la línea de The Cult, cierto poso sureño a los M-Clan de los inicios y hasta ecos angelinos que los emparentaban con el descaro de Mötley Crüe. Llevaban además pintas molonas, ya era hora de que surgiera un grupo con glamour, no a los cutres con pantuflas de andar por casa. Portavoces absolutos de una bandera que deberían ondear con orgullo.

Hay cosas que en cuanto las contemplas desde luego llegan al alma, como por ejemplo, los pantalones campana, los chalecos vaqueros,  las camisetas old school de Kiss y otras antiguallas, los mostachones a la antigua usanza o ese pelazo de hippie que gastaba la vocalista de los suecos Honeymoon Disease. Una suerte de extraterrestres que parecen provenir de un mundo paralelo donde se rinde fidelidad a Led Zeppelin o Janis Joplin, se adora a Gene Simmons, Paul Stanley, Ace Frehley y Peter Criss como si fueran la Santísima Trinidad cristiana y el tiempo se detuvo hacia 1979, aunque luego se volvió a accionar el reloj cuando surgieron The Hellacopters y sus riffs incendiarios sacudieron el globo terráqueo allá por mediados de los noventa.


Es más que palmaria la huella que Nicke Andersson y los suyos han dejado en muchos de sus compatriotas, especialmente en bandas tipo Heavy Tiger o a los que dedicamos estas líneas que no se limitan a reproducir su legado al milímetro, sino que dotan a las composiciones de personalidad hasta adquirir suficiente entidad propia al margen de las influencias originales. Bastaba escuchar “Fast Love” o “Bellevue Groove” para advertir que aquello era algo genuino, auténtico y que debería preservarse en una urna por los siglos de los siglos.

El bochorno que se había concentrado en el recinto llamó la atención incluso a las chicas del grupo, que pidieron a la peña acercarse más, al tiempo que confesaban que ellas sentían los efectos de las altas temperaturas “dos veces más”. Pero a veces no importa sudar si es por una buena causa, esta lo era si a uno le daba por mirar a las chavalas tatuadas ahí sudando la gota gorda agitando la cabellera como si no hubiera un mañana y marcándose unos punteos doblados en la escuela Thin Lizzy de los de detenerse el mundo.


Aquello además sonaba con tantas agallas que hasta tuvieron que llamar a las autoridades porque molestaban a algún vecino tocapelotas. Era rock n’ roll de verdad, del que todavía asusta a la gente, no existe prueba más evidente. Y es que los temazos que componen su debut no incluyen ni un momento de respiro, bien lo sabían los fans que agotaron todas las copias que habían llevado para vender durante la gira.

“Calling You”, cantada por la guitarra rubia, supuso un punto de inflexión, por la visita antes mencionada, por lo que hubo que contar únicamente con el sonido que salía del escenario, y aún así ya despedían fuego por su actitud. Mientras solucionaban el tinglado, el bajista amenizaba con el conocido riff del “Seven Nation Army” de The White Stripes antes de regresar con “Higher” y levantar mástiles como diosas eléctricas.


Por fortuna, tras el apercibimiento, solo faltaba “Gotta Move” para completar el repertorio, que estiraron imitando los característicos juegos con el público de Paul Stanley y acabaron recurriendo al mítico molinillo de Pete Townshend, no se podía derrochar mayor fidelidad al rock. Y uno entonces pensó que en realidad el verdadero feminismo es esto, dos hembras a las que no les importa despeinarse moviendo las melenas como poseídas, hacía tiempo que no veíamos semejante vitalidad sobre las tablas. Rock del de sudar a tope. Inmenso.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

No hay comentarios:

Publicar un comentario