jueves, 12 de diciembre de 2019

AIRBAG: DRAMA ADOLESCENTE EN VENA


Kafe Antzokia, Bilbao

Hay grupos que parecen estar hechos para que los escuche gente mayor, sentada en el sofá y acariciándose de vez en cuando el mentón mientras pegan un trago de coñac o cualquier otra bebida pollavieja. Otros combos, por el contrario, apelan a esa gloriosa época en la que comenzabas a salir por los bares o a fumar porros y sentir ese leve hormigueo en la cabeza tras algunas caladas. Y también tocaba por aquel entonces sufrir las primeras punzadas del corazón, algo que a esas edades se torna casi tan grave como una enfermedad incurable. El poeta Rilke decía que “la verdadera patria del hombre es la infancia”, pero nada hay comparable a la adolescencia, el momento donde se forja el auténtico carácter de un individuo y se viven experiencias que se quedan grabadas a fuego. Gloria eterna a la edad del pavo.

Los malagueños Airbag son una de las bandas que se han labrado todo un universo alrededor de chicas, verano, playa y ese puntillo friki de serie B que ya tenían otras formaciones como Ramones o The Misfits. Si en nuestro país abrieron la veda en los ochenta Los Nikis y Los Vegetales, luego otros como Depressing Claim, F.A.N.T.A. o los protagonistas de esta crónica perfeccionarían el estilo sin perder de vista el entrañable legado de Joey Ramone y compañía, la base imprescindible sobre la que se construiría un edificio espectacular.


Por estar viendo a Discípulos de Dionisos nos perdimos al gran Santiago Delgado & The Runaway Lovers, un habitual de los conciertos y que en el escenario se lo suele montar bastante bien, por lo menos las veces que nos hemos topado con él sobre las tablas. Lástima de coincidencia de bolos, pero seguiremos trabajando en el don de la ubicuidad.

Pensábamos que Airbag no gozarían de demasiado tirón por el norte, habida cuenta de que la vez anterior tocaron en el piso superior del Kafe Antzoki. En esta ocasión oficiaron en la sala grande habitual, y aunque tampoco puede decirse que hubiera multitudes desbordantes, consiguieron reunir a la suficiente cantidad de fieles para montar jaleo y que nadie se aburriera. Y eso que en determinados conciertos que haya o no haya gente es algo puramente anecdótico.

Ante aproximadamente una media entrada, los de Estepona arrancaron su bolo con la emocionante “Eleven y Mike”, pieza que abre su último trabajo ‘Cementerio Indie’ y que a buen seguro conservarán una larga temporada en su repertorio. Sin apenas pausa enlazaron con la maravilla “22”, crónica de un enamoramiento que tal vez ande muy alejada de sus comienzos punk, pero que en realidad se trata de toda una joya para cualquier persona abierta de mente. Y en “Coleccionista de discos” se acordaron de aquellos seres de otra época que todavía apuestan por el formato físico. La minoría silenciosa. O la resistencia. Como prefieran llamarlos.


La novedad “Centro del mundo” resultaba muy apropiada en estos tiempos tan plagados de ofendiditos y por supuesto no se olvidaron de los dramones adolescentes en “Big Acuarium”, uno de sus grandes temas que hasta provocó que subiera a las tablas un espontáneo muy emocionado. Y “El puente de los alemanes” sirvió para relajar los ánimos, a la par que admirar su maestría compositiva incluso en los cortes más sosegados.

Lo cierto es que a Adolfo y compañía se les notan unas tablas enormes en las distancias cortas, encadenan un tema tras otro según la ortodoxia ramoniana y tampoco les da por pedir a la peña que den palmas, se agachen o que hagan el pino puente, como hacen otros pesados por ahí. Lo suyo es puro amor a la música, por lo que sobran las palabras y otras sucias tretas para perder el tiempo que nos cuelan por ahí. Así deberían ser todos los conciertos.

Adolfo canta junto a un emocionado espontáneo.
“Matar a Bill” es uno de los mejores cortes de ‘Gotham te necesita’, quizás hubiéramos preferido un repertorio más punk, pero después de haber visto justo antes oficiar a toda pastilla a Discípulos de Dionisos hasta agradecimos el predominio melódico. Y les entró la vena nostálgica al recordar que hace dos décadas estuvieron en la capital vizcaína tocando en Bilborock y luego se fueron al Kafe Antzoki a ver un bolo de New Bomb Turks. Quién les iba a decir que años después andarían subidos a ese histórico escenario por el que han pasado tantas estrellas.

Sobresalió su cara más power pop con “Marcas en la hierba” y “Phantasma” antes de que por fin pisaran el acelerador punk en “Territorio Dagger” y “En los brazos de la agente internacional”, dos trallazos para levantar de inmediato del sitio. Sin llegar a tantas revoluciones, “Spoiler” sigue siendo deliciosa, algo que el personal sabía muy bien y por eso se cantó a pulmón. Pelos de punta.

Y para elevar la voz hasta la estratosfera se antoja también muy apropiada “Cómics y pósters”, un desenfreno absoluto previo a “La vuelta a la manzana”, otra para relajar sin caer en el sopor total. La pura poesía de garito “Ahí viene la decepción” tocó la fibra sensible con esa conocida situación descrita en la canción que con toda probabilidad le habrá sucedido a más de uno. Un himno anti postureo que debería resonar en redes sociales.


El aire nostálgico y acelerado a la vez de “La ola perfecta” les valió para despedirse antes de que regresaran para unos bises obligados por la afición. Casi fue un visto y no visto, aunque tuvieron el detalle de interpretar en primicia “Jonathan Richman”, un tema que, según confesó Adolfo, lo compuso pensando en Santiago Delgado, el ilustre telonero que les acompañó aquella noche.

Como no son de esos estirados que se avergüenzan de alguna etapa de su trayectoria, reivindicaron sus orígenes punk con “La chica nueva”, pura dinamita para desencadenar pogos por doquier. Faltaba lamerse las heridas con letras reales como la vida misma del calibre de la de “Tus rechazos golpean dos veces”, las calabazas nunca fueron tan dulces. Y para desparramar ahí hizo su aparición “Elena”, el frenesí evocado en una canción con la que suelen terminar los conciertos.

Por si todavía nadie se ha percatado, un servidor es bastante fan del grupo, por lo que disfrutó por igual tanto las piezas punkarras como las poperas, aunque hubiéramos preferido un predominio claro de las primeras. No pasaba nada, el drama adolescente en vena nunca pasará de moda. Y que vivan los Ramones, teníamos que decirlo.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

  

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