Satélite T, Bilbao
Organizar determinados eventos por estos lares es casi como
predicar en el desierto. Ahí entrarían por ejemplo todos aquellos relacionados
con el siniestrismo, el rock gótico o la cold wave contemporánea, tan en boga
actualmente en la civilizada Europa, con grupazos como Bleib Modern o
Whispering Sons y que gracias a promotores que más bien son cruzados culturales
de vez en cuando alguna gira de ese rollo llega a nuestro país. Suponemos que
tendrá que ver con la idiosincrasia particular de cada zona y con los oscuros
motivos por los que unos grupos calan en el personal y otros no, ese misterioso
arte de birlibirloque.
Con miembros procedentes de bandas como Los Carniceros del
Norte, Safety Pins o Sinnerdolls, Niños Pájaro son una especie de gota de agua
en la inmensidad desértica al apostar por una suerte de post punk actualizado,
que al contrario de lo que sucede en otras ocasiones, no suena a la noche de
los tiempos, sino que entronca directamente con las propuestas más
vanguardistas que surgen desde Alemania, Italia o Francia. La trayectoria de
los diversos componentes avala además la garantía de eficacia en las distancias
cortas.
Como hemos dicho, no cabría esperar esa noche grandes
multitudes, aunque al final se acercaron muchos de los habituales del Satélite
T bilbaíno. Se encargaron de amenizar la velada Sonic Trash, viejos conocidos de la zona con una personalidad
musical apabullante que bascula entre el rock alternativo y el post punk que
los acerca en determinados momentos a los granadinos Lagartija Nick.
Presentaban el siete pulgadas ‘Totem’ y legaron un show
enérgico en el que no faltaron temas de su anterior trabajo ‘Látigo’ como “El
baile del cocodrilo” o “Santo Tomás” ni clásicos de su debut del calibre de
“Cabronazo” o “Arrebato”. Muy sobrados de actitud, renunciaron a hacer el
paripé de retirarse para los bises y derrocharon autenticidad a raudales. Por
algo en su bandcamp admiten que “viven el rocanrol en todos y cada uno de sus
aspectos”. Salvajes.
Por motivos laborales, Niños
Pájaro tuvieron que apañárselas esta vez en formato dúo. Pero era eso o
suspender el concierto, según nos comentaba instantes antes Txarly Usher, una
de las dos mitades fundamentales que se basta por sí solo para levantar
cualquier sarao, aunque la afluencia no acompañe, pues aquí volvimos a ver ese
execrable acto de indeseables de pirarse cuando terminan de tocar los colegas,
allá cada cual con su conciencia, si es que existe...
En la otra mitad teníamos a Mikel Biffs, ataviado con buzo,
y de vez en cuando con máscara de payaso de It, ocupándose de las guitarras y
llenando los huecos que dejaban las programaciones. Un formato minimalista que
lejos de perjudicar les granjeó cierto carácter de inmediatez, no en vano la mayoría
de conjuntos de cold wave contemporáneos son dúos. El futuro es cosa de dos.
Ya desde el comienzo insuflaron clase con el siniestrismo
aderezado de electrónica de “Piel sobre piel”, una lástima que no hayan
incluido semejante temazo en su debut ‘Nadie nos quería’. Al igual que en otros
proyectos de Txarly Usher, las letras decadentes siguen siendo uno de los
grandes atractivos, algo que cobra especial relevancia en “Generación Perdida”,
impregnada hasta las cachas de aquel ya desaparecido carácter de urbe
industrial que poseía Bilbao. Y en una senda similar se mueve “Planeta Gris” al
asegurar que “solo nos destruye lo que
nos divierte”. Verdades como templos.
Usher y Biffs, piel sobre piel. |
“Entre ruinas” debería ser todo un himno para el
siniestrismo patrio, del mismo modo que en las sesiones góticas atronaba el “Me
quiero a mí” de La Casa Usher. Y en “Las brujas de Dublín” uno reparó en el par
de chicas vestidas de negro que teníamos delante, prácticamente las únicas que
parecían haber venido expresamente a un concierto del rollo. Pero bueno, este tipo
de cosas pasan también en Madrid, uno va a un bolo de post punk y solo se ven
dos o tres tipos de estética gótica.
Aquí no había margen para el postureo, pues hace falta ser
muy fiel para acudir a un evento de estas características, y más por estos lares.
Algo incomprensible cuando se trata de ofrecer un espectáculo cuidado con
proyecciones de imágenes en blanco y negro y un frontman inmenso que siempre se encuentra en estado de gracia, no
dudó en esta ocasión por ejemplo en caminar como un funambulista por la valla
de contención. Y ni contamos las veces que tocó el techo, literalmente.
En un determinado momento, Biffs se piró del escenario con
muy malas pulgas debido a un problema técnico con el ampli, pero el
conchavelasquiano David de Sonic Trash lo arregló en un santiamén. “Solidaridad de titiriteros”, dijo
Txarly para quitar hierro al asunto.
“Que la muerte tenga tu cara” es otra pieza de primera
magnitud con una letra igualmente épica que debería pincharse en cualquier
sesión con fuste. Un mayor poso atmosférico posee “Sombras Asesinas” con
impagables máximas como “valió la pena
vivir sin miedo y reventar”. Y para cerrar de un portazo el ataúd nada
mejor que descender a los infiernos con “Pausa Suicida” antes de otro ejercicio
de ortodoxia siniestra en “Cenizas”, en la que Txarly acarició la pantalla en
uno de sus habituales picos dramáticos.
Todo un lujazo ver por estos lares un grupo de este género
minoritario incluso en la capital del Estado. Pura esencia underground. Los pocos que se quedaron sí que conformaban un
peligroso comando de terroristas del microcosmos. Cuidado, pueden acabar con el
borreguismo.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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